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Preparados, listos,... paren

Seguramente, Dios debería haberse tomado un octavo día para diseñar la adecuada gobernabilidad del mundo que acababa de crear. Después de tantas religiones, guerras, regímenes políticos, modelos económicos,... lo grave no es que nuestra frente deba continuar sudando para ganarnos el pan, sino que dos terceras partes de la humanidad transpiran mucho pero no tienen pan, ni justicia, ni esperanza de alcanzarlas en vida.

Hasta que la globalización ha pasado del discurso de los visionarios a la constatación social, el mundo ha girado en torno al impulso de unos pocos países, con el frecuente aderezo de alguna leve base intelectual, moral o ética. Este proceso 'oligárquico' ha funcionado adecuadamente para sus impulsores mientras la opacidad cubría el planeta, pero comienza a desmoronarse cuando la información comienza a fluir por doquier en base a costes decrecientes. En este nuevo orden hay feligreses del 'status quo', pero, también, contestatarios que llevan siglos deshidratándose.

Este nuevo escenario está forzando a los gobiernos occidentales a improvisar una inédita política social de ámbito global, que ni siquiera es homogénea en el origen. La diversidad en la regulación de la inmigración en el marco de cada estado miembro de la UE, la violación de los postulados de la OMC en detrimento de los países exportadores del tercer mundo, el absentismo de los poderes políticos decisorios en las convocatorias de la FAO y en la constitución del Tribunal Penal Internacional, el crónico incumplimiento del objetivo de donar el 0,7% del PNB global en ayuda al desarrollo, las transferencias financieras a países con regímenes políticos profundamente corruptos, el mantenimiento de paraísos fiscales moralmente inconcebibles..., producen estupefacción entre la ciudadanía y, por ende, alarmantes expresiones electorales. Es cierto que la parte de la humanidad que tiene la oportunidad de expresarse libremente desea acabar definitivamente con este lamentable estado de cosas y, también es cierto, que la dimensión del conjunto requiere enfoques sistémicos más allá de las soluciones singulares propuestas por los llamados 'hombres de Estado' (especie, por otra parte, en creciente peligro de extinción). Todos estamos preparados y listos, menos el G-8 que permanece almidonado.

La CNBC transmite 24x7 noticias sobre los movimientos de los mercados financieros internacionales. En los dos últimos años, los inversores asisten horrorizados, y en directo, al derrumbe de grandes imperios económicos que, de paso, desintegran los ahorros de millones de suscriptores del llamado capitalismo popular. De Enron a WorldCom han pasado más de seis meses y las manifestaciones, e incluso propuestas, sobre la necesidad de un marco normativo que blindase la veracidad de la información societaria que reciben los mercados, han proliferado desde la Administración y el Senado de los EE UU a la SEC, el NYSE y el FASB, pasando por algún tribunal estatal. En este clima, calificado por algunos interesados de 'mcarthysmo empresarial', los lobbies de consultores / auditores, bancos de análisis / inversión, etc. han conseguido desactivar cualquier intento de establecer un marco de regeneración de la confianza de los inversores en la información que reciben de las empresas. Los americanos están listos y preparados para el cambio, pero la 'Business Roundtable' (lo más selecto del Fortune 500) continúa refractaria ante cualquier duda sobre la buena salud del capitalismo americano.

Cuando de niños estudiábamos la 'Guerra de los 100 años', o las conflagraciones mundiales, pensábamos que la estupidez del ser humano podría ser erradicada cuando asumiéramos responsabilidades en la sociedad. La existencia de un terrorismo que utiliza potentes plataformas de difusión internacional de sus asesinatos y que actúa con ensañamiento en cualquier parte del mundo demuestra que continuamos compartiendo el dolor globalmente, pero pretendemos solucionar nuestros problemas localmente. Del despotismo ilustrado a la exageración del consenso se deriva, frecuentemente, una parálisis en la acción de la que se benefician los asesinos. Del autoritarismo recalcitrante a la frecuente conjugación de lo políticamente correcto solo se favorece los reaccionarios. Si la democracia es el imperio de las mayorías, la tiranía de las minorías no puede continuar condicionando la vida de los que estamos listos y preparados para una nueva fase de superación del papanatismo y de denuncia del fariseísmo. Éste no es un combate que, de forma permanente, afecte a unos pocos y que se libre contra unas bandas dispersas y desorganizadas, movidas por el fanatismo y la utopía. Éste es un asunto que nos concierne a todos y que produce bajas y dramas familiares cada día, en muchos lugares. El lamentable y progresivo enfriamiento internacional a nueve meses del 11 de Septiembre, hace que algunos predigan cruelmente que en unos pocos años, salvo en EE UU, la efemérides conmemorativa en dicha fecha será exclusivamente el derrumbe de Wall Street o el detonante de la fusión entre la CIA y el FBI.

Parece ser que Noé comenzó a construir el Arca antes de que empezase a llover. La democracia es mejor cuando produce ordenamiento jurídico, o conduce a la toma de decisiones ejecutivas, con anticipación a la aparición de los problemas que potencialmente pueden afectar a los administrados en un sentido amplio. Cuando actúa con retraso, o se inhibe en exceso, se puede convertir en cómplice de la injusticia.

José Emilio Cervera es Economista y ex eurodiputado por el CDS.

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