Ruidos en Isla Cristina

Una vez que mi familia y yo hemos vuelto a Cataluña después de pasados unos días en la población de Isla Cristina, creo hallarme en la obligación de manifestar mi opinión respecto a ciertas situaciones que enturbian la vida de dicho atractivo enclave.

En efecto, Isla Cristina es un bello pueblo costero, con una mayoría de gente agradable, buen clima y agradable estancia. No obstante, existe un factor negativo. El ruido continuo que emiten las motos y ciclomotores que circulan con escape libre, y los turismos con las radios a pleno volumen convierten el ruido en insufrible. La mayoría de los ciclomotores no están matriculados y, me consta, carecen de seguro. Ningún conductor lleva casco, no respetan los semáforos ni las preferencias y, si les apetece, circulan por la acera. En tramos donde la velocidad está limitada a 30 kilómetros por hora establecen competiciones de velocidad, auténticas carreras.

Pero lo que convierte a Isla Cristina en una población sin ley es la cómplice condescendencia por parte de las autoridades locales, su dejación. No sancionan, vigilan ni reprimen dichos abusos. Es más, en la playa Central se sitúan unos vigilantes, con uniforme del Ayuntamiento de Isla Cristina, sólo con la obligación de que no aparquen turismos ni el breve tiempo de dejar a un familiar. Delante de él transitan motos a exceso de velocidad y produciendo ruido innecesario, o turismos con radios a máximo volumen a cualquier hora del día o de la noche, ante lo cual adoptan una postura de total pasividad.

El pasado día 15, al censurar a uno de dichos guardias su ineptitud, ya que delante de él una moto estuvo a punto de causar un accidente, su respuesta fue decir que él no estaba para sancionar a nadie. No es una acusación, pero al día siguiente las ruedas de mi vehículo estaban rajadas. Curiosa coincidencia.