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CONTESTADOR AUTOMÁTICO DE EL PAÍS-MADRID
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

No desperdicien el agua

- Traspiés. 'Caminaba el otro día del brazo de mi novio por una calle del centro cuando tropecé en el bordillo de la acera, que se hallaba totalmente deteriorado', cuenta una joven. 'Pese a ir sujeta de su brazo, me di un golpe tan grande que creí haberme roto la crisma. Me parece impresentable que en pleno centro de una ciudad como ésta existan calles deterioradas en las que puedes partirte una pierna, un brazo o algo más grave todavía'.

- Agua desperdiciada. 'El otro día leía una información sobre la necesidad de asegurar el envío de agua a los saharauis', dice Clara, 'mientras cruzaba frente a una fuente de un parque que lleva, según mis cálculos, dos días enteros soltando agua a todo meter. ¡Qué injusto es todo!, me dije: en pleno desierto un pueblo muere de sed, y en este Madrid, con el agua que desperdicia esa fuente, se podría paliar el sufrimiento de mil niños de allí cada día'.

- Turismo para los madrileños. 'Me gustaría que la información turística en Madrid tuviera en cuenta a los propios madrileños, que son, a mi juicio, quienes más desconocen las bellezas de su propia ciudad', dice Eugenio. 'Es una pena, porque Madrid es una de las ciudades más bonitas de Europa, pero esa manía nuestra de poner verde todo lo nuestro nos impide valorarlo'.

- Desvelo. 'Quiero agradecer desde aquí a una mujer delgada, de ojos vivos, su desvelo por proteger a unos niños que la otra tarde intentaban cruzar solos una plaza muy transitada por automóviles, concretamente la de Cibeles. Pese a que han puesto semáforos y cruces, después de haber pasado años bloqueada al paso de transeúntes, sigue siendo muy peligroso para los pequeños cruzar solos. Al verla', recalca Rafael, 'vi en su ejemplo la dedicación que tantas mujeres brindan a los niños durante tantas horas de su vida'.

- Sol, degradación nocturna. 'Mi nombre es Javier y les telefoneo por el estado en el que se halla la Puerta del Sol por la noche', comenta un lector. 'Se venden alimentos en muy dudoso estado higiénico; no se ven policías nacionales ni municipales; proliferan los manteros, que venden sus mercancías sobre mantas abiertas sobre el suelo, circunstancia que aprovechan los tironeros para elegir, entre los que consideran turistas, a sus víctimas propiciatorias. Hay asimismo prostitución de varones adolescentes extranjeros', prosigue, 'y verdaderamente da miedo pasear por esa plaza. Lo que resulta incomprensible es que en un sitio así de céntrico la degradación urbana haya llegado a tales extremos'.

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- Lamento. 'Me parece lamentable lo que está sucediendo los fines de semana en los parques de Pradolongo, el Retiro o la Casa de Campo', señala una señora, 'lugares a los que acuden cientos de personas de muchas nacionalidades con culturas muy diferentes. Mi queja es que los emplean como una especie de campamento, con perolos, cocidos e, incluso, peluquerías improvisadas en las que tiran al suelo hasta los pelos que cortan; las condiciones higiénicas de todo esto son deplorables; creo sinceramente que deberían adaptarse a las costumbres españolas, respetando las peculiaridades de lo que aquí encuentran'.

- Museos, horarios de ocio. 'Me gustaría mucho que los museos de la ciudad permanecieran abiertos durante las horas y las fechas en las cuales los ciudadanos y ciudadanas tienen tiempo para visitarlos', propone Estrella. 'No veo mucha lógica al hecho de que los museos tengan horarios laborales exactamente iguales que los de los empleados y trabajadores de fábricas u oficinas', explica. 'Tampoco es que yo desee amargar la existencia a los funcionarios o al personal de los museos, pero creo que lo que digo sí tiene su fundamento racional. No sé cómo se podría organizar, pero los museos están hechos para el ocio, y trabajo y ocio no son compatibles para los amantes de la cultura que trabajan', subraya.

- Cuidados paliativos. 'Recientemente falleció mi madre', cuenta Isabel, 'y, pese a la tremenda desgracia que ella padeció y yo he sufrido, ambas tuvimos la dicha de que le asistiera en la fase terminal de su vida una unidad de cuidados paliativos formada por gente maravillosa, que se volcó en hacerle aquellas horas lo más placenteras que fuera posible', añade emocionada.

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