Impresionismo
Siguiendo con su exploración de creadores extranjeros, la editorial Bassarai presenta a un poeta argelino asentado en París: Mohammed Dib, un autor al que la política poscolonial que a veces defiende la editorial ofrece voz en castellano. Su El niño-jazz, ofrece un friso doble: un niño que sirve como focalizador, como mirada presente en todos los poemas, y luego, el jazz, como forma de dar cuerpo a las composiciones, para dar libertad a la imaginación y la palabra poética.
El prólogo advierte de que es una poesía que convierte lo invisible en visible: 'La presencia de lo invisible haciéndose visible, quiera la poesía suceder, él cuenta con ella si sólo ella decide'. Una forma de conseguir una palabra que se muestra en su desnudez y que desde el silencio alumbre la sensación que se produce en el instante.
El niño-jazz
Mohammed Dib: Bassarai. Vitoria, 2002, 159 páginas.
Dib escribe una poesía en que la infancia se convierte en territorio de la libertad o en forma de acceder a lo invisible, en inocencia que da paso a otra realidad.
Desde esa mirada del niño protagonista, desde una referencia libre, los poemas se resuelven de forma mínima, con repeticiones, con una claridad y una sencillez pasmosas. Nada sobra, nada está de más. Dib escribe una poesía de línea clara, pero, sobre todo, de línea, sólo un dibujo que sirve a la sensibilidad del lector, una sugerencia que abre las puertas a una realidad que se esconde tras la impresión del poema.
Por eso, quizás, son tan importantes los silencios en el texto, porque ofrecen una lectura trascendente de cualquier situación que pudiera pensarse nimia.
El lector ve al niño en una situación: espera, está en silencio, o ve pasar algo o a alguien, y entonces, entre las líneas breves y rápidas, como si en el silencio pasara un ángel, se muestra la posibilidad de llegar a un más allá sugestivo, siempre alado, leve, débil: 'La ventana abierta. / Las nubes pasaban. / Otras llegaban. / El tiempo pasaba'. Tan sutil, tan etéreo es el tiempo de este libro: casi nada, sólo símbolo, sólo una metáfora que cierra una contemplación.
El niño-jazz recrea una nueva mirada, más tierna, más simbólica, sobre el mundo de las cosas. Es una búsqueda constante de 'el instante que no pasa'.
Una situación y una impresión, una sugerencia... la libertad en una palabra breve, para crear nuevos mundos. La tercera parte, La guerra, crea una tonalidad distinta en el libro, aunque se mantienen las constantes estilísticas de la desnudez verbal, pero aquí es más agria la impresión, más dura la palabra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.