La salsa verde del perejil
Ya sabemos que el contencioso de la isla Perejil no entra en la agenda de Ibarretxe. Sospecho que no le ha gustado el gesto bélico del Ejército español, al que nos habíamos acostumbrado a ver más en tareas humanitarias de ONG que de militares. Sospecho que no le ha gustado nada este gesto por lo que tiene de firmeza ante tan pequeño trozo, y, además, yermo, de la soberanía territorial. Una soberanía discutible, incomparable a la que pudiera alegar el Reino de España sobre estas tierras norteñas, cuna de la Reconquista. De hecho, gran parte de la argumentación para defender los particularismos de las Provincias Vascongadas por todo el tradicionalismo fuerista es que nunca éstas fueron ocupadas por los árabes. De ahí, entre otros, el mito de la hidalguía universal de los vascos. Hidalguía, la vizcaína, de la que se mofa el Quijote, junto a la hidalguía de los cántabros, en un pasaje de la obra.
Lo que sí entra en su agenda, expuesto con rotundidad, es su discurso continuado de 'soberanismo': 'Euskadi tendrá el autogobierno que quieran los vascos. No será el que nos quieran diseñar desde Madrid, el Congreso, Aznar o Zapatero'. ¡Más madera, que es la guerra! Seguro que es consciente de la profundidad separatista de su declaración, de la rebeldía que implica. Molesto por la toma de Perejil, o, porque la unidad demostrada entre el PP y PSOE no pone fácil su proyecto. Y, consecuentemente, porque no podía ser de otra manera, el Gobierno central avisa de la posibilidad de interponer un recurso de inconstitucionalidad al acuerdo del pleno del Parlamento vasco del día 12. La acusación inmediata del nacionalismo ha sido inculpar de voluntad de confrontación al Gobierno.
Se ha pasado de rosca con tan rotundas declaraciones el lehendkari, declaraciones consecuentes con el radical dictamen aprobado por el Parlamento. De haberse planteado un proceso más moderado y a más largo plazo en sus reivindicaciones, es muy posible que el PSOE, en plena tarea de oposición al PP, no hubiera reconstituido el frente constitucional con el PP. Pero tanto radicalismo nacionalista le ha llevado al PSOE sin remedio al lado del PP, cuando después de la crisis padecida por este partido en Euskadi no le hubiera sido difícil al PNV atraérselo moderando algo las formas.
¿Cuál es la razón para tanta prisa? Una de las causas pudiera estar en hacerlo todo antes de ETA desaparezca de una vez por todas. Las operaciones policiales y judiciales, la ley que pudiera ilegalizar a Batasuna y el hecho de sea el único terrorismo superviviente en Europa occidental apresuran las iniciativas políticas del Gobierno vasco. Todo ello, bajo la sospecha de que sin el terrorismo, y lo sospechan los nacionalistas, o lo saben muy bien, las reivindicaciones 'soberanistas' carecen de toda credibilidad. De aquí, quizás, la razón del acelerón y de las formas radicales que el Gobierno vasco está dando a su programa. Todo esto hay que hacerlo, piensa, antes de que ETA desaparezca. Esta hipótesis, de ser cierta, supondría asumir que sin ETA el nacionalismo vasco se convertiría en un 'sano regionalismo' como el catalán. Porque muchos nos tememos, que con la sola utilización de la dialéctica parlamentaria y la búsqueda de salidas legales en el actual marco europeo, el 'soberanismo' quedaría al descubierto como una alucinación.
Lo malo de los nacionalismos es la necesidad que tienen de crearse enemigos innecesarios. Con más tranquilidad, y manteniendo los equívocos, el PSOE hubiera observado todo el actual proceso con interés, en su raudo proceso de convertirse en alternativa al PP. Incluso hubiera sido capaz de tragar alguna píldora de 'soberanismo', pero en el pleno del 12 de julio las cosas fueron demasiado lejos. Así, ha pasado que en los dos serios problemas que tiene Aznar, Marruecos y el País Vasco, Zapatero ha optado por la política de Estado. Si en Marruecos la postura de Aznar ha sido firme, ante la del Gobierno vasco es de suponer que también, y en ambos casos Zapatero va a comportarse corresponsablemente. Lo de la isla Perejil cae lejos, pero sazona la política en Euskadi, todo un aviso para el nacionalismo y la sociedad vasca de Ibarretxe, que creen que se puede plantear todo sin consecuencias. Supongo que por solidaridad desaparecerá de los batzokis la salsa verde hecha con perejil, por muy críticos que sean los nacionalistas vascos con Marruecos por la cuestión del pueblo saharaui. Pero esto es distinguir con mucha finura. El único problema, y la única fobia, para el nacionalismo es España.
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