Después del 11-S
Dos películas viven en el interior de Señales, la esperada tercera producción del indo-estadounidense M. Nightl Shyamalan. Una, la más obvia, constituye un auténtico tour de force, una apuesta hecha para obtener lo que, a simple vista, parece un imposible: capturar la atención del espectador, durante dos horas, con una historia no ya mínima, sino minimalista; un actor protagonista (Gibson) que parece una sombra de sus mejores días, un escenario apenas cambiante, casi todo construido en interiores, y una amenaza externa en forma de alienígenas.
En este, digamos, primer filme, Shyamalan da muestra de su alta cualificación como profesional del cine. A partir de un formalismo altamente elaborado, aunque no menos evidente, que por cierto ya lastraba el interés de su segunda película, El elegido, el director logra crear, con pocos elementos, un férreo control sobre la puesta en escena y un uso ejemplarmente sólido de la banda sonora, un clima de asfixiante eficacia para volver a recorrer algunos de sus temas estrella: la infancia, el límite entre vida y muerte, la culpa, la amenaza.
SEÑALES
Director: M. Night Shyamalan. Intérpretes: Mel Gibson, Joaquin Phoenix, Cherry Jones, Abigail Breslin, Rory Culkin Género: ciencia-ficción, EE.UU., 2002. Duración: 120 minutos.
Quien se conforme con un ejercicio de maestría narrativa y control del tiempo; quien goce del peculiar estilo de nuestro hombre, hecho de planos de larga duración, de condensación dramática y de sabia ocultación de elementos claves para el avance narrativo, tiene su goce asegurado. Pero ocurre que Señales se estrena a un año del 11-S, en medio de un clima de agitación propagandista en el cual sus imágenes, y sobre todo su burda parábola sobre el retorno al redil religioso, se cargan de otro sentido... es de temer que no involuntario. Porque la recurrencia a elementos como los alienígenas potencialmente agresivos, la figura de los blancos protegidos en una casa-útero, refugio frente a la adversidad de un exterior en el cual el otro reviste características físicas de otra raza -es el tema de tantos y tantos westerns-, y la paranoica suposición de que el enemigo exterior, sea quien sea, venga de donde venga y por razones sin explicitar -nunca sabremos, porque la narración no nos proporciona jamás esos datos, de dónde y, sobre todo, por qué se produce la invasión extraterrestre... y su final-, sólo persigue la destrucción y la violencia del hábitat americano, coloca a Señales en la dudosa senda del más paradigmático aislacionismo, de la tradición más ranciamente autárquica, en la óptica del más obtuso y belicoso nacionalismo.
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