Altruistas

La noticia saltaba a principios de julio: José María Álvarez del Manzano no volvería a presentarse como candidato a alcalde de Madrid. Él es, posiblemente, uno de los últimos políticos en activo de ese grupo de 'voluntarios altruistas' que, hace ya un cuarto de siglo, decidieron abandonar su actividad profesional para impulsar el proceso de construcción de la renacida democracia española.

Quizá estos orígenes sean la causa de que en el turbio mundo político de hoy él sobresalga entre los demás. Y sobresale porque es distinto a la mayoría de ellos, porque nunca ha concebido la política como vehículo para satisfacer ambiciones personales, por no entrar en el juego fácil de las descalificaciones y mantener siempre una exquisita cortesía política con sus adversarios, porque tras 14 años de gobierno en Madrid nadie le ha podido encontrar, y bien que se lo han buscado, el más mínimo atisbo de corruptela o de borrón en su gestión, y por su perfil, profundamente humano, que le ha servido para ganarse el cariño y respeto de la mayoría de los madrileños. Y esto, que debería ser lo normal, resulta, entre la clase política actual, por lo menos, extraño.

Así, cuando la próxima primavera cierre sus 14 años de gobierno municipal, sólo habrá una maldad que poder reprocharle: haber dejado el listón muy alto, altísimo.

Tan alto que cuando ceda el bastón de mando a su sucesor, podrá permitirse el lujazo de hacerlo con un chulapo, orgulloso y muy castizo '¡Ahí queda eso!'... y de él nos quedará un grato recuerdo del magnífico alcalde que ha sido.