Dos novelas de la transición mexicana
SOSPECHOSO ELOGIAR las obras de dos amigos tan queridos y admirados. Deprimente dejarlas pasar por esos motivos. Y arriesgado atribuirle a dos novelas dimensiones políticas que, aunque no estén explícitas, sí subyacen el texto narrativo.
Las mujeres de Adriano (Alfaguara), de Héctor Aguilar Camín, es un diálogo ilustrado -casi dieciochesco- entre el historiador mexicano Justo Adriano Alemán y su joven confidente, que bien podría ser el propio Aguilar Camín. No es la primera vez que el autor de La guerra de Galio emplea modelos biográficos reales para sus no menos reales protagonistas literarios. Justo Adriano Alemán vuelve a recordarme, como en El error de la luna, al historiador Edmundo O'Gorman, hombre de cultura vasta y de seducciones múltiples. Las atracciones de O'Gorman eran -me cuentan algunas de sus seducidas- su mezcla de cortesía, suavidad, experiencia inédita y peligro probable. Éstas son, también, las características de Justo Adriano Alemán, aunque él sabe que en verdad la mayoría de los hombres 'somos conquistados, elegidos por las mujeres'.
A propósito de Las mujeres de Adriano, de Héctor Aguilar Camín, y El abismo, de Federico Reyes Heroles
El verdadero sultanato de Alemán sobre sus cinco mujeres -casi tantas como Enrique VIII de Inglaterra- contrasta severamente con la soledad de monje trapense que ha escogido Esteban, el protagonista de El abismo (Alfaguara), de Federico Reyes Heroles. El edificio de apartamentos habitado por Esteban es un monasterio urbano en el que los habitantes se cruzan sin hablarse y comparten ascensores sin mirarse. Esteban ha escogido su soledad. No ha solicitado, en cambio, la cercanía de su vecina María. Promiscuidad libérrima en Aguilar Camín: tener a la vez 'a todas las mujeres de mi vida' es su realizable utopía sexual. 'Nunca las quise tanto como cuando las tuve a la vez'. Soledad comparable a la del 'hombre subterráneo' de Dostoievski en Reyes Heroles: 'Vivo en el espanto'. 'La vida sin emociones es un abismo', y en el abismo habita Esteban, prisionero del temor al riesgo.
Las mujeres de Adriano y El abismo, insisto, son novelas. Pero sus autores son también politólogos en activo y sus ficciones poseen contextos políticos tácitos pero inevitables. Dicho de manera abrupta: Las mujeres de Adriano es la última novela de la era del PRI y El abismo, la primera de la era de Fox.
Adriano no guarda ilusiones respecto a México. 'Hábleme usted del país', le pide a su visitante. '¿Sobrevivirá esta semana?'. La atmósfera del país agónico permea las situaciones de la novela. Pero es esa misma agonía la que autoriza todos los excesos, casi como si no hubiese, mañana, otra oportunidad como la de hoy. Ha muerto la legitimación del Partido Revolucionario Institucional: 'De las revoluciones no quedará sino un crespón de luto y un muro de vergüenza'. Y es precisamente esta pérdida de la idealidad lo que autoriza toda forma de la arbitrariedad. Adriano 'necesitaba... una amante, una mamá y un policía'. El PRI se lo da todo porque es todo. Aceptada esta premisa, se puede, mentalmente, rechazar la paz, desear la anormalidad, la transgresión, el riesgo. Sí, dentro de un marco político totalmente previsible y dominado por las estructuras de poder -la famosa 'dictadura perfecta' de Vargas Llosa-. Aceptada esta regla, Adriano puede creer que 'la moral de la infidelidad es la discreción'. Como la información bajo el PRI es una 'forma frenética de saber lo que pasa sin entender lo que sucede', Adriano puede representar el papel que se ha dado a sí mismo -el de jugar al lujo cosmopolita 'en una sociedad provinciana de rentas rurales'-.
Sabio y sagaz como lo es, Adriano (¿O'Gorman?) se prepara, sin embargo, para la catástrofe natural que, en México, acostumbra caer, inesperadamente, 'sobre nuestra indigencia pública'. En Adriano se dan cita la pasiva aceptación de la vida bajo el PRI y el secreto anhelo de 'los amores imposibles'. Casado con su mujer legítima o de facto (qué más da: la de costumbre), a Adriano le encantan 'los amores imposibles: su mamá, su prima mayor, su novia de adolescencia'. ¿Su democracia, otro amor imposible en México?
Digo que El abismo de Reyes Heroles es la primera novela del foxismo porque es un relato en el que dos seres que viven pared de por medio se desconocen, no se atreven a amarse y pierden miserablemente el tiempo, 'el único recurso no renovable'. Esteban y María viven cerca, pero cada uno se le escapa al otro. El amor entre ambos se va convirtiendo en un artificio, una mera construcción intelectual. Viven en la separación de la mentira porque quisieran ser otros y no lo que realmente son. Creen amarse, pero ni Esteban sabe nada de María ni ésta nada de aquél. La inmovilidad amenaza con convertir sus ilusiones en fantasías y éstas en pesadillas. No saben asumir el riesgo del amor, que es el riesgo de vivir. Les acecha la intolerable noción del vacío como destino. No supieron reconocer lo que tenían. La presa pasó frente a ellos y ellos la dejaron ir.
El abismo no es, al cabo, una novela desesperada. Con gran habilidad literaria, Reyes Heroles nos abandona en el momento mismo en que las oportunidades perdidas parecen convertirse en invención de cada cual gracias a la invención del otro. María y Esteban, como México y la democracia, comienzan a inventarse.
En la novela priísta de Aguilar Camín se puede tener todo lo que se desea.
En la novela foxista de Reyes Heroles no se puede tener ni lo que se desea.
Queda entonces el residuo sensorial de ambas obras. En Aguilar Camín, el valor de 'salir a la intemperie', fuera de los techos seguros pero confortantes, sabiéndose apenas 'un mendigo sentimental'. En Reyes Heroles, la convicción de que si la mujer y el hombre 'no supieran del amor, tampoco acudirían al encuentro'. Adriano y sus cinco hembras, Esteban y María, quedan al cabo en el umbral de ese purgatorio dantesco de la vida que dice: 'Podrías estarte enamorando'.
Carlos Fuentes (Ciudad de México, 1928) es autor de libros como En esto creo (Seix Barral) e Instinto de Inez (Alfaguara).
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