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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El rey del disparate

Una de las figuras favoritas de Chesterton es la del lunático; sus novelas están pobladas de locos, de exaltados, de poetas, de místicos. Este tipo de personaje adopta diversos aspectos, pero viene a ser siempre el mismo: una suerte de ciudadano disparatado que se enfrenta al poder, a la burocracia, a la rutina y a cualquier otra representación de la estupidez y de la falsedad del género humano. Y el territorio favorito de su acción suele ser el de una representación fantástica, bien un Londres imaginario proyectado al futuro -como en la novela que nos ocupa-, bien una delirante conspiración de alcance mundial -como sucede en su narración más acabada: El hombre que fue jueves- o bien en los relatos de corte más realista, pero atravesados a menudo por una inspiración misteriosa o sobrenatural, como son los maravillosos relatos policiacos protagonizados por el padre Brown.

EL NAPOLEÓN DE NOTTING HILL

G. K. Chesterton Traducción de César Palma Pre-Textos. Valencia, 2002 236 páginas. 20 euros

Junto a ello, el maestro de la paradoja y polemista acérrimo gusta de exponer sus ideas sobre el mundo por medio del humor y del ingenio, de manera que su pensamiento cobra un aire divertido y burlón donde lo serio surge del disparate y lo disparatado asienta siempre en una notable finura de pensamiento. Chesterton era un hombre conservador, amante de las tradiciones y de Inglaterra, de carácter irresistiblemente animoso y emprendedor, todo lo contrario de lo que hoy conocemos como 'políticamente correcto'; era absolutamente incorrecto, entusiastamente incorrecto me atrevería a decir, lo cual es una paradoja más en una persona de talante tan conservador como el suyo. Su secreto era, sencillamente, el modo tan convincente y generoso con que detestaba a los imbéciles y apreciaba la inteligencia.

El Napoleón de Notting Hill

es su primera novela larga. Uno se pregunta si Chesterton se planteó ser novelista o, por el contrario, decidió utilizar la novela como una más de todas las formas de expresión escrita por medio de las cuales se despachó a gusto a lo largo de su vida. Esta novela comienza así: 'El género humano, al que muchos de mis lectores pertenecen...'. El tono está dado en la primera línea y no se apeará de él hasta la última. Pero, a partir de ahí, la estructura narrativa es poco menos que un pretexto para largar sus ideas en forma de representación fantástica y siguiendo el orden natural de la aventura que relata. Su punto de partida está en una afirmación: 'Cuando la cuerda de la monotonía se tensa al máximo, produce el sonido de una canción'. La acción comienza de un modo clásico en él: tres tipos perfectamente vulgares e intrascendentes van caminando cada día a su trabajo funcionarial en una Inglaterra del futuro que ha llegado a la perfección del aburrimiento gracias a la democracia igualitaria; una mañana, uno de ellos camina ligeramente retrasado y ve algo de una manera distinta; a partir de ese momento su vida cambia hasta el extremo de que será nombrado rey de Inglaterra, pero es el ataque repentino de un niño en plena calle con una espada de madera, un niño que dice ser el rey del castillo, lo que hace reverdecer en él la idea del resurgimiento de la arrogancia de todas las ciudades medievales desde los grisáceos suburbios londinenses.

De ahí surge el personaje de Adam Wayne, un místico, pero también una especie de romántico urbano que exalta en lo ciudadano lo que el romanticismo exaltó en la naturaleza y el nacionalismo. '(Para Wayne) la ciudad artificial era la naturaleza, y tenía los bordillos de las aceras y las farolas de gas por cosas tan antiguas como el cielo'. En ese Londres futuro la reivindicación es por la ciudad como ejemplo de gloria y aventura frente a la 'naturalidad' de la vida del campo, lo cual es propio de un tipo tan ciudadano y poco campestre como el propio Chesterton. De modo que los barrios, cual burgos medievales, se meten en refriegas que acaban dando en una especie de Waterloo contra Wayne y su ingenioso, pero no loco, segundo: Turnbull, garantes del espíritu de los viejos tiempos encarnado en Notting Hill. Todo, bajo la mirada y la atención de ese rey de Inglaterra que, en medio de la refriega, se parece a Groucho Marx en la corte de Libertonia.

Narrativamente no hay otra cosa que unos hechos que suceden a otros, a veces algo repetitivos; pero para aquellos lectores de espíritu humorístico y apreciadores del verdadero ingenio que se desprende de los contrasentidos de la vida, este libro es una puerta abierta a Chesterton de lo más recomendable.

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