Caricatura de una caricatura
Es obvio que el encanto que puedan llegar a desprender películas como este nuevo capítulo de Astérix y Obélix, que están hechas con personajes de carne y hueso entrometidos en un tebeo, procede del reencuentro en la pantalla de lo ya encontrado en el papel. Sus chistes son eficaces si al conocerlos los reconocemos. De ahí la servidumbre que hiere a esta Misión Cleopatra en que embarcan a los dos apacibles e invencibles aldeanos de la vieja Galia gozadora y comilona, dos bigotudos vividores y expertos, gracias a los chutes de pócimas de druida que se meten, en zancadillear a chulos invasores romanos, con el mismísimo Julio César a la cabeza.
Es (con indulgencia) sólo pasable la caricatura de Julio César que dibuja, con trazos muy imprecisos, el director y guionista de este elemental tinglado, Alain Chabat, que detrás y delante de la cámara da todo un curso de sosería y, aunque esta sosería a veces funciona como marco de algún gag, la cosa no pasa a mayores. Porque los gags ideados y filmados por Chabat son en realidad siempre el mismo, pues la graduación de la escala del choque cómico, y la secuencia de imágenes orientadas a la busca de un golpe de risa, se repite de manera tan machacona que acaba estragando y, por hacerse previsible e incluso sabida de antemano, deja muy pronto de hacer gracia. Y es revelador que los momentos de más viveza salten de las dos secuencias de dibujos animados.
MISIÓN CLEOPATRA
Dirección y guión: Alain Chabat. Intérpretes: Gérard Depardieu, Christian Clavier, Monica Bellucci, Jamel Debbouze, Claude Rich, Gérard Darmon, Alain Chabat, Dieudonné, Isabelle Nanty. Francia, 2002. Género: comedia. Duración: 107 minutos.
Tan sólo pasable es también la caricatura que Monica Bellucci hace de la, una vez más, maltratada reina Cleopatra, pero con la ventaja innegable de que a la esplendorosa diva italiana no le hace falta actuar bien, ni siquiera necesita actuar, para convencer, sobre todo en un filme que de antemano cuenta con la indulgencia de la mayor parte de quienes acuden a verlo, que son los adictos al célebre tebeo, que entran en el cine con la sonrisa de agradecimiento puesta, aunque es más que probable que algunos salgan con esa sonrisa convertida en mueca de estafado.
La más gruesa tajada de la comicidad, tosca y cómplice de este buen tebeo hecho mal cine corresponde obviamente al Astérix de Christian Clavier y al Obélix de Gérard Depardieu. Ambas glorias francesas se miran de reojo al espejo de su anterior película y luego se echan una estruendosa siesta profesional, pues se les ve soltar tics y más tics aprendidos de memoria, para hacer, con métodos de composición exteriores, de simple cosmética convencional, la caricatura de una caricatura, que probablemente es lo que secretamente quieren, para zafarse del engorroso esfuerzo de inventar algo propio.
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