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La Blanca
Columna
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La fiesta puede con todo

Un sol radiante, novedad en este verano pasado por agua, presidió ayer el comienzo de las fiestas de La Blanca de Vitoria. Miles de personas (ya se encargará la Policía Municipal de precisar las cifras) disfrutaron de la bajada y subida del Celedón por la plaza de la Virgen Blanca, mientras fumaban miles de puros y desperdiciaban botellas de cava (las cifras exactas de este consumo lo lleva la compañía de limpieza Cespa, que en pocas horas dejó el centro de la ciudad impoluto).

Fue un día que pasará a los anales del periodismo local por distintas razones: estaban previstos dos chupinazos (el oficial y el de Batasuna), se estrenaba muñeco, y Gorka Ortiz de Urbina pasaba la reválida como Celedón.

En cuanto a los chupinazos, se cumplió lo previsto: el portavoz de Batasuna en el Ayuntamiento de la ciudad, Enrique Bert, lanzó un minuto antes de las seis el cohete que consideraba le correspondía a su formación. Al mismo tiempo, las personas que se encontraban en primera fila frente a la balconada de San Miguel comenzaron a tirar huevos para dificultar el lanzamiento del chupinazo oficial. Momentos de nervios, que la Policía Municipal ya había previsto porque sacó unos escudos antidisturbios que protegieron a las autoridades que se encontraban en el lugar. El lehendakari Juan José Ibarretxe, el presidente de la Diputación de Álava, Ramón Rabanera, y el alcalde de la ciudad, Alfonso Alonso, entre otros, tuvieron que cubrirse ante la lluvia de clara y yema que les venía encima.

Alonso lanzó el chupinazo protegido por estos escudos, pero con la bajada del Celedón comenzó la fiesta. Se encendieron los puros, las últimas botellas de cava animaron el cotarro y salieron miles de confetis al aire sobre una multitud que, un año más, llenaba la plaza de la Virgen Blanca y calles cercanas.

El nuevo muñeco, cuyas características ya se citaban ayer, realizó su recorrido sin sobresaltos, en cuatro minutos. La multitud estaba expectante ante la segunda subida de Gorka Ortiz de Urbina como Celedón.

Y el joven vitoriano cumplió. En seis minutos, casi llevado en andas por los municipales que cuidaban su paseo, Gorka Ortiz de Urbina accedió a la balconada de San Miguel entre esas muestras de cariño que uno prefiere no recibir nunca y que le dejaron el paraguas sin varillas.

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Aunque el calor era soportable, Celedón llegó como si hubiera venido de una travesía por el desierto del Gobi. Sofocado y sin aliento, tomó el paraguas de recambio y salió a anunciar a los presentes lo que ya sabían, que comienzan seis días de fiesta, que puede con todo y que deja en mera anécdota las polémicas previas.

Quizás, porque ya sabía lo que venía, el diputado general, Ramón Rabanera, deseaba minutos antes lo que al final ocurrió más tarde: 'La fiesta debe ser una isla en la vida cotidiana'. Y así fue: las masas se disolvieron en alegre compañía, en busca de charangas y, en buena parte, duchas. Porque, si el baño de cava había sido considerable, no menor fue la lluvia de baldes de agua que cayó sobre las cuadrillas que salieron de la plaza de la Virgen Blanca.

Un año más, Celedón anunció seis días de fiesta, que hoy tienen el día grande, con los actos previstos para la celebración del día de La Blanca y, sobre todo, con la salida oficial de las cuadrillas de blusas.

NOVEDADES

Al habitual paisaje de gorras de marcas comerciales, botellas de cava y puros, la Bajada del Celedón añadió ayer un ingrediente más: 150 kilos de confeti que se lanzaron desde tres cañones ubicados en la plaza de la Virgen Blanca en el momento del chupinazo.

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