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Diecisiete razones para emigrar

La miseria, las ansias de libertad y la falta de perspectivas de futuro obligan a miles de extranjeros a establecerse en España

¿Qué lleva a una persona a pagar cerca de 1.000 euros para jugarse la vida atravesando el Estrecho de Gibraltar en patera con lo puesto? ¿Cómo puede una madre separarse de sus hijos para viajar a un lugar situado a miles de kilómetros donde su futuro es incierto? El ministerio del Interior asegura que en lo que va de año ha intentado expulsar a 43.000 inmigrantes irregulares, pero nadie sabe con seguridad cuántos han conseguido entrar en España. Diecisiete extranjeros de nacionalidades diferentes cuentan las razones que les llevaron a emigrar a España.

  • Nabila Tatoy. Estudiante de secundaria en Tánger, Marruecos. Trabaja de camarera en Barcelona. Tres meses de matrimonio le bastaron a Nabila para hartarse de los celos de su marido. Se separó con el apoyo de su familia, 'que pese a ser de un pueblecito son muy abiertos de mente'. Pero la presión de los chismorreos de la gente del pueblo se hizo insoportable.

  • 'Perdí a mi marido en un terremoto que hubo en Colombia. Me quedé sin nada', dice Yolanda
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    'Me puse enferma'. Cayó en una depresión y decidió poner tierra por medio. 'Mi madre fue la primera en decirme: 'vete'. 'Me gusta más trabajar que estudiar, además mi familia necesita que les mande dinero todos los meses'. Lleva un año y medio saliendo con un chico catalán y en octubre se casará de nuevo.

  • José Collantes. Economista en Quito, Ecuador. Ahora es empleado de una empresa de rótulos luminosos en Madrid. 'En 1993 el Gobierno ecuatoriano recortó el gasto público y expulsó a muchos funcionarios entre ellos a mí', cuenta José. 'Mi mujer y yo decidimos entonces abrir un videoclub, pero en 1997 el sucre [moneda oficial de Ecuador] se devaluó y la economía ecuatoriana se fue a pique', añade.

  • 'No teníamos dinero para dar de comer a nuestros cuatro hijos y en 1999 decidimos emigrar a Italia. Allí estuvimos un año, pero nos pusieron muchas trabas para la regularización. En noviembre de 2000 decidimos viajar a España. Aquí hemos conseguido trabajo y papeles'.

  • John. Estudiante de Económicas en Bamenda, Camerún. Trabaja de albañil en Madrid. 'Tuve un problema político en mi país y escapé. Hice unas declaraciones públicas en contra del director general de la Seguridad Social, que estaba acusado de robar muchísimo dinero y me encarcelaron' cuenta John. 'Una noche se acercó mi carcelero a preguntarme por qué estaba allí. Le conté mi historia y dio la casualidad de que era de la misma etnia que yo. Me soltó y crucé hasta Nigeria y desde allí a Marruecos. Una hermana que vive en Estados Unidos me envió el dinero para poder viajar a España en patera. Cruzar el Estrecho me costó 10.000 dirhams [900 euros]'.

  • Wilfredo G. Agente de policía en Lima, Perú. Trabaja de día como transportista y de noche como vigilante jurado. 'Yo no me vine a España por motivos económicos, sino por amor a mis hijos, porque soy muy querendón', asegura el peruano.

  • 'Me casé muy joven y me separé. Mi ex mujer decidió venirse a Madrid con su familia. Poco después mi hermana vino a España y al volver, me dijo que mis hijos me echaban mucho de menos. Vine a visitarlos y me quedé. Ahora he conseguido papeles pero mi situación económica era mucho mejor en Lima'. Wilfredo salió de Perú gracias a un coronel del Ejército. 'Él me ayudó por mi condición de policía. No me arrepiento de haber venido', asegura.

  • Telmidi. Estudiante de Derecho en el Sáhara occidental. Ahora es albañil en Las Palmas de Gran Canaria. 'Coloco azulejos y plaquetas de suelo, y además cargo y descargo mercancía, aunque ahora estoy de baja'. Emigró por 'problemas políticos': es partidario del Frente Polisario.

  • Fue deportado a Casablanca (Marruecos) con prohibición expresa de regresar a El Aaiún. 'En Marruecos te meten en la cárcel por cualquier excusa', asegura. Aún no ha encontrado el mundo que esperaba: 'No es justo cómo los empresarios tratan a los inmigrantes; nos meten a trabajar 14 horas diarias sin cobrarlas y nos amenazan con perder el trabajo. En la agricultura, lo que no hacen ni los burros lo hacen los inmigrantes'.

