_
_
_
_
Reportaje:

Más tiempo para disparar

El Gobierno francés desata protestas ecologistas al ampliar el periodo de caza

Trescientos once euros por la carabina y veinte más por los cartuchos: el 6 de julio, Maxime Brunerie pagó y salió con sus compras de la armería Kettner, casi como quien sale con las lechugas del supermercado, dispuesto a matar a Jacques Chirac. En un país donde la gente se arma tranquilamente en las tiendas, millón y medio de cazadores acaban de obtener del Gobierno más tiempo para disparar contra los patos.

El periodo de caza de aves pasa de cinco meses a seis y medio. Esto roza la legalidad europea, que tiende a proteger las migraciones para asegurar la reproducción de las aves. Pero unos cuantos patos de menos no le van a quitar el sueño a un Gobierno que resta importancia al equilibrio presupuestario europeo en 2004 y bloquea todo proyecto de recorte de las subvenciones agrícolas, entre otras decisiones políticas.

La ministra de Medio Ambiente argumenta que la caza forma parte del patrimonio cultural francés
Más información
Foro:: La opinión de los lectores

Así que el crepitar de las escopetas comenzará el próximo 3 de agosto, en plena temporada turística, y se extenderá hasta el 16 de febrero. Los ecologistas y las asociaciones de protección de la naturaleza están que trinan: ellos consideran que el alargamiento de la temporada de caza dificultará la nidificación y amenazará aún más a las especies en peligro. El anterior ministro ecologista de Medio Ambiente, Yves Cochet, había establecido el periodo de caza entre el 1 de septiembre y el 31 de enero, conforme a una directiva europea de 1979, que no fija fechas, pero prohíbe disparar a especies salvajes durante la migración prenupcial y el periodo de reproducción.

Ocurre que los cazadores constituyen en un grupo de presión nada desdeñable en Francia. Prueba de ello es la corriente política organizada en torno a la denominación 'Caza, pesca, naturaleza y tradiciones', encabezada por Jean Saint-Josse, un notable del suroeste del país, de 58 años, a quien su padre le inoculó el virus de la caza desde que tenía seis. Este grupo alcanzó el 6,7% de los votos en las últimas elecciones europeas y su candidato logró el 4,3% en la primera vuelta de las presidenciales de abril, aquella que hundió al socialista Jospin y provocó el gozo del ultraderechista Le Pen.

Con el pragmatismo que caracteriza a la derecha republicana, el nuevo primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, incluyó la ampliación del periodo de caza entre las promesas de la campaña para las elecciones legislativas de junio. Y en efecto, el voto cazador se diluyó en las listas de la derecha alineada detrás de Jacques Chirac. El resultado ha sido desastroso para los dirigentes de la corriente cazadora, ocupados ahora en el lanzamiento de una suscripción pública para cubrir los gastos en que incurrieron sus 405 candidatos, de los cuales sólo 32 alcanzaron el mínimo de sufragios (5%) indispensable para que el Estado les reembolse los gastos de campaña.

Y como Chirac ha aprendido la lección de que las promesas deben cumplirse, el nuevo Gobierno conservador se ha puesto manos a la obra. Patos, tordos, gansos y palomas tendrán ocasión de comprobarlo muy pronto. 'Esto es completamente ilegal', asegura Pierre Athanaze, directivo de una federación que agrupa a 3.000 asociaciones de defensa de la naturaleza y que anuncia un recurso al Consejo de Estado. La institución ya ha intervenido otras veces en los conflictos que enfrentan a cazadores y ecologistas desde hace una decena de años, y su jurisprudencia ha resultado más bien favorable a los argumentos de los ecologistas.

Pero la nueva ministra de Medio Ambiente, Roselyne Bachelot, parece haberse asesorado mejor. Además de negar veracidad a los criterios científicos alegados por los contestatarios, sus servicios jurídicos le han preparado siete decretos distintos de apertura de caza, en función de zonas geográficas y de especies, y así han sido promulgados; lo cual complica y encarece la presentación de los recursos. La ministra argumenta, además, que la caza forma parte del 'patrimonio cultural' de Francia. Y es que el paraguas de la cultura es capaz de ampararlo todo.

Imagen de una manifestación de cazadores celebrada en París.
Imagen de una manifestación de cazadores celebrada en París.EPA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_