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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El drama de este verano

Año 1900: se publica en Estados Unidos Sister Carrie, un 'insulto a los valores culturales de las clases dominantes, tanto más violento puesto que Dreiser parecía totalmente inocente. Podían acusarlo de obsceno, pero nunca de deshonesto'. Ésta es la opinión de Peter Conn acerca del suceso que conmocionó a los lectores bienpensantes de la sociedad americana de principios de siglo. A ello se añadía, en la época, una opinión crítica que señalaba, entre otros defectos, la falta de formación del autor (un autodidacta nacido en la pobreza), su desconocimiento de la 'autoridad literaria', excesos tales como la repetitividad y hasta la verborrea y una mezcolanza no muy bien resuelta y un tanto inocente de pensamiento social de vanguardia. Total: que no parecía que aquello fuera a cuajar en otra cosa que un pequeño escándalo a olvidar. Pero -¡lo que es un autor de fuste!- no sólo no se olvidó, sino que Dreiser es hoy considerado el padre de la novela social norteamericana, un punto de referencia inevitable en la narrativa de ese país y el autor de una obra maestra indiscutible: Una tragedia americana. Lo curioso es que esta sigue poseyendo los mismos defectos de Nuestra Carrie -de los que ya hablaremos- y todas sus virtudes: ambas son extraordinarias, de las que un buen lector de literatura de corte decimonónico y realista no puede permitirse decir que desconoce y seguir viviendo tan tranquilo.

NUESTRA CARRIE

Theodore Dreiser Traducción de Celia Montolío Alba. Barcelona, 2002 584 páginas. 30 euros

La historia de Carrie es la de

una mantenida. Una muchacha que llega de Columbia City a Chicago para buscar su futuro en una gran ciudad y se pone a recorrer la ciudad en busca de un duro trabajo de cuatro dólares semanales. La formidable descripción de esta búsqueda, del inicio y del abandono de tan miserable porvenir deja a la protagonista en disposición de dejarse querer -eso sí, con vistas al matrimonio- por un buscavidas de mediana posición y alegre carácter. Un segundo hombre, Hurstwood, elegante y mundano, amigo del primero -Charles Drouet- será el principal beneficiario del juego de seducción y protección a la joven Carrie. Y a partir de aquí se desarrolla una creación de personajes excelente y que, en los casos de Carrie y -aún más- de Hurstwood, alcanza la categoría de sublime.

Carrie es 'de carácter pasivo y receptivo, carente de iniciativa y agresividad'; se deja llevar y sólo saca a relucir su astucia para salvarse cuando las cosas se ponen de verdad feas; esta astucia, sin embargo, tiene una mezcla de inocencia, de simpleza quizá, y también de egoísmo magistral. Con un personaje tan poco interesante desde el punto de vista dramático, del que se cuentan sobre todo nimiedades porque su vida sigue siendo pequeña incluso cuando alcanza el estrellato como comediante, sólo cabía esperar, a lo sumo, el brillo fatal del melodrama. Pero Dreiser, que es repetitivo, pundonoroso, que no perdona explicación ni deja cabo suelto y que se explaya siempre más de lo necesario según el canon realista -que ya es decir-, compone un personaje realmente formidable porque en su atención a la minucia extiende no ya un personaje sino un mundo. Es como si Carrie arrastrase consigo, con su presencia, al variado modo de vivir de una sociedad en la que, a gusto o a disgusto, se integra. Pocas veces se habrá visto a un personaje tan mediocre y conformista alcanzar tanta altura. Pero es que a ello contribuye la creación de otro personaje, éste sí, arrastrado por sus contradictorias pasiones al abismo de la desdicha. He aquí a George Hurstwood, prototipo de triunfador social que, encaramado a una posición de privilegio por su esfuerzo, llegará a un extremo de degradación estremecedor por causa de Carrie, pero también de sus propias contradicciones: no hay nada más inseguro que un seguro triunfador al que un rapto de insensata confianza -pero también su deseo de algo distinto- precipita al desastre. Y lo más hermoso, lo más espectacular de esta admirable novela, es la relación que se establece entre ambos -Carrie y Hurstwood- desde el momento en que ambos se fugan y comienza la progresiva, matizada y minuciosa degradación de él y el afortunado e improvisado ascenso de ella.

¿Cuál es el secreto de Drei

ser? Algo que hoy día se está perdiendo miserablemente: el vigor narrativo. Es tal la fuerza de convicción, de disciplina y de esfuerzo que Dreiser pone en su obra que ésta se levanta, me atrevería a decir, heroicamente. Vigor, fuerza, energía, relato, vida: con estos mimbres teje Dreiser una historia que se lleva por delante todos los defectos que pudieron señalarle los puristas de la narrativa. Porque no nos engañemos: todo ello valdría de mucho, pero no pasaría a la historia de la literatura si no fuera porque el talento lo acompaña en forma de mirada y experiencia, una mirada y una experiencia sobre las que ejercita la clave de su talento: la selectividad, la elección de lo significativo. ¿Qué importa que se exceda o se repita cuando el exceso también tiene contenido y, por tanto, no resta sentido? ¿Qué importa que subraye o se explique en demasía, que a veces su pensamiento esté demasiado presente y se muestre inocentemente confuso, cuando todo queda tan bien ceñido a una línea dramática central construida con la solidez de un gran edificio?

La obra concluye convocando en unas pocas páginas a todos los personajes relevantes del drama antes de cerrarse éste sobre la figura de Hurstwood. Dreiser estuvo a punto de suicidarse debido a la miserable acogida que el libro tuvo, por razones de escándalo social entre otras. Sólo vendió 456 ejemplares. Veinticinco años más tarde, Una tragedia americana lo llevó a la cumbre. Si desean disfrutar de un inteligente y apasionado drama este verano, Nuestra Carrie es mi más afectuosa recomendación.

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