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El teatro cubano tiende puentes entre La Habana y Miami

La obra 'Parece blanca' recorrerá toda la isla

Los cubanos de La Habana y de Miami están hoy menos lejos que antes gracias al teatro. La razón: el estreno de Parece blanca, del dramaturgo cubano Abelardo Estorino, que ha reunido en un mismo escenario a un grupo de actores de la isla que viven a ambos lados del estrecho de la Florida. Estorino, el autor del texto, inspirado en el clásico de la literatura cubana Cecilia Valdés, reside en La Habana. Alberto Sarraín, director de la adaptación de Parece blanca, se exilió en Miami tras su paso por una cárcel revolucionaria.

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El Teatro Nacional, en plena plaza de la Revolución de La Habana, fue el lugar escogido el jueves pasado para el estreno de la obra, que viajará este mes por diferentes ciudades de la isla y en otoño irá de gira por Miami, Washington y Nueva York. El montaje de Parece blanca se debe a la cooperación del grupo de teatro de Sarraín, La Má Teodora, y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba, que superaron no pocos obstáculos para sacar adelante el proyecto.

En la obra de Estorino, diez personajes de Cecilia Valdés luchan contra el destino trágico que su autor, Cirilo Villaverde, ha ideado para ellos y que no es otro que el drama fundacional de la cubanidad. Por las tablas pasan blancos, negros y mulatos, criollos y españoles, que son protagonistas de esta historia, la de una familia cubana, que desborda el espacio y el tiempo del escenario teatral y nacional.

Cecilia (Amarilis Núñez, del grupo cubano Teatro de la Luna) es mulata pero parece y quiere ser blanca; Leonardo (encarnado por el cubanoamericano Pablo Durán) se enamora de ella sin saber que es fruto de los amores adúlteros de su padre, Don Cándido Gamboa y la parda Charo Alarcón (Pancho García y Doris Gutiérrez).

La puesta en escena de Sarraín es poco afortunada. Le falta imaginación, ritmo, realidad, dista mucho de estar a la altura de otros montajes que se han visto en la isla, como el que hizo en el pasado el propio Estorino con el grupo teatral Hubert de Blanck. Sin embargo, las numerosas críticas que pueden hacérsele a esta versión de Parece blanca, no rebajan el valor de lo realizado.

Desde hace diez años se venía rumiando la posibilidad de un encuentro entre dramaturgos de la isla y de la diáspora, pero no ha sido hasta hoy que éste ha podido producirse.

En 1992, la Gaceta de Cuba publicó el artículo Entender la totalidad del teatro cubano, del crítico Rine Leal, en el que se exhortaba a las autoridades a aceptar como una realidad la existencia de ese otro teatro que se hacía fuera de la isla. El artículo permitió que se conociera la labor de algunos grupos y directores que trabajaban fuera de Cuba, entre ellos Sarraín, que llevaba tiempo defendiendo el teatro cubano en Estados Unidos y montando obras de dramaturgos que vivían dentro de la isla, lo que le había acarreado críticas y problemas en Miami.

En 1994, cuando Cuba sufría los peores embates de la crisis provocada por la debacle del campo socialista, un grupo de gente de teatro de ambas orillas proyectaron realizar un taller en La Habana que sirviese de plataforma para el reencuentro, pero este sueño se frustró a última hora por problemas burocráticos y políticos. Sin embargo, Sarraín y otros continuaron con el empeño y poco a poco se crearon pequeños espacios para que actores cubanos de ambas orillas colaborasen, aunque nunca con la dimensión alcanzada hoy.

Para Sarraín es tan importante la obra en sí misma como el hecho cultural que significa que se realice con actores cubanos y cubanoamericanos y que además se presente en la isla y en Miami. 'En estos ocho años hemos ganado cientos de artistas, espectadores y amigos que creen que la cultura cubana y el amor por nuestras raíces une a los cubanos en todas partes del mundo, más allá de otras discrepancias, estilos de pensamiento y formas de vida', afirma.

Durante el largo viaje de Parece blanca, el proyecto ha sufrido 'el embate de muchos vientos', indica Sarraín. 'Hoy todo vale la pena. Hemos logrado un equipo de amor y llevamos un mensaje de reconciliacion y paz'.

Michel Hernández, a la izquierda, y Pablo Durán, durante la representación en el Teatro Nacional de La Habana. ESCENA
Michel Hernández, a la izquierda, y Pablo Durán, durante la representación en el Teatro Nacional de La Habana. ESCENAREUTERS
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