El beneficio es lo que cuenta

No satisfecha con el desastre paisajístico y medioambiental perpetrado en las últimas décadas sobre lugares como la Manga del Mar Menor y que parece proseguir implacable en los escasos resquicios de terreno que aún se mantienen sin hormigón y asfalto, la Consejería de Turismo de la Comunidad de Murcia ha planificado para la última costa virgen de esas tierras, la que se extiende entre Mazarrón y Águilas, un futuro inmediato igual de desalentador: la construcción de 47.000 plazas entre hoteles, apartahoteles y plazas residenciales, siete campos de golf y dos puertos deportivos con 3.000 puntos de amarre, autopista incluida.

Nadie duda de que este proyecto, tal y como argumentan sus defensores, sea beneficioso para la economía murciana, pero ¿es el beneficio económico lo único que debe contar cuando se diseñan este tipo de actuaciones? ¿Es ése el único criterio a la hora de alterar de manera tan rotunda e irreversible un patrimonio natural y cultural tan valioso?

¿No hemos aprendido nada después de años de intervenciones desmesuradas y muy poco sostenibles (pensemos en la demanda de agua que supondrá en una de las zonas más secas de Europa) y que han demostrado una absoluta falta de respeto por el entorno?

El asunto es aún más grave si se piensa que muchos de esos espacios han sido hasta hace poco espacios naturales protegidos que se han recalificado para regocijo de constructoras y especuladores.

Cuesta creer que se siga defendiendo este modelo de turismo a pesar de las evidencias que nos han enseñado que, a la larga, todos (excepto algunos, eso es cierto) salimos perdiendo.

El carácter de estas intervenciones está totalmente en contra de lo que globalmente se está demandando como una nueva cultura medioambiental: un mayor respeto por el patrimonio natural y la búsqueda de un desarrollo sostenible con una utilización racional de los recursos.

Hasta que no entendamos todos lo que eso implica y exijamos actuaciones en consecuencia, la incultura de nuestros políticos seguirá causando estragos y dejando muy poco espacio para el optimismo.