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Para ser libres

Se podría decir que un fantasma recorre Europa: el fantasma del fascismo y la xenofobia. Un fantasma asola Euskadi: la banda terrorista ETA y sus cómplices civiles. En Francia, Le Pen; en Austria, Haider, y en Euskadi, ETA y sus cómplices civiles. En Europa, la xenofobia contra los inmigrantes; aquí, la exclusión de los que no somos nacionalistas, de los que nos consideramos vascos y españoles en Euskadi.

Pero lo nuestro es más grave: aquí ETA excluye matando. La xenofobia y el fascismo vascos tienen nombre y apellidos. Los xenófobos vascos excluyen arropados en las teorías étnico-racistas de Sabino Arana. Los vascos tenemos un hecho diferencial con relación al resto de fascistas europeos. En Francia Le Pen no mata, no tiene ningún grupo de matones para asesinar a políticos de izquierda o derecha, intelectuales disidentes, periodistas, concejales o inmigrantes. En Euskadi, llevamos más de 800 asesinados en nombre de un nacionalismo xenófobo y étnico excluyente. ETA es el brazo ejecutor sí, pero arropado a la sombra de sus cómplices civiles y otros amigos que hacen la vista gorda desde el púlpito o la poltrona.

En Euskadi, ETA y sus cómplices de Batasuna, con menor porcentaje de votos que Le Pen, campan a sus anchas, y el PNV, el partido que nos gobierna, pone el grito en el cielo ante su posible ilegalización. ¿Cuánto duraría en Francia el partido de Le Pen si diera soporte a un grupo terrorista como ETA?

En Francia, derecha e izquierda se unen contra el xenófobo Le Pen, y Batasuna y PNV franceses votan al candidato de derechas Chirac para defender los valores de la República francesa. En Euskadi, PP-PSOE unen sus fuerzas para ofrecer una alternativa de Gobierno constitucional diferente a Ibarretxe y para algunos es el horror, el fin de la democracia, el acabóse, la inauguración de una etapa franquista...

En Francia, Austria, Holanda... nadie preconiza el diálogo con los fascistas y xenófobos, y todos reivindican el fortalecimiento del Estado de derecho. En Euskadi, los que dicen compartir los fines de los terroristas jalean la palabra diálogo y piden que cedamos al chantaje para acabar con el chantaje. Y los que optamos por no ceder al chantaje y reforzar el Estado de derecho somos tildados de fascistas y antivascos, cuando en Francia el antifrancés y xenófobo es Le Pen, por muy arropado que vaya en la bandera tricolor y cante a voz en grito La Marsellesa.

La macabra secuencia de la exclusión étnico-nacionalista en Euskadi sigue imparable en su proceso: asesinatos-extensión del terror, propagación del miedo, desistimiento de las víctimas hasta lograr su deserción-rendición definitiva. Los concejales asesinados en Euskadi, en Pamplona, Sevilla, Madrid y Barcelona, y estos crímenes van acompañados de innumerables actos de barbarie con coches bomba, incendio de casas, inmuebles y otras propiedades, ataques, insultos, amenazas, destierros, etcétera. Una verdadera 'caza' contra personas no nacionalistas en el 90% de los casos, una limpieza ideológica en toda regla.

¿Quién se presenta en estas condiciones a las próximas elecciones municipales? ¿Podrán los candidatos autonomistas cubrir sus listas en el conjunto de municipios de Euskadi? ¿Cómo se comunicarán con sus electores, con sus convecinos, los candidatos escoltados y amenazados de muerte? ¿Por Internet? ¿Por teleconferencia? Si en decenas de municipios no pueden presentarse los candidatos no nacionalistas, ¿a quién beneficia electoralmente la limpieza étnico-nacionalista de ETA y sus cómplices? La respuesta es obvia: a los nacionalistas que no corren ningún 'riesgo' para hacer sus listas.

Y con este panorama tenemos que soportar que Ibarretxe y los nacionalistas dicen que sus propuestas soberanistas son la expresión de más democracia. Nosotros nos daríamos con un canto en los dientes si se cumplieran los requisitos mínimos que toda democracia debe tener y de la que hoy adolece la vasca. Es un sarcasmo que se nos hable de una consulta a los vascos para que decidan con libertad su futuro cuando representantes de partidos no nacionalistas no pueden presentarse a unas elecciones locales, cuando los ciudadanos no nacionalistas no pueden votar a su opción preferida, cuando nuestra democracia presente sufre de un raquitismo endémico con la libertad secuestrada, pisoteada y asesinada.

Ésta es la realidad diaria de la 'democracia vasca'. Y ante esta gravísima situación todavía hay quien se pregunta si declarar fuera de la ley a quien actúa fuera de la ley servirá para algo. Les diré una cosa: lo que ya sabemos es para lo que ha servido no actuar como hoy lo estamos haciendo: casi 900 muertos. El terrorismo de ETA, que nació en las postrimerías del franquismo, lleva más de 25 años asesinando contra la democracia. Su entramado político, los silencios cómplices y el terror han conseguido que aún siendo democrático el acto de votar -sólo formalmente libre y secreto-, todo lo que ocurre antes y alrededor esté dominado por el miedo.

La defensa de los principios y los valores fundamentales no puede estar sometida a un cálculo electoral, y hay cosas -como actuar sin complejos contra el fanatismo y la xenofobia- que hay que hacer por decencia y por dignidad. Pero contra los pesimistas que creen que esto reforzará a quienes tratan de destruir la democracia, yo soy optimista. Sé que la clandestinidad es incómoda y sé también que la impunidad y la comodidad -y el dinero- han servido para mantener y renovar con sangre nueva a Batasuna. Sabemos que son unos cobardes, que tienen tanto odio de sobra como falta de convicciones. Viven cegados por la 'victoria' del terror ante una democracia que han considerado débil y acomplejada. Pero van a descubrir que esta joven democracia que les declaró la paz en 1977 sacando a todos los presos etarras de la cárcel es capaz de defenderse. Y cuando comprendan que tienen más que perder si siguen matando que si dejan de hacerlo, empezará su cuenta atrás.

Lo que hemos de hacer es seguir combinando la firmeza con la paciencia, sin confundir nunca ésta con la resignación. Hemos de blindar nuestras convicciones y seguir adelante, buscando cada vez más complicidades sociales, políticas y mediáticas tanto en España como fuera de ella. No hay otra receta. Las otras, la de aguantar a ver si cambian, la de ceder para que nos dejen sobrevivir ya sabemos dónde nos han llevado. En palabras de Albert Camus, y para terminar, 'no se trata de saber si persiguiendo la justicia lograremos preservar la libertad. Se trata de saber que sin la libertad no realizaremos nada y perderemos a la vez la justicia futura y la belleza antigua'.

Rosa Díez es eurodiputada y presidenta de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo.
rdiez@europarl.eu.int

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