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Columna
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Don Benigno

Maestro de honda vocación nacido en Pinos Puente en 1912, Benigno Vaquero Cid era universalmente conocido entre sus muchos admiradores como 'don Benigno', por su bondad, su valentía, su sinceridad, su hombría de bien y su inteligencia. Había terminado Magisterio dos años antes de la guerra civil, en 1934. Y cuando empezó la tragedia se vio forzado por las circunstancias a luchar en el bando nacional. Luego, separado de la carrera bajo la acusación de ser masón y antirreligioso, fue brutalmente perseguido por el régimen franquista y no tuvo más remedio que ejercer su profesión a título privado. Su discípulo más conocido es José Martín Recuerda, que en numerosas ocasiones ha expresado cuánto debe al querido profesor, amigo y confidente.

Tuve la suerte de conocer a don Benigno, y estos días he estado recordando nuestras muchas conversaciones al leer el libro suyo, Humanismo y resistencia, preparado y prologado por Ángel Cobo Rivas (Salobreña, Editorial Alhulia, 2002), que me apresuro a recomendar.

Vaquero Cid fue un educador en el sentido etimológico de la palabra, es decir que sabía intuitivamente cómo ayudar a sus alumnos a extraer de su interior lo que allí había en potencia. En palabras de su prologuista, 'era el maestro que nos hacía ver que todo lo humano y todo lo divino está dentro de nosotros mismos'. En cuanto a lo divino, don Benigno tenía sus dudas, habiendo empezado ya, hacia 1928, 'a sentir y pensar en contraposición del clero y de las llamadas derechas'. Era creyente sin Iglesia, y entendía, como Antonio Machado, que lo fundamental del cristianismo es el amor fraterno. 'Hombre soy y nada humano me es ajeno': estaba de acuerdo con Terencio. Practicaba lo que creía. Y comunicaba a los demás su fervor por las ideas, por la literatura, por la rectitud moral.

En este libro Vaquero Cid hace un inolvidable análisis de su ruin Expediente de Responsabilidades Políticas, y de las actitudes de quienes le denunciaron y condenaron. Luego los artículos sobre la muerte de Lorca, publicados en la prensa granadina y aquí recogidos, son de trascendental importancia porque, al ser de Pinos Puente, don Benigno tenía un íntimo conocimiento de los caciques de Valderrubio (antes Asquerosa), anejo de Pinos, que, sin lugar a dudas, intervinieron contra la familia del poeta cuando empezó la guerra.

Dichos artículos contienen unas reflexiones impagables sobre los comportamientos de los matones granadinos a partir de 1945, ante la plena realización de que el fascismo europeo había sido derrotado y el temor de que los aliados pudiesen acabar con el régimen de Franco. Los que antes se habían jactado de sus fechorías, ahora ostentaban 'simuladas complacencias y simpatías con sus enemigos liberales y progresistas' y buscaban por todos los medios negar u ocultar su participación en 'paseos' y redadas. Para Vaquero Cid el espectáculo de tanta hipocresía, de tanta maldad, resultaba repugnante.

Don Benigno era el viejo más joven que he conocido jamás. Tenía un gran sentido del humor, una risa contagiosa, y a su lado uno vivía más intensamente. La publicación de este libro es el mejor homenaje posible al hombre y a su esfuerzo.

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