Bush se fue a la guerra
Concluidas las últimas perturbaciones meteorológicas y nupciales, aparecen los horizontes bélicos que nos aguardan ahora que el presidente Bush se fue a la guerra como el Mambrú de nuestros cantos infantiles. Claro que, tras haber estado sometidos a las radiaciones electromagnéticas y a la lectura de la prensa de la semana pasada, deberíamos tal vez antes acompañar a Rafael Sánchez Ferlosio para advertir 'el impudor y la osadía con que la vida privada ha tomado por asalto los medios de comunicación e invadido y ocupado con sus obscenas huestes el interés público' (véase su libro Vendrán más años malos y nos harán más ciegos en Ediciones Destino. Barcelona, 1993).
También los periodistas deberíamos aplicarnos lo que dice Pierre Bourdieu en La lección sobre la lección y aceptar que todas las proposiciones en que nos basamos nos son de plena aplicación, porque cuando falta esa distancia objetivadora, crítica, es cuando damos la razón a quienes tienden a considerarnos una especie de inquisidores terroristas, disponibles para todas las actuaciones de policías simbólicos. Porque el periodista, hijo de lo que suele llamarse el pueblo y llegado a lo que suele llamarse la élite, sólo puede acceder a la lucidez especial que se asocia a cualquier especie de extrañamiento social si denuncia tanto la representación populista del pueblo, que sólo engaña a sus propios autores, como la representación elitista de las élites, adecuada para engañar a ambos, tanto a los que pertenecen a ella como a los que no.
Pero volvamos a la cuestión. Estamos en víspera del aniversario del mayor atentado criminal de la historia y parecerían fechas señaladas para la proclamación de solidaridades irrestrictas con Estados Unidos al grito de todos somos neoyorquinos. Pero, una vez revestidos de esa condición, quedamos en condiciones de ejercer nuestro juicio crítico como lo hacen cada día muchos de sus más relevantes ciudadanos, incluidos algunos que tienen o han tenido máximas responsabilidades políticas en esa gran nación americana.
Recordemos aquellas manifestaciones del ministro Piqué en sus tiempos de titular del Ministerio de Asuntos Exteriores cuando suscribió con su colega del Departamento de Estado, Madeleine Albright, una declaración conjunta que, según se dijo entonces por portavoces diplomáticos muy autorizados, nos convertía en aliados privilegiados de Washington, de modo que nuestro entendimiento iba a quedar por encima incluso de la special relationship definida con el Reino Unido de la Gran Bretaña. En estos días se diría que el premier británico Toñín Blair, dispuesto a derramar sangre de sus compatriotas en Irak, nos hubiera tomado la delantera, pero todavía podemos recuperar distancia al sprint y llegar primeros a la meta de la adhesión inquebrantable. De momento hemos sabido que el texto del Convenio Hispano-Norteamericano remitido al Congreso de los Diputados va mucho más allá de los ajustes técnicos anunciados y pone, por ejemplo, los aeropuertos españoles a disposición de las Fuerzas de Estados Unidos eliminando los plazos y autorizaciones que hasta ahora eran preceptivos.
Aunque estemos en el mes de septiembre, todo indica que vamos a inaugurar fuera de estación un nuevo mes de las flores. Todos se disponen ya a ir con sus ofrendas a Bush. Se nos dirá que el presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Gerhard Schröder, han ensayado la búsqueda de una posición autónoma y que han objetado el unilateralismo norteamericano, como también lo ha hecho el alto representante de la UE para la Política Exterior, Javier Solana, pero puede pronosticarse con solvencia que acabarán cerrando filas, en cuanto se perfile la manera de hacer el paripé con Naciones Unidas y se fije un ultimátum a Sadam; es decir, en cuanto se proporcione alguna cobertura de legalidad internacional a las decisiones irrevocables de Washington. Nadie quiere incurrir en las iras de Bush porque el disidente se expondría a verse envuelto en informaciones comprometedoras. Otra cosa es que cada uno ande buscando la mejor manera de compensarse en el área de los asuntos propios.
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