  • Yolanda Gozalbes. Ama de casa en Armenia, Colombia. Vive en Madrid y cuida a una anciana durante la noche. 'En el terremoto que asoló Armenia en 1999 perdí a mi marido. Él era el único que traía dinero a casa y cuando murió me quedé sin pensión porque no había cotizado a la seguridad social. Esperé en Colombia más de un año a ver si conseguía algún empleo pero cuando vi que seguía en paro me vine'.

  • La mala situación económica hizo que Yolanda hipotecara la casa de su madre para pagar el avión. 'Mi hijo de 11 años vive allí, en Armenia, con mi madre, pero me lo traeré en cuanto pueda. Mando un poco de dinero para ellos y para pagar la deuda'.

  • Ibrahim. Vendedor en Kaolack, Senegal. Es dueño de un locutorio telefónico en el barrio madrileño de Lavapiés. 'Somos cinco hermanos. El mayor de ellos viajó a EE UU donde enseguida encontró trabajo en Nueva York como taxista. Con el dinero que enviaba comía toda la familia', explica el senegalés.

  • 'Yo que soy el más pequeño, ayudaba a uno de mis hermanos en su puesto del mercado, pero no tenía ninguna perspectiva de futuro. Cuando mi hermano llamaba desde EE UU me animaba a emigrar; me decía 'ven conmigo a Nueva York o vete a Europa'. Lo normal en Senegal es emigrar a Francia por el idioma, pero detesto ese país porque todavía hoy trata al mío como si fuera una colonia. España es menos rica que Francia, pero es un buen lugar para vivir'.

  • Marco Posta. Empresario en Buenos Aires, Argentina. Se gana la vida en las calles de Madrid realizando tatuajes de henna. 'Yo tenía dos estudios de tatuaje en Buenos Aires. Pero con la crisis los perdí'. Marco ejemplifica la historia reciente de miles de argentinos. 'Decidí venirme a España con una amiga que tiene antepasados italianos y que puede conseguir la nacionalidad. Mientras, dormimos en el aeropuerto de Barajas. No tengo una cuenta bancaria y nadie nos quiere alquilar un piso. Antes de venir a Madrid estuvimos en Málaga y en Barcelona. Vamos a marcharnos a otro lugar cuando llegue el frío porque entonces ya nadie querrá hacerse tatuajes en la calle'.

  • Agustín Frank. Operador de cámara en Nigeria. Es limpiador de coches en Las Palmas. 'Dedico dos horas a cada uno. El dinero que me dan por ello equivale a meses de trabajo en Nigeria'. 'Antes de venir a España emigré a Libia en busca de un salario mejor. Allí murió mi mujer'. Sus dos hijos viven con su suegro en Nigeria. Les envía casi todo el sueldo que gana para que continúen sus estudios. En seis meses dice haber encontrado la Europa de la que le hablaron y confía en arreglar pronto los papeles.

  • Jian Wei. Estudiante de Ciencias Sociales en Huatu, China. En Madrid es redactor del semanario chino Zhong Guo Bao. 'Como dice un proverbio de mi país, 'La luna en el extranjero es más redonda y más brillante que en China', explica Jian justificando la tradición migratoria china. 'Pude estudiar en Hong Kong Ciencias Sociales gracias a los parientes que tengo allí. Sólo llegué a tercer curso y fue entonces cuando mi padre me obligó a emigrar'.

  • Pero no viajó a España, sino al destino tradicional de sus parientes: Panamá. Mis abuelos y mis tíos ya habían estado allí'. 'Conseguí ahorrar y monté mi propio negocio, un restaurante típico panameño. Pero en 1989 cuando el ejército de Estados Unidos invadió Panamá para llevarse al presidente [Manuel Antonio] Noriega, un proyectil cayó en la puerta de mi local'. Fue entonces cuando decidió venir con su familia. 'Elegimos Europa porque la gente es más culta y más tranquila. Y España porque conocíamos el idioma'.

  • Andrei Yasniy. Soldador en Tropolo, Ucrania. Trabaja como albañil en Madrid. 'Me quedé en paro porque la empresa para la que trabajaba cerró. En Ucrania como en todas partes si hay trabajo, hay dinero y yo tengo dos hijas a las que mantener'. Andrei, que prefiere que le llamen Andrés, lleva tres años sin ver a su familia. 'Yo no puedo salir de España porque no me dejarían volver. No tengo papeles'. Ahora vive en un piso con tres compatriotas y asegura que está 'feliz en Madrid'. 'Gano suficiente para mí y para mandar dinero a mis hijas'.

