Controlar a los delincuentes empresariales
El presidente George W. Bush nos ha tranquilizado al decir que 'desde las leyes contra la concentración empresarial del siglo XIX hasta las reformas de las sociedades de ahorro y crédito inmobiliario en épocas recientes, Estados Unidos se ha enfrentado a los problemas financieros cada vez que han aparecido'. Pero las reformas de las sociedades de ahorro y crédito inmobiliario llegaron con un retraso de siete años y tras un desembolso de 150.000 millones de dólares de los contribuyentes. Y éste tampoco fue un problema que apareciese sin más. Fue creado por una ley liberalizadora de 1982, bajo la supervisión de quien en aquel momento era vicepresidente de Estados Unidos, George Bush, padre.
Lo hiciera o no, George W. Bush es hoy un hombre rico gracias a que sus amigos empresarios estaban dispuestos a cometer fraude para hacerle ganar dinero
Entre 1981 y 1988, el Gobierno de Reagan-Bush ocultó la debacle de las sociedades de ahorro y crédito inmobiliario. Y se enfrentaron al inspector federal
Entre 1981 y 1988, el Gobierno Reagan-Bush ocultó la debacle de las sociedades de ahorro y crédito inmobiliario. Durante ese tiempo obligaron a reducir el número de controladores de estas sociedades y se enfrentaron al inspector federal, Ed Gray, que hizo sonar la alarma. Charles Keating, el delincuente que condujo a Lincoln Savings al desfalco más grave de la historia de las sociedades de ahorro y crédito inmobiliario (3.000 millones de dólares), consideraba al vicepresidente Bush como un aliado en sus esfuerzos por expulsar a Gray de su cargo. Sólo después de haber sido elegido presidente, George Bush propuso la liberalización del sector de ahorro y crédito inmobiliario, en 1989.
Mientras tanto, su hijo Neil Bush, en calidad de simple particular, obtuvo un crédito de un socio empresarial. El socio invirtió el crédito en nombre de Neil con el acuerdo de que, si la inversión tenía éxito, éste obtendría todos los beneficios y devolvería la deuda, pero si fracasaba, no tendría que devolverla. Neil sabía que este mismo socio empresarial no era solvente, y, sin embargo, estaba pidiendo más de 100 millones de dólares a Silverado S&L, de la que Neil era miembro del Consejo de Administración. Neil no advirtió a Silverado de que el prestatario no era solvente. Cuando Silverado quebró, la Oficina de Supervisión de las Entidades de Ahorro propuso que fuera aplicada una sanción menor contra Neil, que el Gobierno de Bush intentó bloquear.
George W. Bush, en calidad de particular, emuló a Neil. Se hizo rico mediante la adquisición de una participación mayoritaria en el equipo de los Texas Rangers con enormes beneficios. En primer lugar, ¿cómo compró esa participación? Consiguió un crédito muy elevado de un banco muy amistoso. ¿Cómo pudo ese banco justificar el crédito? Pues porque Bush acababa de conseguir un montón de dinero vendiendo acciones de una empresa, Harken Energy Corp. ¿Por qué pertenecía al Consejo de Administración y era además un consultor bien remunerado de Harken? Porque se apellidaba Bush. ¿Por qué consiguió vender las acciones de Harken logrando un beneficio? Porque Harken cometió un fraude financiero que ocultaba pérdidas reales y creaba ingresos ficticios.
¿Cuál era la naturaleza de dicho fraude? Era una variante de los fraudes de Enron y de Lincoln Savings. Directivos de Harken crearon una entidad que compraba activos dudosos a un precio demasiado elevado. Pero Harken financiaba casi la totalidad de la venta. Si los activos dudosos se hubiesen mantenido en los libros de contabilidad, Harken hubiese tenido que informar de graves pérdidas, lo que hubiera amenazado su supervivencia y habría provocado el desplome de sus acciones. George W. Bush nos dice: 'Tenéis que comprobar las actas de los Consejos de Administración' para descubrir si alguien ha votado a favor de la aprobación de esta venta fraudulenta o no (sin embargo, las actas no están disponibles). Lo hiciera o no, George W. Bush es hoy un hombre rico gracias a que sus amigos empresarios estaban dispuestos a cometer fraude para hacerle ganar dinero.
