Sigue nublado
Los datos conocidos ayer de la economía española eliminan una inquietud e introducen otra. El prolongado proceso de desaceleración económica vivido en España en los últimos años parece haber terminado, de momento. El 2% de aumento del PIB en el segundo trimestre que el Instituto Nacional de Estadística (INE) difundió ayer repite el dato del primer trimestre. La primera lectura, adelantada por el Gobierno, es positiva: a partir de ahora, cabe esperar un repunte de las tasas de crecimiento. Pero cabe otra: la economía española se ha estancado. Un somero repaso al resto de indicadores muestra además que la situación no invita, de momento, al optimismo.
En primer lugar, porque de los dos elementos en los que hasta ahora se había apoyado el crecimiento de la economía (consumo de las familias y construcción), el primero muestra signos de debilidad, reflejo sin duda del desplome de los mercados bursátiles y de la percepción ciudadana de un empobrecimiento relativo por las subidas de precios y la introducción de la moneda única. Así, de crecer al 2,7% en el último trimestre de 2001, el consumo de las familias ha pasado al 1,7% en los últimos datos conocidos.
En segundo lugar (más preocupante), la inversión en bienes de equipo -un indicador fundamental para que nuestro país se acerque al nivel de sus competidores en términos de capitalización y de productividad- continúa desplomándose, con una caída del 4,4% en el segundo trimestre, que, si bien mejora ligeramente el 5% de descenso de los primeros tres meses del año, no augura una recuperación vigorosa a corto o medio plazo. Si al frenazo en inversión se le añaden los escasos recursos dedicados a innovación e investigación, siguen faltando elementos para el optimismo.
En lugar de la euforia sobre el fin de la desaceleración que destilaban los portavoces oficiales, el Gobierno debería ocuparse en equilibrar las condiciones de crecimiento. Lo malo no es el menguado crecimiento que muestran las cifras oficiales -de todas formas mayor que el de países de nuestro entorno como Alemania-, sino la combinación de una economía estancada (la previsión para este año es del 2,2%, tras haberla rebajado ya dos veces respecto al 2,9% inicial) y el mantenimiento de un diferencial de inflación considerable en relación a la zona euro. Puede que despeje en el segundo semestre, pero todavía está nublado.
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