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Entrevista:Alberto Ruiz-Gallardón | Presidente madrileño y candidato a la alcaldía de la capital

'Ni fui un traidor antes ni soy un salvador ahora'

Habla por primera vez para un periódico de su inesperada candidatura a la alcaldía de Madrid y de su rehabilitación política en el círculo de confianza de José María Aznar. 'Nunca fui un traidor', afirma respecto a su problemática situación en el PP durante años. 'Hubo un tiempo', cuenta, 'en el que muchos en mi partido pensaban que agradaban a Aznar construyendo una historia malintencionada contra mí'. Reconoce que si pierde, será una caída sin red.

Reniega del Madrid castizo y conformista que ha heredado y le halaga, aunque lo disimule, la posibilidad de convertirse en el Tierno Galván de la derecha. Sueña con una ciudad de vanguardia. Niega una y otra vez -no le queda otro remedio- que de Madrid vaya a ir al cielo de La Moncloa, salvo que se lo pida el partido. Claro.

Pregunta. Hubo unos tiempos no muy lejanos y oscuros para usted, señor Gallardón, en los que aparecía como el sospechoso, el traidor dentro de su partido.Y ahora resulta que es usted el salvador de una situación de grave apuro para el PP en riesgo de perder la alcaldía de Madrid.

Respuesta. La verdad es que yo jamás fui un traidor a mi partido. Ni me sentí desterrado entonces ni me siento salvador ahora. Alguien ha dicho que el peor de los destierros es el destierro interior, y yo nunca me desterré internamente de mi militancia y de mi fidelidad al Partido Popular. Pero sí es cierto, y yo no lo voy a negar ahora, que hubo un tiempo en el que muchos pensaban en mi partido que agradaban a otros construyendo una historia malintencionada de distancias y desencuentros que se manipularon en mi contra. Pero el tiempo, tan bien en la política, suele poner las cosas en su sitio y se ha demostrado que aquello no era verdad. Pero igual que le digo que nunca fui un traidor tampoco me considero un salvador, no estamos ante una situación de emergencia.

'No quiero un Madrid castizo ni conformista, sino plural, cosmopolita y multicolor'
'Me gustó que Aznar pensara en mí para que se perdiese el miedo a relacionarse conmigo'
'La alcaldía no será una plataforma a La Moncloa, pero si pierdo será una caída sin red'
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P. Las encuestas habían encendido las señales de alarma de que el PP podía perder la alcaldía de Madrid. ¿Eso no lo puede negar?

R. Digamos que existe una necesidad de lanzar un mensaje muy firme para recuperar algo que quizás en los últimos tiempos podíamos haber perdido y que es el mensaje del orgullo de la buena gestión. Yo, por ejemplo y sin falsas modestias, estoy muy orgulloso de mi gestión al frente de la Comunidad de Madrid, porque eso me otorga una credibilidad que pienso que es lo que ha hecho que mis compañeros de partido y en especial el presidente Aznar piensen que soy un buen candidato.

P. Ya. Pero yo quisiera que me explicara como se siente ahora cuando le dan palmaditas en el hombro gentes que le miraban de reojo y decían que no era trigo limpio, que era ambiguo y desleal.

R. Usted debe conocer esa frase del teatro de Echegaray de 'perdono pero no olvido', pues yo conjugo los verbos al revés. Yo cuando quiero perdonar los agravios, que siempre lo hago, ni siquiera tengo ocasión de hacerlo, porque los he olvidado. Tengo una memoria muy selectiva y una de las cosas que le puedo asegurar que me definen con certeza es que en mí no habitan los rencores. Y si alguna vez prevaleció la intoxicación, hoy la verdad sobre mi actuación en el partido ha triunfado sobre aquella mentira. No le quepan dudas de que si la intoxicación hubiera triunfado yo hoy no sería el candidato del PP a la alcaldía de la capital de España.

P. Recuerdo aquellos tiempos en los que usted se adelantó peligrosamente a Aznar y trajo a Madrid a Pujol cuando en el PP era todavía el enano que tenía que hablar en castellano. ¿Usted era muy consciente de la que iba a liar en su partido?

R. Como me voy a olvidar. Recuerdo todavía aquellas monedas que aquí debajo, donde estamos hablando ahora mismo en la mitad de la Puerta del Sol, algunos exaltados le tiraban. Y también recuerdo el señorío y la grandeza con los que Pujol supo responder a ese agravio cuando menos de una hora después, delante de los periodistas, estaba construyendo un elogio sobre el pueblo de Madrid. La verdad es que yo siempre tenía la seguridad de que muchas de las cosas que hacía iban a generar polémica en mi partido, era consciente de las tensiones que iban a producir en mi partido muchas de mis decisiones, mi discurso político, mis gestos. Y le advierto una cosa que quiero que quede clara: ese es el Alberto Ruiz-Gallardón que se presenta a la alcaldía de Madrid. Yo no he cambiado ni voy a cambiar, yo no voy a perder ni un punto de mi libertad. Porque Aznar no me ha pedido resignar un discurso, dejar de manifestar públicamente mi forma de pensar.

