Las comidas en el Parlamento regional
Leo con inquietud en EL PAÍS la noticia sobre las quejas de varios diputados acerca del menú subvencionado en el Parlamento regional de Madrid, que cuesta 3,60 euros y que incluye a veces solomillo y dorada.
Es posible que ya queden pocas cosas por hacer en esta Comunidad y, si ése no fuera el caso y la situación alimentaria fuera la circunstancia por la que no puedan dedicar su tiempo a los menesteres propios de su cargo, hago desde aquí un llamamiento a los madrileños para organizar grupos de voluntarios de apoyo a los camareros del servicio del Parlamento regional. Se requieren eso sí, buenos modales, sonrisas continuas, reverencias y agradecimientos constantes, y que cada uno lleve, cuando le toque, las viandas de su casa, que todo lo merecen sus señorías.
Es una pena que no se nos haya ocurrido antes y que estemos obligando a nuestros representantes parlamentarios a dedicar su tiempo a valorar las formas en que más convenientemente puedan llenar el buche, y mejor si es con cargo al erario público, privándoles de parte de la total dedicación a su ferviente afán de servicio.
Como contribuyente que soporta los gastos de la clase política, entre otros, me cuesta dar crédito a las exigencias realizadas por escrito por estos personajes que se alimentan con el dinero público producto del esfuerzo de miles de trabajadores entre los que me encuentro. El espíritu de servicio tan cacareado por la clase política es un oficio mejor remunerado que el de millones de trabajadores, y que no entiendo por qué les deben subvencionar además la comida, que nosotros pagamos de nuestro salario a precio de mercado.
Si ésta es la ética que impera entre nuestros políticos, creo sencillamente que define perfectamente a quienes consideran que todo tipo de derechos y prerrogativas pueden cargarse sobre las espaldas del contribuyente. Me gustaría poder comprobar de vez en cuando si estos servidores de la ciudadanía velan tan celosamente por conocer el bienestar de sus representados como de hecho lo hacen por el suyo propio.
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