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Reportaje:

Una alquería para el siglo XXI

Dotar las viviendas tradicionales de usos se perfila como la mejor coartada para conservar este patrimonio urbanístico

Un continente sin contenido puede esfumarse, pero si se le concede la oportunidad de instruir por su uso puede mantenerse vivo. Éste es el regalo concedido a la alquería dels Frares, o Mas dels Frares, un ejemplo de vivienda rural valenciana junto al marjal dels Moros, espacio natural de alto valor ecológico, catalogado por la Unión Europea como ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves). Y es un regalo porque parece algo excepcional en unos edificios acostumbrados a lances desagradables: derribos sistemáticos en las zonas de Blasco Ibáñez o La Punta y, en el mejor de los casos, degradados.

La casa de labranza dels frares, de principios del siglo XVII, acoge el Centro de Educación Ambiental (CEA) dependiente de la Consejería de Medio Ambiente. Su rehabilitación ascendió a 1.500.000 euros (250 millones de pesetas). 'A esta alquería se le ha dado un uso dotacional de centro de educación ambiental, porque está localizada en un área protegida de humedal. El lugar es magnífico para el uso al que está destinado', explica José María Tomás, el arquitecto de la reforma, mientras señala unas panorámicas exquisitas: unas vistas del Marjal dels Moros y de las sierras Calderona, al sur, y de Espadán, al norte.

La necesidad de conservar, con el magnífico entorno parece inexcusable, como también lo es preguntarle a un experto su opinión sobre la situación de otras alquerías con un valor arquitectónico superior. Viviendas patrimoniales en el área metropolitana de Valencia que esperan la ineludible incursión de una máquina excavadora. Porque actualmente la única catalogada como BIC (Bien de Interés Cultural) es la Alquería del Moro de Benicalap, que es además la única alquería gótica completa. 'No tengo la documentación delante pero lleva tiempo catalogarlas como BIC y deben reunir unos requisitos tipificados por ley', aclara Tomás, 'de todas formas los planes de ordenación urbanos pueden protegerlas; lo ideal para salvar estas viviendas es darles un fin. No he llevado proyectos para otras alquerías. No es mi función', añade, pero insiste en la relevancia del acervo urbanístico en la cultura de un pueblo.

Sagunto fue durante el siglo XVII una zona donde se fabricaba aguardiente. Este edificio estuvo dedicado a estos fines y fue un punto de encuentro de frailes. Ahora es lugar para exposiciones, biblioteca, centro de documentación y laboratorios, y se imparten cursos.

El conjunto se erige sobre tres plantas. En la baja se conserva una cocina al estilo de los caseros y un patio que se abre en una zona porticada que comunica con la bodega y el aljibe. En las superiores las vigas de madera cohabitan con ordenadores y tubos de ensayo. También pertenecen a este siglo el aprovechamiento energético: paneles solares y reciclaje de aguas residuales para el riego.

Once hectáreas de tierra rodean el edificio con especies autóctonas, cuyo uso agrícola es un tributo a las distintas civilizaciones: cereales por los romanos, cítricos por los árabes, la patata importada por Colón desde América y la producción actual bajo los plásticos de los invernaderos. 'Esperamos recrear la fauna del humedal en estos terrenos anexos', adelanta el director del CEA, Mario Planelles.

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