"Si alguien nos encuentra un solo dólar, se lo regalaré"
Como ocurre con las almas gemelas cuando se separan, Mirjana Markovic, que nunca se alejó de su marido, Slobodan Milosevic, desde que le conoció hace más de cuarenta años, va acusando también el desgaste de la cárcel que Naciones Unidas tiene cerca de La Haya. Su llamativo peinado en negro intenso, a menudo adornado con flores, que durante mucho tiempo lució con orgullo a pesar de ser continuo blanco de mofas, ha dejado paso a una media melena descuidada, teñida de un castaño claro que apenas oculta las canas.
A sus 60 años, Markovic no ha perdido fuerza para su lucha personal. Su rostro, sin una gota de maquillaje, deja ver una expresión marcada por el cansancio que se tensa para reivindicar la inocencia de su marido, en la que cree a pies juntillas. Para Markovic, su 'Slobo', como le llama, 'tiene la verdad a su lado'; es 'víctima del afán revanchista de Occidente' y 'un ser superior, más inteligente que todos'. Estos calificativos los repite en varias ocasiones con admiración incontenida a lo largo de la entrevista.
'Slobo tiene la verdad a su lado, es un ser superior, más inteligente que todos'
Sus hijos, Marija y Marko, no han visitado nunca a su padre en prisión
Tras un descanso estival de un mes, el juicio contra Milosevic en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) se reanuda mañana en La Haya en espera de que los jueces tomen alguna medida urgente para reducirle la carga de trabajo a Milosevic después de que un informe médico revelara que sufre graves problemas cardiovasculares. Por decisión propia, Milosevic asume su propia defensa y esto lo somete a sesiones maratonianas.
'Es un héroe, luchando sólo ante mil Goliats. Trabaja entre 13 y 14 horas diarias, entre el tiempo que está en la sala y el que necesita de preparación para realizar los interrogatorios. Últimamente no le queda tiempo ni para realizar el paseo diario en el patio, y, si sigue así, su vida corre peligro', se queja Markovic, indignada ante lo que califica de 'un trato inhumano'.
Con todo, al igual que su marido, Markovic no quiere ni oír hablar de nombrar a un letrado que le defienda: 'No es necesario un abogado para un tribunal que no existe, que no tiene competencia para juzgarle'. Y se revuelve como una fiera ante la insinuación de que el hecho de que Milosevic esté defendiéndose es ya una forma de aceptación de la existencia del TPIY: 'No se está defendiendo. ¡Está atacando! Aprovecha la oportunidad que le brinda esa Inquisición para dirigirse a la opinión pública, para rebatir todas las mentiras que se han lanzado contra él y contra el pueblo serbio. Y, aun así, los jueces le quitan la palabra en cuanto empieza a decir las verdades'.
Doctora en Sociología y autora de varios libros, la excéntrica Markovic recibe a EL PAÍS en la sede del partido que dirige, Izquierda Yugoslava (JUL), en Belgrado. En La Haya tiene estrictamente prohibido hablar con los periodistas. Rehúsa hablar de las condiciones impuestas por el Gobierno holandés para visitar a su marido en la cárcel: 'Las acepté en su momento y no me quejo'. No obstante, personas del entorno de Markovic aseguran que tiene completamente restringida la libertad de movimientos. Se aloja en un hotel en el que se le reserva una planta completa, sólo puede salir para visitar a su marido en la cárcel y, si quiere recibir a alguien, tiene que solicitar permiso.
Las autoridades holandesas esgrimen la seguridad como principal argumento, aunque reconocen también el peso de la prohibición que pesa sobre la familia Milosevic para viajar libremente por Europa. Holanda hace una excepción por razones humanitarias. Para Markovic, a quien los amigos llaman Mira, estas cuestiones han pasado a un segundo plano. Herida de muerte por la entrega de su marido al TPIY, lo que considera una 'traición' del Gobierno democrático serbio, lo importante para ella es visitar a Slobo. 'No voy a Holanda a hacer turismo', dice con ironía.
Markovic viaja a La Haya aproximadamente una vez al mes en un avión de línea regular de la compañía aérea yugoslava JAT, permanece allí unos tres días ('el máximo que me permite el visado') y casi siempre vuela sola. 'En alguna ocasión me acompañan mi nuera o mi yerno', dice.
Sus hijos, Marija y Marko, no han visitado a su padre nunca desde que entró en la cárcel de Naciones Unidas a finales de junio del año pasado. Markovic se limita a explicar que Marija -de quien se dice que no perdona a su padre por no cumplir sus amenazas de suicidio- 'no puede soportar verle en prisión'. Marko -al que el Gobierno serbio busca por los negocios dudosos que realizó al amparo de la presidencia de Milosevic- 'se ha tenido que esconder, porque ahora le amenazan y le acusan de todo', afirma.
La mujer sabe lo importante que es para él la visita de ella. El ex presidente de Yugoslavia siempre ha estado muy unido a su esposa, en la que ha encontrado su mayor defensora y aliada política. 'Están juzgando a quien deberían condecorar', dice Markovic sin el menor resquicio de duda.
Acusada por sus detractores de haber destruido a Milosevic como una mantis religiosa, con sus ansias por mantenerle en el poder, Markovic dice que contribuye a la defensa 'desde lejos, de una manera intelectual y abstracta', y asegura que no sigue el juicio que retransmite a diario en Belgrado la cadena de televisión independiente B92. Sin embargo, reconoce que fue ella quien escogió a los dos letrados que ayudan a su marido y le proporcionan toda la información que él utiliza para realizar los interrogatorios y se sabe que no pierde ninguna de las reuniones que sus fieles seguidores realizan para discutir las líneas que la defensa debe seguir.
Un asesoramiento que incluye entre bastidores nombres de abogados de talla internacional como el francés Jacques Vergès, que, según asegura Markovic, se realiza 'de forma altruista'. 'Nadie cobra nada, son todos amigos que ayudan de forma desinteresada. No tenemos dinero para pagar nada', agrega.
La alusión a los informes de la Fiscalía del TPIY de que Milosevic organizó una compleja trama financiera a través de bancos en diferentes países del mundo que le permitió burlar el embargo internacional y probablemente enriquecerse de manera importante provoca la ira de la mujer: 'Es una mentira más. Si alguien nos encuentra un solo dólar, se lo regalaré, le haré una donación encantada', dispara desafiante.
En su fuero más interno posiblemente Markovic sospecha que tiene la batalla perdida y, cuando se le pregunta si espera ver a Milosevic algún día de vuelta en casa, la esposa de Milosevic se encierra en sí misma y, apartando la mirada por primera vez, se empieza a levantar para abandonar la sala tras asegurar que no tiene intención alguna de 'contestar a esa pregunta'.
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