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Columna
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Del abrazo del oso al achique de espacios

Es posible, querido lector, que usted forme parte de esa amplia mayoría de la población vasca que está en desacuerdo -por unos u otros motivos- con el proceso abierto para la ilegalización de Batasuna o con el auto del juez Garzón que suspende por tres años -sin celebración de juicio ni sentencia firme de un tribunal, ahí es nada- las actividades de esta formación política. Cabe incluso que usted haya tenido ganas de levantar su voz, de reclamar que le hagan caso -que para eso las encuestas dicen que está usted con la mayoría-, y de manifestarse en la calle contra tal decisión. Lo más probable es que, además, usted no tenga especial simpatía por Batasuna y que se haya sentido muchas veces repugnancia hacia las acciones de ETA y hacia la comprensión de las mismas por parte de aquélla. A usted tal vez le gustaría encontrar una convocatoria clara y transparente, en la que se exigiera la disolución de ETA, y a la vez se protestara contra los abusos que está cometiendo el Gobierno del PP mediante la combinación perversa de instrumentos administrativos, judiciales, y mediáticos, que nunca debieron mezclarse. A fin de cuentas estaría usted queriendo expresar lo que piensa la mayoría.

Si así fuera, querido lector, permítame decirle que usted, y la mayoría a la que pertenece, lo tiene bastante crudo. Sus opciones son, créame, bastante limitadas. Imagínese que opta por acudir a la manifestación convocada y posteriormente disuelta del pasado sábado en Bilbao. Para empezar, tendría que haber desfilado tras una pancarta con el lema 'Gora Euskal Herria!', lo que, como a mí, puede traerle a la memoria el infausto '¡Arriba España!' de otros tiempos, provocándole un insoportable dolor de cabeza. Imagine que, pese a ello, usted ha optado por sumarse a la marcha y que despliega un pequeño cartel en el que se lee 'No a la ilegalización, ETA kanpora!'. Lo más probable es que su presencia en el cortejo habría sido bastante efímera. Pero, puestos a imaginar, pensemos que usted y su cartel pasaron desapercibidos y que no le ocurrió nada. En ese improbable supuesto, al día siguiente habría podido comprobar, para su desolación, que Arnaldo Otegi le contabilizaba como uno de los suyos.

Usted, como yo, como muchísima gente, es una víctima más del peligroso juego político puesto en marcha durante los últimos años, consistente en estrechar el espacio del adversario hasta dejarlo reducido a la mínima expresión. Imitando a su admirado Bush -'con Sadam o conmigo'-, Aznar proclama que quien no esté con él es cómplice de ETA, y hasta se atreve a exigir que el PSOE explique su relación con Esquerra Republicana de Cataluña. Los de Batasuna, para no ser menos, exigen a EA que abandone el Gobierno vasco, y al PNV que rompa todas sus relaciones con el marco institucional vigente y con el resto de los partidos democráticos. Quieren todo el espacio político para ellos. Les molesta el matiz, odian la reflexión, sólo pretenden la sumisión a un pensamiento (?) burdo, en el que no quepa la crítica. ETA y Batasuna hace tiempo que se ciscan en el pluralismo, la democracia y la división de poderes. Los primeros, eliminando físicamente a sus oponentes. Los segundos, enmarcándolo en el conflicto para evitar pronunciarse -por cierto, no se ha oído a ningún representante de Batasuna explicar el auto del juez Garzón o la Ley de Pardidos enmarcándolos en el conflicto; en esto sí que exigen un pronunciamiento claro del resto-. Últimamente, también el Gobierno ha decidido jugar al achique de espacios poniendo en marcha toda su maquinaria política y mediática para exigir un alineamiento sin fisuras con sus posiciones. Bien mirado, podían plantear que en las Facultades de Ciencias Políticas se sustituya el estudio de Montesquieu por el de las tácticas que el entrenador argentino Cesar Luis Menotti puso de moda en los campos de fútbol.

Tras el abrazo del oso que significó Lizarra, el PNV pareció darse cuenta del problema que supone jugar sin espacio en el que moverse. Ahora, algunos síntomas apuntan a que algo parecido sucede en el PSOE respecto al abrazo recibido de Aznar con el pacto antiterrorista. Esperemos que ambas tendencias se confirmen pues, de lo contrario, usted, querido lector, tendrá que seguir esperando mejores tiempos.

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