La torpeza de Bush
George W. Bush tiene problemas, en parte, porque ocultó torpemente este fraude. Sabedor de las graves dificultades de Harken, Bush vendió unas 200.000 acciones a un precio aproximado de cuatro dólares (no sabemos quién compró sus acciones, pero ¿fue la siempre amistosa Harvard Management Corporation, que empezó a comprar Harken cuando Bush se unió a ella y, en 1990, se había convertido en uno de sus mayores accionistas?). Posteriormente no informó de estas ventas, tal y como exige la Administración. Al ser preguntado al respecto, primero afirmó que la SEC (Comisión Nacional del Mercado de Valores) había 'perdido' su informe. Su segunda justificación fue culpar del error a los abogados de Harken. Pero eso no sirve. Bush estaba vendiendo sus propias acciones y, por tanto, era responsable de conservar los documentos personalmente.
Bush afirma no ver nada incorrecto en los fraudes de Harken. 'Se produjo una diferencia de opinión bienintencionada respecto a cómo contabilizar una transacción complicada'. 'A veces las cosas no son exactamente blancas o negras en lo que se refiere a los procedimientos contables'. Ambos comentarios son engañosos. El mero propósito de la transacción ya era fraudulento. El objetivo era ocultar pérdidas reales y anotar ingresos ficticios. Aquellos que tomaron la decisión y el Consejo de Administración que la aprobó pretendían ganar directamente con el fraude, y Bush se benefició enormemente.
Bush también se equivoca respecto a la contabilidad. Ésta fue una transacción deliberadamente complicada, por la misma razón que las alianzas de Enron y Lincoln Savings eran complicadas. Quienes planean un fraude saben que la complejidad hace difícil que los inspectores los distingan. Aunque la transacción era complicada, el fraude subyacente es tan conocido que las normas contables que rigen dichas transacciones no son vagas. No se produjo una 'disensión bienintencionada' respecto a las normas contables. Se produjo un fraude deliberado y estructurado de manera complicada para poder afirmar que no había sido realmente deliberado.
Ahora, Bush nos dice que es necesario fortalecer la SEC. Pero ha nombrado al frente de este organismo a Harvey Pitt, quien, como abogado de los contables, dirigió la campaña para bloquear las medidas del Gobierno de Clinton destinadas a sanear la profesión contable. Enseguida, Pitt redujo el personal de la SEC y suprimió las iniciativas de este organismo para sanear el sector. En Tejas, el entonces gobernador Bush estaba orgulloso de haber dificultado en extremo que las víctimas de fraudes relacionados con valores bursátiles recibiesen compensación mediante pleitos. Cuando surgió el escándalo de Enron, Bush se mantuvo en esta línea, sugiriendo que las víctimas del fraude que interponen demandas son unos 'extorsionistas'. Él y los republicanos del Congreso han luchado firmemente por impedir una verdadera reforma contable.
Los pasos de su padre
El presidente George W. Bush tiene razón al utilizar la debacle de los ahorros y préstamos como analogía. Está siguiendo los pasos de su padre: primero crea el problema adoptando medidas que fomentan el fraude. Después no hace nada mientras los fraudes se convierten en una epidemia. Y finalmente, cuando salta el escándalo, afirma, como Claude Reins en Casablanca, que está 'escandalizado, muy escandalizado' de que se mantenga la especulación. En el caso de Bush, las ganancias de esa especulación fueron embolsadas sin problemas hace mucho tiempo.
Bill Black y James Galbraith son profesores de la Universidad de Tejas, en Austin. Black, abogado y criminólogo, fue asesor del Federal Home Loan Bank Board (Banco Federal de Préstamos Hipotecarios) a comienzos de los ochenta; Galbraith es economista.
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