_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Galindo

Galindo, dicen las sucesivas sentencias que han llegado al final -el Constitucional-, es un asesino. Pero es al mismo tiempo una contradicción viviente; o, más concretamente, quienes le amparan y quienes le castigan. Galindo era coronel de la Guardia Civil cuando Lasa y Zabala fueron torturados por sus subordinados; los mataron, los metieron en cal viva y se los llevaron a enterrar a muchos kilómetros. Cuando se supo, su Gobierno, que llevaba el nombre de socialista, le ascendió a general y le condecoró; pero la derecha, cuando llegó al poder, aun con su pasión razonable por la Guardia Civil y por los generales, le abrió el sumario que se termina ahora con la última apelación: ya no es ni siquiera militar, y tiene una sentencia de 75 años que cumplirá en una cárcel civil, aunque siempre se preocuparán de que no esté tan mal. Si no le indultan: 'El Estado tiene vías para suavizarlo', decía ayer, sugerente, el editorial de este periódico. El problema que se plantea mucha gente es el cómo condenar a un general de la Guardia Civil por combatir el terrorismo. Otras autoridades cayeron con él en esa lucha, y presos están. La mayor claridad de este problema está en principio en la palabra democracia: los 'paramilitares' de Colombia, por ejemplo, destruyen la democracia; y gran parte de América. No digamos Estados Unidos, que inventa ahora un cuerpo de espionaje compuesto de fontaneros, limpiadoras, reparadores de televisión o de teléfono, que espiarán las casas donde los llamen y lo contarán todo al FBI.

La gran contradicción es que las denuncias contra Galindo vinieran de la derecha, en cuya conciencia está el rigor máximo en la lucha contra el terrorismo; apenas les importaba Galindo: iban a hundir a González y le hundieron, en un cierto sentido. Fue una gran operación: el hombre que los hubiera derrotado en las urnas ya no concurrirá, y el diputado que puede y sabe hablar no va nunca al Parlamento. Va a recurrir ahora Galindo a los tribunales europeos. Será una forma de mantener viva la cuestión, en espera de algo que no ocurrirá: nunca va a ser aceptado su recurso, y si se aceptase, la pena no le sería reducida. Está probado que es un asesino. Dentro de las confusiones ideológicas, de las simpatías políticas, de cada bando, o político o partido.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_