¿Perejil español?
Desatar una crisis de gran calado con una nación hermana por tres peces ya mareados, cuatro rumiantes locas y cinco piedras abrasadas, que por lo demás pertenecen a Marruecos (el islote está pegando al territorio alauí), puede sonar a algunos nostálgicos de pretéritas hazañas bélicas muy valiente, pero para otros es una desatinada y peligrosa maniobra, un monumental anacronismo. Parece que ya no hacía falta proclamar en los albores del tercer milenio que la tierra, el agua y el aire no pertenecen a nadie, que están para uso y disfrute de todos, que su titularidad es un infantil empeño, un caro juego que ha costado en el pasado hartos y absurdos sufrimientos.
Hace falta valentía para otras cruzadas más urgentes, menos llamativas. Hace falta valor para el diálogo en el País Vasco, para construir una España más acogedora y solidaria, hace falta valor para frenar la depredación humana y medioambiental del liberalismo a ultranza... El disputado peñón no merece una bala al aire, pongamos proa a costas más urgidas.