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Columna
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Escandaloso silencio

Un buen amigo me contaba hace unos días la visita a Málaga de Ibn Saud, padre del rey Fahd y fundador de la actual dinastía saudí. Eran los años cincuenta: hambre, miedo y pobreza. Franco había requisado -más o menos por las buenas- la casa de una rica familia malagueña e invitó a instalarse al monarca. Mi amigo, entonces un niño, recuerda aún la tarde en que fue con su padre a los toros, en la plaza de la Malagueta, y vio a Ibn Saud arrojando monedas a la gente.

La Málaga que se encuentra el rey Fahd es muy diferente. Fahd, viejo y enfermo, no ha asistido a los toros, pero ha tenido otros entretenimientos: al comienzo de su estancia un potentado compatriota le dedicó dos sesiones de acrobacias aéreas. Quizá quería demostrarnos la pericia de los pilotos saudíes, algo que resulta innecesario -y de bastante mal gusto- después del 11 de septiembre del 2001, fecha inolvidable en la que todo el planeta conoció el monstruo alimentado por la cerrazón wahabi.

Afortunadamente, estos son otros tiempos y el peso de los derroches de Fahd apenas se hacen notar en la economía de la Costa del Sol. Sin embargo, la acogida que algunos le hacen se parece bastante a la que Franco le dedicó a su padre. También hay ahora pícaros dispuestos a dar volteretas por unas pocas monedas y, así, las cercanías del palacio del rey Fahd en Marbella se llena de ociosos dispuestos a esperar en vano un hipotético trabajo en una ciudad que está llena de oportunidades laborales reales. Son resabios del subdesarrollo. Qué le vamos a hacer.

Lo que resulta escandaloso es el silencio con el que se ha acogido la noticia de que el Ayuntamiento de Marbella haya decidido dedicar al rey Fahd una de sus más importantes avenidas. Ya Jesús Gil había dedicado un bulevar a un amiguete suyo, un jeque de medio pelo, pero condenar a la ciudadanía a circular por una avenida que lleva el nombre de uno de los mayores sátrapas vivos es algo que parece demasiado.

Para conocer bien qué sucede en Arabia Saudí no hay nada mejor que darse un paseo por la web de Amnistía Internacional. En ese país, todo atropello es posible, pero resulta especialmente sangrante la situación de la mujer y, especialmente, de las sirvientas inmigrantes, que viven en la semiesclavitud. En contra de lo que se cree, no se trata sólo de que la monarquía wahabi respete unas tradiciones contrarias a la dignidad humana, sino que a esas tradiciones se suman iniciativas legislativas que impiden cosas que antes no estaban vetadas.

Como, por ejemplo, que las mujeres conduzcan, cosa que antes podían hacer, pero que fue prohibida hace apenas doce años. Y es que, como decía el difunto jeque Abdulaziz Bin Abdullah, que fue gran mufti del reino, 'el que la mujer conduzca acarrea muchos males y consecuencias negativas, como por ejemplo que se mezcle con hombres estando desprevenida'. Éste es el nivel, pero no hay que tomárselo a broma.

Lo peor no es que el GIL y su empresariado fiel tomen iniciativas como ésta, sino que la oposición municipal del PP y el PSOE, representada, mire usted por dónde, por dos mujeres, acepte en silencio. Pero más escandaloso aún es el silencio de nuestras feministas oficiales. ¿En qué estarán pensando?

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