El invento del 'stand by'
El día 27 de agosto suele ser de infausta memoria para cuantos hemos trabajado durante el aciago mes. Este día, que casi siempre coincide con el retorno de nuestras amistades (que pasan por Barcelona, camino de Madrid, en humillante peregrinación), es también el de nuestro oprobio. Pero nunca fue, para mí, como este año. Todo Cristo, preguntándome lo mismo:
-¿Quién avisó al fotógrafo?
Estaban todas como locas por averiguar quién le está haciendo la campaña preelectoral a Zapatero, el hombre que ha conseguido que, con su ejemplo, las cejas de Jack Nicholson en El resplandor parezcan simples ascuas.
Mientras mis amigos planteaban la pregunta tonta, yo era consciente de que el único inconveniente que ahora mismo tiene la humanidad para ser humana es el stand by. Respaldando mi teoría se hallaba la realidad in situ. Creo que, en estos días de Johanesburgo y espinas, uno de los pocos aspectos entretenidos que ofrece el calentamiento sostenido de la Tierra hállase en la posibilidad de contribuir, entre todos, a que reviente el planeta.
Donde la cronista explica que el stand by es uno de los inventos más cínicos con que el ser humano ha sabido proliferarse: es la personificación técnica y temática de una actitud vital también conocida como ponciopilatismo.
No es como antes. En la década de los cincuenta, la única amenaza era la Bomba, y a eso no te podías apuntar salvo que fueras un Estado capitoste de uno de los dos bloques hegemónicos. Caída la URSS, durante meses vivimos bajo la falsa promesa de que cualquier anónimo podía hacerse con su cabecilla nuclear y convertirse en azote mundial, pero tampoco ello es cierto, puesto que ya ni del caviar ruso puedes fiarte, una vez que han vendido todas las insignias y las mallas del Bolshói, a módicos precios y en el mercado negro. Nos quedaban, por tanto, pocas posibilidades de influir realmente en el destrozo del universo, de una forma caóticamente democrática. Hasta que inventamos el stand by.
-Que quién ha llamado al fotógrafo -insiste otra de mis amigas.
El stand by, por seguir con mi temática, es uno de los inventos más cínicos y perturbadores con que el ser humano ha sabido proliferarse: nada menos que la personificación técnica y temática de una actitud vital también conocida como ponciopilatismo, o lávese las manos, que caracterizó al pueblo alemán, y a gran parte de Europa mientras los nazis eliminaban a los judíos, y que ahora define a los espectadores de los numerosos holocaustos a escala reducida que se interpretan en Asia o África, o incluso en la América moribunda de la deuda externa. Alguien inventó el mecanismo que, incorporado a los aparatos (DVD, frigoríficos, tocadiscos, televisores, vídeos, ordenadores, acondicionadores de aire, playstations) nos permiten seguir jodiendo el medio ambiente, alegre y socializadamente, sin necesitar siquiera mover el enchufe. Mientras dormimos.
Hay también una parte nuestra que está cotidianamente en stand by, aunque en metáfora. De ahí el rudo despertar cuando se pasa a la parte activa. No es lo mismo pensar en Ángel Cristo como remota posibilidad circense a verle, anunciando su reaparición en las pistas, con una pobre pitón cautiva enrollada en el cuello a modo de boa. No es lo mismo saber que Aznar vuelve a la actividad política que presenciarle saludando a un centenario y llevándose consigo a La Moncloa (oh, profundo horror) el secreto de la longevidad. No es lo mismo seguir las páginas de Ferran Adrià en este periódico, correteando de mítico restaurán a mítico hotel, leyéndole que se ha zampado treinta verduras por doscientas pesetas, que ir a su restaurante para comprobar que un menú que incluye sorbetes inoculados por jeringuilla superan en varios miles de pesetas tan módicos precios.
No es lo mismo retozar por Almería que ver a los Almunia cruzarse con los Zapatero en una playa de allí.
-Que me digas de una puñetera vez quién avisó al fotógrafo -aúlla la voz de mi conciencia.
Por fin comprendo. Quieren saber si la foto estaba preparada, si ese cruce entre los esbeltos Zapatero del futuro y los rechonchos Almunia del pasado fue un montaje. Dios me libre de suponerlo.
-En todo caso -añado-, habrán sido los que iban preparados para quedar mejor en la foto. Como hizo Mar Flores con Alejandro Lecquio, o viceversa.
Menos mal que nadie me pregunta quién ha escrito el pie de foto.
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