P. ¿Pero usted piensa que Aznar está realmente convencido de que usted no es ya un traidor?

R. Ahora estoy convencido de que Aznar nunca pensó que yo lo fuera. Lo que pasó fue que hubo algunos que pensaron que agradaban a Aznar, que cotizaban más ante él, haciendo un dibujo de Gallardón no solamente bien distinto a la verdad, sino bien distinto al que Aznar conocía.

P. Quizá sea todo mas sencillo. ¿Le necesitaba a usted para salvar Madrid y ya no le preocupan sus ambiciones a la presidencia del Gobierno porque él se va?

R. Es que tampoco creo que le preocupasen entonces. De verdad creo que en toda aquella historia de mi ambición hay una caricatura y como toda caricatura exagera un rasgo. Aunque el rasgo existe, no lo voy a negar.

P. Sería un hipócrita si me negara que usted se construyó una imagen de esa otra derecha posible, civilizada, pragmática, alérgica a la confrontación. Eso subrayaba la imagen de Aznar y provocaba las iras del partido. ¿Va a renunciar a todo eso ahora?

R. Todo lo contrario. Me parece imprescindible ampliar los espacios de consenso en materias que no tienen por que estar sujetas a la confrontación partidaria y que allí donde no lleguen los espacios de consenso habite la tolerancia y la comunicación. Ése ha sido siempre mi eje en política. Ya sé que a mí me acusaban de ambiguo. Los más intolerantes en este país son aquellos que son débiles de convicciones. Es en los ambiguos donde habita la intolerancia.

P. Una intolerancia que nunca ha habitado en la casa de Madrid, donde Joaquín Leguina y usted protagonizaron una transición de poderes modélica. ¿Supongo que habrá sido para usted un alivio saber que no tendrá que competir por la alcaldía con quien es hoy un gran amigo personal?

R. Leguina nos dio una gran lección humana y política de lo que es entender la altura institucional de la presidencia de la Comunidad de Madrid y yo, bueno, procuré estar a la altura de las circunstancias, porque yo estaba convencido de que para sustituir al adversario no era necesario deteriorar la institución. En cuanto a la candidatura de Leguina, no ha podido ser, porque José Luis Rodríguez Zapatero ha optado por una apuesta muy personal con Trinidad Jiménez... pues Zapatero sabrá lo que hace. Yo, con toda sinceridad y respeto a mi adversaria, le diré que es una apuesta llena de riesgos, porque se ha partido de una opción política de alguien ajena a la realidad de Madrid. En cuanto a la frustrada candidatura de Leguina le voy a ser claro, hubiera tenido muchas dificultades para aceptar un enfrentamiento electoral con él, me lo hubiera pensado mas de dos veces. Ese era un escenario político que nunca habría contemplado. Porque en esa relación de complicidad y de solidaridad que hemos mantenido, y que seguimos manteniendo, yo he aprendido a valorar lo mucho y bueno que mi amigo Leguina hizo por la Comunidad. Ahora, cuando me he sentado en esta silla, lo he conocido.

P. ¿Supongo que el hecho de que sea Leguina un peso pesado también le habría echado para atrás?

R. Sin duda que es un peso pesado. Pero también me atrevo a decir de él que tiene una gran cualidad política: posee un pensamiento propio.

P. Ahora, frente a Trinidad Jiménez, a usted Aznar y el partido le exigen que arrase. ¿Qué puede pasar con usted y con sus aspiraciones si no lo consigue?

R. Pues... está claro que si yo no consigo el objetivo que los compañeros del partido me han encomendado, que es una mayoría suficiente para gobernar en Madrid, y por tanto se perdiese la alcaldía, yo me sentiría plenamente responsable, sería una caída sin red. Pero usted sabe muy bien que a mi los retos, los riesgos, siempre me han gustado. Ya sé que a mí se me pide un diez, pero yo creo que un nueve es una buena nota. ¿No cree?

P. Yo lo que pienso ahora es en aquella llamada de Aznar para que acuda a La Moncloa. En ese momento de legítimo orgullo, de vanidad desbordada y en que él le haya tenido que pedir que le saque las castañas del fuego.

R. No fue para tanto. En política hay que ser muy frío y en esos momentos fugaces, de vanidad si quiere, yo no ví cosas del pasado, ví cosas del futuro. Yo era consciente de la inevitable lectura que se iba a hacer de esa llamada de Aznar, pero también percibí con claridad que esa distancia que mucha gente creía que existía entre Aznar y yo, pues iba a desaparecer. Confieso que fue una situación que me gustó. Me gustó pensar en mi futuro recibiendo no miradas de desconfianza, sino de complicidad, recibiendo el afecto de la gente de mi partido sin miedo al qué dirán por relacionarse conmigo. Me gustó que Aznar pensara en mi.

