Epidemiólogos españoles detectan indicios de que el cáncer laboral está creciendo entre las mujeres
La incorporación de la mujer al mundo laboral -el 60% de la población femenina de los países desarrollados trabaja fuera del hogar- comporta riesgos para su salud y está modificando el perfil tradicional de pacientes que contraen determinados tipos de enfermedades, como el cáncer, al estar expuestas de manera continuada a productos cancerígenos, según han destacado diferentes especialistas en la reunión de la Sociedad Española de Epidemiología celebrada la semana pasada en Barcelona con el lema Género y salud.
Los expertos tienen identificados una cuarentena de estos productos, en su mayoría agentes químicos y físicos, asociados al lugar de trabajo. Existen serios indicios de que el cáncer laboral crece también entre las mujeres aunque se desconoce hasta qué punto porque las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años se han basado en su mayoría en una muestra integrada exclusivamente por hombres y, cuando no es así, no diferencian las conclusiones entre sexos, lo que en determinados tumores da una visión sesgada de la realidad.
En la mayoría de estudios sobre salud y enfermedad no se tiene en cuenta a las mujeres
La subdirectora del Instituto Nacional de Cáncer de EE UU, Sheila Zahm, estima que sólo en la Unión Europea hay 36.000 mujeres que sufren cáncer de pulmón y 14.000 de vejiga. Zahm coincide con la científica de la Universidad de Bristol Lesley Doyal, que pronunció la conferencia inaugural, al reconocer que las mujeres están discriminadas en materia de salud. Uno de los ejemplos que citan es que en la mayoría de estudios de salud no se las tiene en cuenta. Ambas insistieron por activa y por pasiva, al igual que sus colegas españolas, en que las diferencias entre sexos son biológicas, pero también de género (por el rol social que desempeña la mujer, como la doble jornada, y su relación con determinados trastornos musculares, óseos y de estrés).
Para Doyal no hay duda de que la masculinidad permite tener acceso a una serie de recursos privilegiados dentro de un mismo grupo social, aunque admite que ser varón no es un camino de rosas y también tiene sus riesgos. Cita el ejemplo de que los cabezas de familia se exponen a mayores riesgos laborales. En las comunidades más pobres siguen siendo ellos los que sufren más accidentes laborales. Y apostilla que muchos hombres, por su condición, corren más riesgos (accidentes de tráfico, por beber y fumar en exceso, así como por practicar sexo inseguro). Lo que está claro para un número creciente de científicos es que si las divisiones de sexo configuran la vida de los hombres y mujeres es lógico que esas diferencias se perciban también en la salud.
Uno de los grandes temas que estuvo en el punto de mira de los epidemiólogos reunidos en Barcelona fue el de los pesticidas. La investigadora Ana María García, de la Universidad de Valencia, facilitó listados de pesticidas sospechosos de causar cáncer en los humanos. Algunos de los más criticados, como el DDT, están prohibidos en muchos países, entre ellos España; otros no lo están y son también nocivos para la salud pese a que están menos investigados. La exposición a plaguicidas afecta por igual a hombres y mujeres, pero se desconoce cómo actúan luego en los respectivos organismos. Sí se sabe que los mecanismos por los cuales los plaguicidas atacan al sistema nervioso son variados.
Los estudios científicos realizados hasta ahora sobre los efectos de los pesticidas se basan en como afectan a los agricultores y algunas veces a sus familias, porque aunque no se manipulen directamente pueden perjudicar a las personas que residen en las proximidades de los campos de cultivo. Lo que constituye una incógnita, según García, es de qué forma afectan los insecticidas a los trabajadores de las empresas que los fabrican. Algunos expertos reconocieron que faltan mecanismos para evaluar el grado de peligrosidad de los plaguicidas al tiempo que constataron lo poco que ayudan dichas compañías a averiguarlo, ocultando todo lo posible la composición y trasladando las factorías a países con legislaciones más permisivas.
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