Reglas
Desde que el ex presidente González importó de China la metafórica póstula de que lo útil del gato no es su color sino 'el que cace ratones', haciendo inútil a Maquiavelo, que dijo lo mismo -y con más erudición-, al proclamar el éxito del príncipe como desiderátum de la política no importa a cuenta de qué, la costumbre de obviar algunas reglas prácticas menores del juego democrático ya no es pecado; con el Caso Gimeno se añade un baldón más en el manoseo de lo democrático a cuenta de un utilitarismo amoral.
Que el alcalde de Castelló alabe al general Franco en un libro que sufraga su Ayuntamiento y a ocho meses de las elecciones municipales es, de entrada, un regalo a la oposición de centro-izquierda en tanto que un gesto torpe hacia aquellos ciudadanos ideológicamente de centro, otrora votantes del CDS y del PSPV-PSOE, y hoy del PP. En consecuencia, que la oposición se haya lanzado en tromba a afear las opiniones del primer edil resulta de Manual de Campaña.
Pero que el alcalde, habiéndosele presentado dos preguntas por escrito a propósito de las opiniones vertidas en el libro (de acuerdo con el Art. 97.7 último párrafo del Reglamento de Organización) para que en el Pleno Ordinario del jueves 12 de septiembre las contestase, se ausentara del mismo para hacer imposible el control a sus actos que establece el Art. 50.2 del propio Reglamento cuando llegó el punto del orden del día, corrobora el clima de alegría con que las reglas prácticas del juego democrático se minimizan.
En vez de asumir con valentía los actos de que era responsable, delegó en otros -y para después- una respuesta-tipo que buscaba hacer perdonar los desahogos nostálgicos del niño de posguerra que es el alcalde a cuenta de 'lo mucho y bueno que como alcalde ha hecho por Castelló', dato que, desde luego, no tiene nada que ver con lo que la oposición pide en uso de su derecho, y la ciudadanía tiene derecho a saber: si el alcalde mantiene o no las opiniones vertidas en el libro.
Curiosamente, las intervenciones públicas de los dirigentes del PP en apoyo del alcalde reproducen (salvando las distancias), el mismo esquema de las escritas por éste a favor de Franco y su régimen: uno viene a decir, ¡Qué miserables quienes le niegan lo evidente al general sólo porque fusiló, exilió, encarceló, destrozó vidas y familias y suprimió con ferocidad libertades y derechos; porque hizo tanto por España!; y los otros dicen: ¡Qué importan las reglas, ahí están las obras!
En los pactos de la transición se exoneró de manera expresa al franquismo de sus responsabilidades; la oposición transigió en pasar página para facilitar una salida pacífica y de concordia al régimen autoritario del general; que ahora a algunos cargos públicos de la derecha democrática les aflore el subconsciente y pasen de guardar un silencio políticamente correcto a la abierta loa del régimen de Franco no debería escandalizar ya a nadie, porque cada cual somos deudos inevitables de nuestras propias biografías y no debe darnos vergüenza mostrarnos como somos. Apenas tiene sentido, pues, dudar de que muchos (¿o sólo algunos?) de los que se acomodaron (a gusto o a conveniencia), en el régimen democrático guardan en su corazoncito un recuerdo agradecido del general. Y eso no tiene que ver con que el derecho al control político que fijan las reglas del juego democrático que dicen aceptar les venga a contrapié. Aquí y ahora esa resistencia no es ni un mal privativo de todo el PP, ni sólo del PP.
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