P. Aquella conversación fue como oficializar el deshielo ¿No?

R. Sin duda eso fue exactamente. Porque se hizo público algo que yo ya tenía la percepción de que ya había ocurrido antes.

P. Y pensar que estuvo a punto de abandonar la política ante el imparable ascenso de Aznar...

R. No es justo decir eso. Fue un momento que el partido me ayudó a superar proponiendo que me presentara otra vez y que vino a resolver mis dudas.

P. Es que usted coge unos prontos. Recuerdo que a su padre le preocupaba mucho su afición tan peligrosa de tirarse en paracaídas.

R. Hace muchos años que no salto en paracaídas. Ni desde los aviones ni en política. Porque como decía aquella canción 'hace más de veinte años que tengo veinte años'. Y más de la mitad de mi vida, teniendo ahora 43, me la llevo trabajando para los proyectos del Partido Popular. Y eso no quiere decir que me blinde o me proteja más que antes, porque yo sigo teniendo ambiciones, porque para mí está claro que un político solo puede cambiar la sociedad desde el poder. Pero de paracaídas nada. Lo dejé cuando sentí miedo por primera vez y cuando tuve a mi primer hijo.

P. ¿Sabe? No deja de ser paradójico que usted pueda sentarse en el sillón donde se sentaba Tierno Galván. Porque usted le sacaba de quicio con su vehemencia de jovencito de la derecha, dispuesto a comerse el mundo. Y ahora usted puede ser ese Tierno Galván que nunca tuvo el PP.

R. La verdad es que yo era un jovenzuelo impertinente y por eso le tengo que agradecer tanto el respeto y la paciencia con los que me trataba Tierno, a pesar de mi insignificancia. Recuerdo que me trataba con cariño a pesar de mis impertinencias, sin duda porque él nunca olvidó que cuando Franco le perseguía uno de los abogados que le defendió fue mi padre, José María Ruiz-Gallardon. Y eso le hacía verme no como el jovencito vehemente que yo era, sino como el hijo de su abogado. En cuanto a que yo pueda ser el Tierno Galván del PP, pues creo que lo importante no es elevar al alcalde sino elevar el nivel de la ciudad. Yo lo que sí le aseguro es que tengo un proyecto ambicioso para Madrid, no quiero un Madrid castizo ni conformista, quiero un Madrid plural, cosmopolita, multicolor, ubicado en la vanguardia.

P. La verdad es que cualquier cosita que hiciera usted, si gana, se notaría en este corralón deshumanizado y cutre que padecemos.

R. Madrid es lo que es. Pero tenemos que pensar no en lo que es ahora sino en lo que puede ser. Madrid tiene que ser una ciudad abierta a la inteligencia y a la cultura. Una ciudad que refleje la España del siglo XXI, sin complejos.

P. Y 'De Madrid al cielo', dice el refrán. Supongo que ha calculado que si arrasa en Madrid se va a colocar en esa nutrida cabecera de salida hacia La Moncloa.

R. No quiero distraerme del objetivo que tengo delante, que es conseguir la alcaldía de Madrid, que para mí es un reto fascinante, uno de los más importantes de la vida política. Y no quiero que se considere como un instrumento para una cosa distinta, por muy noble que se pueda considerar esa cosa. No vengo a ganar a nadie y mucho menos a utilizar la alcaldía de Madrid como plataforma de lanzamiento hacia La Moncloa. Dicho esto, yo siempre he dejado claro que estaré a disposición de mis compañeros de partido. Es Zapatero el que ha optado por hacer de las elecciones a la alcaldía de Madrid unas primarias donde va a ser él quien gane.... o pierda.

P. Pero no deja de ser paradójico que sea Aznar quien le sirva la plataforma en bandeja. Porque usted tiene 43 años y el futuro no está escrito.

R. Yo siempre he dicho que no había que dramatizar mis declaraciones ni mis aspiraciones, pero todo en la vida tiene sus tiempos. Y mi tiempo en estos momentos es de Madrid. Si quiere hablar del futuro, lo haremos cuando llegue. Yo sé que el futuro, mi futuro, no está escrito. Eso es lo que he dicho durante los últimos ocho años y no me arrepiento. Y sé como se puede interpretar esto, pero no importa.

P. Y si usted llegara a La Moncloa. ¿Le daría la oportunidad a Aznar para ocupar un liderazgo en europa?

R. Sería una arrogancia por mi parte hacer una hipótesis como la que usted me propone. Pero si usted quiere saber si a mí me queda algun tipo de rencor le diré que no me puede quedar aquello que no ha existido nunca. Pero también quiero que quede claro que quien ha cerrado definitivamente la herida que yo pudiera tener con un sector de mi partido ha sido Aznar encargándome la responsabilidad de la candidatura a la alcaldía de Madrid. Y yo eso no lo olvido.

Alberto Ruiz-Gallardón, en la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
Alberto Ruiz-Gallardón, en la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.LUIS MAGÁN

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