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Sencillamente concejales

La autora aboga por no celebrar elecciones en Euskadi si las listas han de hacerse con héroes; 'porque nuestros concejales quieren ser concejales, y no tenemos derecho a pedirles que sean nada más'.

En las últimas semanas se ha reabierto la polémica sobre las elecciones municipales en el País Vasco. Más allá de las distintas posiciones que van surgiendo, el debate ha servido para poner de manifiesto un hecho incuestionable: en el País Vasco ni hay libertad, ni se dan condiciones de igualdad entre los posibles candidatos. Y puesto que ya estamos de acuerdo en el diagnóstico, vamos a ver si nos ponemos de acuerdo en la terapia.

Las elecciones democráticas, para serlo, han de cumplir algunas condiciones; las principales son el respeto al derecho activo y pasivo -a elegir y ser elegidos-, y la igualdad de todos los ciudadanos en el proceso electoral. Si hay partidos políticos democráticos que no pueden elaborar sus listas porque sus militantes tienen miedo -con razón-, a que les maten, ni hay igualdad -otros partidos sí pueden-, ni se respeta el derecho a presentarse en una lista, ni se tiene la oportunidad de votar a quien se quiera. Es obvio, por tanto, que no se dan las condiciones que caracterizan un proceso electoral democrático. Y puesto que estamos analizando un proceso político, que resulta boicoteado por la actuación de una organización terrorista que amenaza, persigue y asesina a los candidatos de dos de las organizaciones políticas llamadas a concurrir en las urnas, procede que extraigamos conclusiones no sólo morales, sino también políticas.

El Gobierno de Vitoria está en el proyecto ultranacionalista de Lizarra, pero sin tregua
ETA ha construido un País Vasco en el que el luto siempre lo llevan los mismos

Suelo pensar que si estas circunstancias se dieran en un país lejano, nos pondríamos rápidamente de acuerdo en que no se pueden celebrar elecciones sin garantías de libertad y seguridad. Pero decidir sobre lo nuestro, actuar sobre lo que es de nuestra competencia, resulta siempre más arriesgado y más difícil que dar consejos a terceros.

Hay quien sostiene -a pesar de reconocer la anomalía demo-crática- que, si no se celebran las elecciones, ETA habrá ganado la batalla. Reconozco que la afirmación tiene su fuerza, pero no consigo entender el argumento en el que se soporta. Yo no creo que ETA se beneficie si oficialmente se reconoce que el resultado de unas elecciones, viciadas de principio, no sería representativo. ETA no gana nada si nos enfrentamos con toda la fuerza de la ley y de la política a esta situación. ETA siempre se ha fortalecido ante la aceptación sobrevenida de la desigualdad de los vascos ante la ley, lo que ha producido que precisamente por jugar con cartas marcadas, los no nacionalistas tengamos cada vez menos representación en las instituciones, y que como éstas nos representan cada vez menos y peor, terminemos desistiendo y/o marchándonos.

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ETA ha construido un País Vasco en blanco y negro en el que el luto siempre lo llevan los mismos. Pero son los partidos que no llevan luto, los que se declaran insumisos ante las instituciones del Estado, los que 'condenan' la violencia, pero no van a las concentraciones para apoyar a los perseguidos; los que se afanan -mientras nosotros guardamos luto- en hacer sus listas en todos y cada uno de los municipios vascos; los que rentabilizan nuestra situación de inferioridad. Son los 'demócratas nacionalistas' más el anexo Madrazo, los que sacan partido -los que recogen las nueces, que diría Arzalluz-, de las campañas de terror de ETA. Por eso sostengo que si nos enfrentamos sin complejos a esta ficción de elecciones libres, perderá ETA y ganará la democracia.

Tampoco creo que la solución sean las listas de concentración, o del PSE-PP, en aquellos municipios en que no podamos hacer candidaturas alguno de los partidos autonomistas. Y no sólo porque me parece imposible ir en una candidatura con quien nos acaba de amenazar con dar un golpe de mano desde las propias instituciones vascas. Esto no se arregla creando una nueva fantasía en la que juntos todos demos la cara contra la tiranía fascista de ETA y sus cómplices. Porque si el PNV estuviera del lado de los perseguidos, no tendríamos necesidad de hacer listas de concentración. Pero el PNV está en otra cosa y el Gobierno vasco, también. Está en el proyecto ultranacionalista de Lizarra, pero sin tregua. Y además piensa -se lo hemos hecho creer así- que es gratis, que nadie se va a oponer a sus actuaciones antidemocráticas e ilegítimas.

Ya sé que entre un Gobierno que dice que se tomará la justicia por su mano y un terrorista que pone una bomba, hay una distancia. Pero el efecto deslegitimador de las instituciones democráticas que produce el discurso de ese Gobierno, es mucho más peligroso para la convivencia y el futuro, que la acción del terrorista. La gran perversión de la política vasca es que los daños siempre afectan a los mismos. Y los que se benefician desde el poder de nuestra falta de libertad, de nuestro miedo, no encuentran razones para cambiar. Y puesto que la razón moral -que sería la que hace ya mucho tiempo les debiera de haber puesto de nuestra parte- no funciona y la situación se agrava día a día, yo propongo que llamemos a las cosas por su nombre y actuemos coherentemente. No puede haber elecciones si las listas han de hacerse con héroes, ya sea de un partido o de dos juntos. No las puede haber en ningún lugar de Euskadi si en uno solo de sus municipios no se pueden hacer por miedo, si no hemos encontrado suficientes héroes para llenar la candidatura. Porque nuestros concejales quieren ser concejales; sencillamente concejales. Y no tenemos derecho a pedirles que sean nada más. Y el Estado tiene la obligación de garantizarnos esa aspiración, que en democracia es un derecho: ser sencillamente concejales.

Rosa Díez es eurodiputada y presidenta de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo.

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