Con los deberes hechos
Ya estamos todos. Hemos vuelto al pie de la misma montaña, la del año pasado, la del anterior, la del anterior... Hay que subir empujando la peña, aun sabiendo que rodará otra vez. Debemos descansar de las estúpidamente llamadas 'bien merecidas vacaciones'. Desde fines de junio sacan por la tele kilómetros de parálisis motora rumbo a la playa, que aguarda llena de mosquitos, plásticos y rayos ultravioleta. Pero, según digo, hemos regresado y ya estamos completos: las tiendas han abierto, y es posible cortarse el pelo, encontrar los quioscos expeditos, y hasta enfermar y hallar a los médicos con las batas puestas. Debemos, pues, descansar del descanso currando y dando cada uno su propio callo. Yo, habré de pasar este otoño, la más noble estación, sumido en compromisos intempestivos. Así que, a principios de octubre, me ausentaré de esta página durante unas semanas, para invadirla después con fuerzas renovadas (falso: a cierta edad, ninguna fuerza se renueva). Pero, de momento, he de hacer otros deberes. Palabras estas últimas que repiten un tic convulsivo de moda: apenas alguien ha concluido una actividad corta o larga, se dice de él o lo dice él mismo que ya ha hecho los deberes.
Es bien sabido que tal expresión procede del lenguaje infantil; la emplean los niños al caer la tarde, apenas cierran el cuaderno y desean ver la tele. A algún adulto se le ocurrió usarla con ánimo jocoso y fue ocurrente la invención. Pero ha venido después un tropel de secuaces que la repiten con gracia melindrosa y pueril, como ese grave señor, tal vez subsecretario, tal vez ejecutivo de una multinacional, con barbita recortada y gafas; o esa presentadora de televisión sin lo uno ni lo otro, anunciando que, desde el poco hacer, se van a arrojar al dolce non far niente, porque ya han hecho los deberes. Lindo pero cargante, y señal de hipotálamo afectado.
Por lo pronto, la temporada comienza con ebrias confusiones. Ahí están los extranjeros que, patera o autobús mediante, huyen de su hambre nacional y a los que aquí llamamos justamente inmigrantes: han entrado en (in-) nuestro país y en él están. Hay caos, en cambio, cuando, al recordarlos, se llama (TVE) inmigrantes a los españoles que fueron a buscarse el pan entre sobras europeas. Se producía así una salida fuera de su tierra (e-), esto es, una emigración: avergüenza de tan elemental. Pero el reduccionismo practicado por muchos comentaristas e informadores va a cercenar el par de antónimos: ahora, todos inmigrantes.
Y entramos en el otoño con los verbos bailando. Por cierto, es frecuente oír, queriendo significar que algo se ha expresado repetido clara e insistentemente, que se ha hecho con sujeto, verbo y predicado, como si el verbo no constituyera el predicado o no formara parte de él. Más frecuente aún es lo de que eso mismo ha sido dicho por activa, por pasiva y por perifrástica, haciendo que este adjetivo denomine una clase de voz verbal, al igual que las otras dos. Ridiculez seudogramatical usada para molar de cultura.
Pero viniendo a los verbos mismos, desde comienzos del siglo XX América empuja (Rómulo Gallegos) hasta hoy (Sábato y García Márquez), favoreciendo la construcción arrasar con en frases como 'el vendaval arrasó con todo', en vez de lo arrasó todo. Según el archivo académico, ese extraño con viaja últimamente por España en prensa, y algo, casi nada aún, en libros. Pudiera haberse originado aquí por poligénesis, pero más parece un rasgo del español americano en trance de trasplante. No puede objetarse, visto su arraigo en aquel continente y entre autoridades del idioma como las citadas. Obedece, sin duda, a la escasa utilización allí (siempre según los caudalosos registros de la Academia) del adjetivo raso en la acepción de 'plano, libre de estorbos', mientras que aquí lo empleamos normalmente. Arrasar ha roto pues, parece, en el continente hispano su conexión léxica con raso, y ello ha desustanciado semánticamente tal verbo dotándolo para recibir con. A cambio, arramblar con, 'arrastrar algo llevándoselo con violencia', no se registra apenas en aquel continente, mientras que es normal en España. El gran venezolano Rómulo Gallegos, en quien hemos visto arrasar con, emplea también arramblar con, lo cual permite sospechar un cruce entre ambas fórmulas producido en Ultramar. Por lo demás, arramblar con obedece a antigua y similar desconexión: se formó olvidando el significado primero de rambla, ('arenal' y 'suelo por donde las aguas pluviales corren cuando son muy copiosas'), y no se vio, por tanto, la relación entre ambas palabras.
Hasta aquí había llegado cuando me anuncian que el arroz aguarda; mi mujer ha puesto un noticiario de televisión, y ello me permite confirmar cómo la memoria de la historia de España en España avergüenza un poco: se está llamando Gent (su equipo de fútbol) a Gante, donde tanto tuvimos que ver. También se dice algo que urge airear: la locutora informa de que un novio ha matado a su novia con la que tenía un hijo en común. Aunque tal vez haya que expresarlo ahora así: dada la cantidad de ayuntamientos entre padres y madres previos, si de ellos florece un nuevo bebé, será el que han elaborado en común.
Pero volviendo a la danza de verbos, otro noticiario da cuenta de cómo 'Zapatero reiteró que el PSOE está dispuesto a coparticipar en la política de la lucha antiterrorista'. Con tal prefijo, el verbo refuerza la decisión con que el líder socialista va a arrimar su hombro a los de otros en tan urgente empresa: no sólo va a participar, sino a coparticipar: otra albarda sobre otra. Pero, tal vez resulte un vocablo útil y fino para ligar: '¿Coparticipamos en un tema en común?', podrá proponer el flechado o la flechada a quien flecha, pronunciando con malicia el vocablo tema.
Un fenómeno observable desde hace años es la conversión de verbos intransitivos en transitivos, lo cual permite hoy construir pelear o luchar una herencia. Lo he señalado abundantes veces; he aquí una más: 'Un asunto oscuro ha tambaleado la confianza de los clientes en esa entidad financiera', con un espantable tambalear transitivo.
La joya que sigue aprovecha el auge de erradicar, verbo viejo en su significado etimológico de 'arrancar de raíz', y bastante joven cuando se emplea metafóricamente en frases como erradicar el analfabetismo o la violencia, empleo del que el banco de datos de la Academia guarda 97 casos entre 1970 y 1980, mientras que son 1.128 los que registra desde el año 1990 y el 2000. Pues bien, tan imparable ascenso ha permitido excretar por la tele que una comida envenenada 'ha erradicado la vida de docenas de personas en China'. Ni Góngora.
Fernando Lázaro Carreter es miembro de la Real Academia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.