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Crítica:CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Eduardo Rincón estrena con éxito en Torroella

El compositor vuelca su honradez y lucidez en 'Tres paisajes vascos'

La Orquesta de Cámara de la Ciudad de Praga, dirigida por Peter Vronsky, estrenó anteanoche en Torroella de Montgrí (Girona) la obra Tres paisajes vascos, del compositor Eduardo Rincón (Santander, 1924), un viejo luchador antifranquista desde la militancia comunista que visitó repetidamente las cárceles del dictador en donde en soledad pudo pulir, según él mismo, su oficio de compositor. Tres paisajes vascos nace de la desilusión y la tristeza de comprobar cómo tres amigos vascos del autor, el artista Agustín Ibarrola, el escritor Vidal de Nicolás y el juez Antonio Giménez Pericás, hoy deben vivir constantemente acompañados por un escolta pues están amenazados de muerte por ETA.

A pesar de que se origina en la amargura y en el dolor, Tres paisajes vascos no es una obra amargada, o no lo es en su superficie. Dispuesta en tres cortos movimientos, El mar, Gernika y El bosque pintado, de carácter contrastante y que vagamente reconstruirían una estructura clásica de tipo rápido-lento-rápido, la obra presenta melodías claramente definidas, tiene la frase musical, muy a menudo simétrica, como unidad de significado y presenta una jerarquía de alturas y grados que sin constituir tonalidad configuran en el oyente una fuerte sensación tonal. Todo ello dibuja un lenguaje musical con una parte del código de raíz bastante tradicional y compartida y por ello bastante clara y accesible para el oyente, pero con un porcentaje suficiente de imprevisibilidad y espacio para soluciones inéditas que, en conjunto, diseña una música con fuerte personalidad, alejada tanto de adocenamiento como de la intemperie y la angustiosa falta de referentes en el oyente que produce la experimentación a ultranza del artista solitario. El concierto había ido bien, aunque quizá la orquesta no le hizo a la obra toda la justicia que merecía.

A la salida vendían en un puestecito improvisado dos discos de Eduardo Rincón. En uno de ellos se puede leer: 'Ahora, acercándome al término de mi vida, ... aunque no me haga ilusiones de haber llegado a ser lo que quería, un gran compositor, ... estoy contento de haber hecho lo que sabía, más bien poco, poniendo en toda mi música ante todo mi sinceridad, mi corazón y una ética que he procurado conservar lo más limpia posible'. Tiene razón Rincón en su severo juicio de sí mismo, quizá no sea un gran compositor, pero no le cambiaríamos por otro, que topar hoy con un hombre honrado y lúcido, que a los 78 años sigue luchando por la libertad y sabe cuál es su deber es un raro privilegio.

Hubo otras cosas en el concierto, por ejemplo un valenciano, Xavier Bonet, gran solista de trompa que maravilló a todos interpretando el Concierto nº 1 para trompa, de Haydn, pero del que ya nos ocuparemos en otra ocasión pues él es joven y tiene toda la vida por delante. Rincón no, la tiene y muy digna a sus espaldas y hoy tenía bien ganada preferencia.

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