_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Zipi, Zape y el rey desnudo

La arremetida legal contra Batasuna está teniendo consecuencias asombrosas, ¡Arzalluz, Egibar y Azkarraga podrían haberse pasado al PP! Lo ha dicho el portavoz del Gobierno vasco Josu Jon Imaz y si algo tienen los portavoces es que siempre dicen la verdad, ¿o no? Pues bien, nuestro siempre discreto portavoz ha explicado que quien quiere impulsar el debate sobre la independencia es el PP pero que los suyos no están por la labor: 'El debate no es en términos de independencia sí o no'. Lo cierto es que desde que dijo eso, le ha faltado tiempo a la tríada capitolina arriba mencionada para declararse furibunda partidaria del debate sobre la independencia. Arzalluz recordó que había que movilizarse por ella, como su acólito Egibar: 'Se está acelerando el proceso de emancipación nacional', y el pinturero ministro de Justicia (?) Azkarraga: 'Los partidos nacionalistas tenemos que desarrollar el nacionalismo y nuestra posición en favor de la independencia política de este pueblo, sin ningún tipo de ambigüedad y sin ningún complejo'.

¿Cuál es la conclusión? Si la ley del silogismo no falla y se acepta que quien promueve debates sobre la independencia es del PP, ¿de qué partido serán quienes los promuevan? El mundo al revés. En fin, los propios nacionalistas ya avisaron que el proceso de ilegalización de Batasuna traería cola. ¡Pero tanta! Aunque tiene su explicación. El arco nacionalista vive en la convicción de que lleva detrás a un pueblo en marcha. No sólo están convencidos sino que lo creen con la fe del carbonero. Su imaginario está poblado de miles y miles de gentes risueñas que caminan bajo la ikurriña hacia un mundo todavía más risueño de praderas de leche, miel y quizá sidra. Progresan hacia la independencia porque el pueblo la quiere y marcha unido -jamás será vencido- tras ella como quien va a coger caracoles. Sí, allá van con los niños cogidos de la mano dispuestos a saltar obstáculos tales como charcos o matojos. Pero a la primera que se les pidió que lucharan como Stalingrado (¿por qué no hablarán de Numancia?) han dicho que nanay, que ni siquiera están dispuestos a ortigarse.

Lo pidió Batasuna pero los demás estaban expectantes, ¿no habían interpelado a su pueblo? Y el batacazo ha sido mayúsculo, detrás de los líderes no corría nadie. Y es que la cosa ya no era como ir a por setas. Los alucinados, que dentro de Batasuna son bastantes, y no digamos en ETA, seguirán justificando el fracaso como lo justifican esas sectas que anuncian el fin del mundo para tal día y luego no ocurre. Pero los menos alucinados tienen que estar hechos polvo. De pronto se ha visto que la gente quiere vivir tranquila y sobre todo en paz; en suma, que no desea experimentos. Qué duda cabe que hay que preguntarles a los que mantenían hinchado el globo HB por qué lo hacían a despecho de los más mínimos planteamientos éticos, ya que se limitaban a apoyar una causa manchada de sangre como si no fuera con ellos -la sangre- ni tampoco la causa, tal y como se ha demostrado ahora, pero ésa es otra historia. Hablaba de que PNV y EA están que trinan: aunque no lo reconozcan y bramen (los más bramadores) por la independencia, lo cierto es que no tienen detrás ningún pueblo.

Como mucho tendrán votos, y aún eso habrá que verlo, porque de repente se ha comprobado que el rey iba desnudo. PNV y EA vivían muy bien recogiendo los votos de los desengañados de Batasuna, pero hete aquí que la ilegalización implica intervenciones directas de la Ertzaintza que comprometen su faz de gente jatorra que en el fondo desea lo mismo que ellos y muy poco de eso que se llama Estado; o sea, que los presuntos seducibles a lo mejor ya no se dejan seducir. ¡Quién no se enfadaría! Los dos puntales del quehacer político del llamado nacionalismo democrático -saberse una nación en marcha y liderar el movimiento- se han venido abajo estrepitosamente. De ahí los rebufos de quienes apostaban en favor de que alguien sacudiera el árbol para que les cayeran las nueces. En el extremo del realismo político parece apuntar tímidamente una consolidación del Estatuto, aunque sea por la vía de intentar modificarlo. ¿Quién se impondrá, Zipi o Zape?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_