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Columna
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Doble viaje

La noticia del fallecimiento del periodista Luis Carandell me sorprendió a finales de agosto en las informaciones de la radio mientras regresaba desde Barcelona, camino de Valencia. Carandell había sido para mí -y supongo que para buena parte de mi generación- el paradigma del ataque humorístico contra la España casposa. La sección Celtiberia Show, que regentó durante años en la revista Triunfo, era lo primero que solíamos buscar al abrir sus páginas, y en aquellas imágenes (folclóricas en el peor sentido de la palabra) encontrábamos siempre la manera de reírnos de la sociedad esperpéntica en que crecimos.

Sin embargo, sería injusto recordar hoy a Carandell sólo por aquello. Fue, también, un hombre valiente, pues a principios de los setenta era aventurado escribir ciertas cosas y él se atrevió a publicar su Vida y milagros de monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, libro que con el paso de los años se ha convertido en cita obligada para estudiar la organización integrista católica que se autodenomina Obra de Dios.

Tras escuchar la noticia, mi trayecto por la autovía se convirtió en un doble viaje de direcciones opuestas: uno hacia el presente valenciano y otro hacia el pasado de la memoria. Recordé los detalles minuciosos que daba Carandell sobre las actividades terrenales del Opus Dei, imbricado desde su fundación en los vericuetos del poder. José María Escriba, el cura pobre que empezó merodeando en los alrededores de los sublevados fascistas durante la guerra, ha sido quizá el estratega más importante de España durante el siglo XX, desde luego mucho más que Franco, pues mientras que la obra del dictador se desmoronó como un castillo de naipes al toparse con la posmodernidad, la de Escriba -transubstanciado en marqués de Escrivá de Balaguer y, en breve, santo- no ha hecho sino crecer por el mundo. Una rápida visita al ciberespacio lo confirma: el Opus está en todas partes, desde Argentina, donde posee colegios, institutos y una universidad, a Estados Unidos, Inglaterra, Italia o docenas de países. Es, en cierto modo, una compañía multinacional religiosa que, como el río Guadiana, se esconde bajo tierra pero vuelve a aparecer cuando menos se espera. Tiene influencias, dinero e incluso sus tentáculos han llegado al Vaticano a través de Navarro Valls, el portavoz del Papa. Un hecho parece cierto: internet no hace constar que el Opus mantenga conexión progresista alguna, más bien al contrario, pues en su historial de alianzas hay militares genocidas, regímenes corruptos y gente de orden.

Hace unos meses, el Ayuntamiento de Valencia montó en las Atarazanas -con dinero público- una exposición sobre Monseñor Escrivá, para que pudiésemos enterarnos del fructuoso camino que éste ha recorrido después de muerto. Al visitarla, pensé que quizá no sea la voluntad del pueblo en las urnas lo que ha hecho que nuestros izquierdistas oficiales pasen a la oposición, sino otra mano oculta que no les perdona su tibieza descreída, justo lo contrario de los afortunados peperos, que subvencionan colegios del Opus y coquetean abiertamente con las alturas celestiales. Sigamos el hilo: corre el rumor de que Francisco Camps, el futuro presidente de la Generalitat, está afiliado a la compañía. Socialistas, temblad.

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