  • Marcela Morales Gálvez. Ama de casa en Santiago de Chile. Es empleada de una empresa de limpieza y asistenta por horas en Barcelona. 'Me lo tomé como una prueba, y salió bien'. Una difícil situación de pareja, falta absoluta de oportunidades y alejar de futuros problemas a dos hijos preadolescentes 'que ahora estarían rodeados de droga' la llevó a emigrar 'en busca de un horizonte mejor', pese a las reticencias de la familia de su marido. Eligió España porque su madre y su hermana habían emigrado unos años antes. Es consciente de 'la suerte' que ha tenido: llegó a España 'en un momento en el que conseguir papeles era fácil', encontró trabajo enseguida y eludió 'un rápido empeoramiento de la situación en Chile'. 'Allí, a menos que seas profesional, te limitas a trabajar y sobrevivir. Aquí trabajo mucho, pero me puedo permitir cosas tan impensables allí como ir al cine'.

  • Sahibzada Abdul Wahed. Químico en Islamabad, Pakistán. Trabaja en un aparcamiento en Barcelona. La constante incertidumbre política y económica en la que vive Pakistán desde hace décadas llevó a Sahibzada a emigrar a Barcelona. 'Salí hace 10 años huyendo de Pakistán, un país con un futuro permanentemente incierto que siempre sufre los problemas derivados de otros, como Inglaterra o la Unión Soviética en su momento, y Estados Unidos en la actualidad'. Escogió España porque tenía conocidos que le aseguraban que aquí había trabajo, aunque a causa del idioma no ha podido continuar la carrera de químico que acababa de empezar en Pakistán. Desea regresar a su país 'dentro de dos o tres años'. Mientras tanto, visita a su familia dos veces al año y desde la entrada de las tropas americanas en Afganistán hablan por teléfono a diario.

  • Vivian Baguer. Abogada en Cuba. Es camarera en un hotel de Barcelona. 'Sabía a lo que venía, no como otros compatriotas que se creen que España es el paraíso y luego tienen una gran decepción'. Vivian tiene paciencia. 'Era consciente de que iba a hacer un trabajo de inferior nivel', pero sus intereses van 'más allá de lo económico'. 'Las ansias de conocer mundo' la llevaron a salir de Cuba, donde se ganaba la vida en el ministerio de Trabajo. Tiene dos cosas muy claras: que quiere viajar y que no piensa 'quedarse de camarera'. Ahora es capaz de hacer planes, tras dos años de la vorágine que representa 'lo de siempre': conseguir papeles, un trabajo, un piso de alquiler, renovar el permiso de residencia y lidiar con el Gobierno cubano para poder viajar a su país 21 días cada año.

  • Manuel Fajardo. Técnico electrónico en Filipinas. Trabaja como camarero en Barcelona tras nueve años como empleado de hogar. 'En Filipinas era imposible mantener a una familia, aunque trabajaras mucho'. Manuel Fajardo fue a Barcelona 'en busca de una vida mejor' y la eligió porque tenía amigos viviendo en la ciudad que lo ayudaron al llegar. Emigró acompañado de una hermana y, aunque lo intentó, no logró trabajar para su antigua empresa porque 'sólo aceptaban empleados españoles'.

  • Jessica, dueña de un bar en Managua, Nicaragua. Ahora es dependienta en una tienda de alimentación de Madrid. 'Yo era la única de mis hermanos que todavía vivía en Managua antes de venir aquí. Dos de ellos se fueron a trabajar a Estados Unidos y otros dos a Canadá. Mi marido y yo abrimos una licorería pero el negocio fue mal. Un amigo nos dijo que aquí en España se vivía bien, y sin pensarlo dos veces vendimos el negocio y con lo que nos dieron nos vinimos a Madrid'. A Jessica no le gusta este país. 'La gente trata mal a los extranjeros. Además no soporto el frío del invierno y echo mucho de menos a mi familia. Creo que antes de que llegue diciembre volveré a Managua'.

  • Ta-Hwa Chao-Lin. Ingeniero naval en Taipei, Taiwan. Preside el Comité para la Educación e Integración de los Inmigrantes Chinos en España. 'Elegí España porque cuando terminé mi carrera a principios de los 80, este país era el segundo del mundo en fabricación de barcos. Terminé mis cursos de doctorado en la Universidad Politécnica de Madrid con muy buenas notas, pero el final de mis estudios coincidió con la crisis del sector naval'. Como no encontraba un puesto en lo suyo, se puso a trabajar en un restaurante chino. 'Con el dinero que gané abrí una oficina de importación de bisutería y un laboratorio de revelado rápido. Para los chinos, la integración en España es muy difícil por causa del idioma, por eso fundé el comité que ahora presido, para ayudar a mis compatriotas'.

  • Esta información ha sido elaborada por Clara Blanchar, Manuel Altozano, Verónica Marín Basallote y Juan Manuel Pardellas.

    Ciudadanos de Guinea Ecuatorial toman unas tapas en  un bar de Leganés (Madrid). PLANO GENERAL - ESCENA
    Ciudadanos de Guinea Ecuatorial toman unas tapas en un bar de Leganés (Madrid). PLANO GENERAL - ESCENASANTI BURGOS

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