Pérgolas, senderos y cipreses
La historia conocida del Carmen de los Catalanes ya constituido como tal, es decir, como una casa con jardín y un amplio terreno con pérgolas, senderos, corrientes de agua ... se remonta al siglo XIX.
Perteneció a Antonio Porcel, un político liberal y parlamentario de las Cortes de Cádiz que alumbraron la primera Constitución española; de ahí ha pasado por varias manos hasta los últimos propietarios, la familia García-Valdecasas, a quienes se les ha expropiado la finca tras años de dimes y diretes legales por una cuantía de 9 millones de euros, equivalentes a 1.500 millones de pesetas.
Pero lo verdaderamente emocionante del carmen no es exactamente sus dos últimos siglos de historia; lo que interesa y emociona a arqueólogos e historiadores (que hasta ahora no habían tenido oportunidad de conocer el lugar) es lo que se intuye que puede descubrirse cuando comiencen las catas arqueológicas.
La vivienda que alberga el carmen no tiene un interés arquitectónico especial aunque bien pudiera esconder un torreón cuya importancia arqueológica sí es de gran importancia para el recinto nazarí.
Los jardines y la flora, por el contrario sí tienen especial relevancia. Mientras recorre el carmen, el arqueólogo Jesús Bermúdez señala algunos ejemplares interesantes de almez, plátanos de indias y cipreses; el sistema hidráulico que permite que haya corrientes de agua por toda la casa también será objeto especial de estudio. Bermúdez, además, resalta el valor del jardín romántico que existe frente a la casa que, de hecho, será uno de los objetivos primeros cuando comience la intervención en el lugar.
El diseño del jardín es contemporáneo a otro ilustre ejemplo de carmen decimonónico granadino, el carmen de los Mártires, propiedad del Ayuntamiento de Granada. En este caso, su diseñador fue un militar aficionado a las óperas que intentó reproducir un decorado wagneriano, con su lago y sus grutas, y que se halla en proceso de reparación.
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