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Columna
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Cómo complacer a una piraña

Cosa rara, me compré un libro. Era un libro bastante curioso por su contenido. Entre otras cosas, explicaba cómo hay que hacer para convertirse en Papa, o para llegar a la Corona de Inglaterra, o para hacerse monja, o para dirigirse a un embajador. El libro me pareció eminentemente práctico, porque también venía cómo rendirse al enemigo. Decía el libro: 'Si el enemigo está cerca, sube las manos por encima de la cabeza. Sin aproximarte, agita un pañuelo blanco o una bandera. Si en el buque o fortaleza en la que te encuentras está izada la bandera de tu país, arríala'. La verdad es que me pareció un consejo de cajón, y cabía esperar muchos de ellos en el libro, lo cual me hizo llegar a la conclusión de que esta obra podría ser una panacea filosófica, un manual para cualquier situación espiritual, la revelación gnóstica que siempre había estado aguardando desde que tuve uso de razón, o desde que lo perdí.

En definitiva, este libro sublimaba el Cómo, culminando en desarrollar ideas partiendo de premisas tales como Cómo tocar el cuerno alpino, o Cómo adivinar el sexo de un ornitorrinco. Comprenderán mi emoción, yo que siempre había estado interesado más en el Cómo que en el Qué, y por supuesto más en el Cómo que en el Cuándo -y no hablemos del Porqué-, al comprobar que en el libro se impartían enseñanzas de profundo calado para el humanismo del siglo XXI. Por fin iba a saber Cómo comprender el lenguaje de las manos de los napolitanos, Cómo montar en un avestruz, o Cómo convertirme en mayordomo. Era tanto lo que el libro me ofrecía que esperaba que en algún lado saliese un Cómo referente a otros temas, quizás más mezquinos pero igual de prácticos, del tipo de Cómo hacerse con el petróleo iraquí. Pero bueno, eso no lo vi en el índice, supongo que porque mi pregunta no tenía mucha vaina.

Reconozco que cometí el error de buscar Cómo acabar con el terrorismo de una vez por todas, y aunque no di con ello, encontré Cómo llevar un kilt, cosa que no era nada desdeñable. 'A preguntas necias, respuestas inteligentes', parecía ser el lema de este mágico libro que abarcaba casi todas las facetas del poliedro mundial. Me emocioné, y creí que podría hallar Cómo medirle la cabeza a Bush para comprarle una peluca, o Cómo hacer que suba la Bolsa a causa de una guerra, pero nada de eso vi, seguramente porque era algo -en apariencia- relativamente desdeñado a un nivel didáctico. Sin embargo, siempre sabría Cómo distinguir un antropomorfo de un mono.

Desafortunadamente, los Cómo más trascendentes -a menudo sucede en estos casos- superaron a los Cómo que eran la esencia lúdica del libro, porque yo, tentado por la sabiduría como un desprevenido Fausto, empecé a hacerme preguntas cada vez más difíciles. A mí me interesaba saber, por ejemplo, Cómo implantar las energías alternativas al petróleo, o Cómo conseguir que haya invierno y verano, o Cómo practicar una piadosa eutanasia a alguien que ya es un cadáver político; en fin, cosas que yo creía importantes. Pero nada de eso venía explicado. Fue una pequeña decepción.

Ahora el tomo ocupa un lugar de honor en mi biblioteca. No está olvidado: a los contados amigos que vienen a mi casa y tienen la manía de hacer preguntas incómodas, les enseño el libro que he extraído ceremoniosamente de una estantería, y les advierto que aunque nunca encontrarán lo que están buscando, siempre toparán con algo mejor y sin duda más interesante. El Cómo es una especie de oráculo, un Libro de los Cambios que se puede abrir por cualquier página y que con un poco de suerte le responde a uno a cualquier interrogante. Incluso sobre política internacional. Pero no se deje engañar, a veces el Cómo se justifica con el Porqué e incluso con el Cuándo. En fin, que esto es más complicado de lo que parece. Al libro hay que hacerle preguntas simples, por ejemplo: Cómo complacer a una piraña. La respuesta es sencilla y divertida. Sólo hay que meter la mano en la pecera y acariciarle debajo de las agallas. Saque usted sus propias conclusiones.

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