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37º FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN

Las mil danzas

La tercera jornada del festival donostiarra tenía quizá la mejor relación horas de ritmo-precio de todo el cartel, circunstancia que provocó un lleno casi asfixiante, más que justificado para ver a un miembro original de los Rolling Stones y a Maceo Parker, vigente patriarca del funk, en una sola sesión.

Sea por modestia o por comodidad, Bill Wyman ha conseguido reunir una banda estupenda y trabajadora que repasa éxitos del ayer con fresca fidelidad, principalmente del blues en diferentes formas y densidades, y del rock & roll con cierto aroma a Nueva Orleáns: títulos indelebles (Hit the road Jack, Lights out, Jump, jive and wail) que jamás representarán la edad que tienen.

El peso del concierto recayó sobre Mike Sánchez, un teclista y cantante de padres españoles que se comportó como una lagartija hiperactiva. Por su envidiable tupé y por su forma de mover la pelvis resultó evidente que es un devoto de Elvis, pero se defendió francamente bien en territorios alejados de ese molde. El resto del trabajo duro se lo repartieron la cantante Beverley Skeete y el canoso guitarrista Albert Lee, icono menor del blues-rock británico. Georgie Fame también tuvo sus oportunidades, pero el organista y cantante prefirió mantenerse a la sombra. Al final, Wyman asumió su papel de patrón y se encargó de las presentaciones, todas saludadas con estruendo por el público.

Maceo Parker no se arredró por estos precedentes. En los últimos años se le ha visto mucho por España, de modo que se sabe que hace funk, a palo seco o ilustrado, pero funk. Se sabe también que toca muy bien el saxo alto y que sus actuaciones pueden, a veces, las tres horas de duración. Pasada la medianoche, se cumplía el programa y no se esperaban sorpresas, así que no resultó mala idea ir a buscarlas al Kursaal con Vibes.

El trío toma el nombre del instrumento, el vibráfono, que toca su líder nominal, Bill Ware, pero el término parece describir también una vibración general y colectiva que otorgó a su música un aura particular. El contrabajista Brad Jones, y en mayor medida, el excepcional batería Jim Black, formaron, junto a Ware, un trío a la moderna usanza, enfrascado de igual a igual en una forma de jazz juiciosamente creativa.

La tercera jornada había comenzado con la tercera y última aparición de Dave Douglas, esta vez con su propio quinteto. La actuación resultó algo lineal y fría, en parte porque los solos se antojaron demasiado largos y en parte porque Douglas tendió a la exhibición de facultades técnicas más que a la condensación de sustancias expresivas.

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