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Reportaje:

Pop bajo la Bola del Mundo

Fangoria, Xperimental Shop y Telephunken actuaron en el coso de Navacerrada, en plena sierra

¿Qué diferencia un concierto celebrado en pleno verano en la plaza de Las Ventas de otro en similar recinto y fecha, pero en Navacerrada? Vivido lo que se vivió el sábado por la noche en el pueblo serrano -con la actuación de Fangoria, Xperimental Shop y Telephunken, dentro del ciclo Música del Agua, organizado por el Canal de Isabel II-, un montón de cosas.

Aparte del tamaño de la plaza -la de Las Ventas puede acoger a 20.000 espectadores; la de Navacerrada, no más de 3.000-, en la sierra se pueden ver un sinfín de estrellas (de las del cielo, no de la farándula) imposibles de adivinar siquiera en el firmamento contaminado de la capital, hay que ponerse una chaqueta gordita porque el fresquete nocturno se transforma en frío, las familias se acompañan de hijos muy pequeños, no hay que esperar colas frente a los servicios y las barras y es fácil aparcar en la inmediaciones.

El cartel puede ser idéntico a cualquiera que se presenta en la capital, y el interés del público -en proporción-, como si se tratara de La Riviera, Las Ventas o el Palacio de Deportes. Sucede que esta vez la iniciativa partía de la Fundación Canal de Isabel II, inmersa en ese proyecto llamado Música del Agua, con el que pretende concienciar de la utilidad del agua como bien cultural, el respeto a su conservación y el buen uso.

Fangoria, capitaneada por una griposa Olvido Alaska, era el reclamo principal del concierto. A su lado, los valencianos Xperimental Shop y los zaragozanos Telephunken completaban un muy digno cartel que pretendía llevar el pop electrónico a la sierra, tan estimulante en esta época del año.

Un descubrimiento

Presenciar un concierto así al aire libre en verano, con la luna creciente tras la montaña, las estrellas reventonas en el firmamento y vislumbrándose, a lo lejos y muy arriba del escenario, las lucecitas del observatorio de la Bola del Mundo es un auténtico descubrimiento que los promotores de conciertos deberían estudiar antes de repetir eso de que Madrid carece de recintos intermedios para la música en directo. En tiempo, Navacerrada no está más lejos de la capital que La Cubierta de Leganés o el festival de jazz de Galapagar.

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Alaska, con 38 de fiebre y una gripe que la había obligado a cancelar el viernes su participación en el Espárrago Rock de Jerez, se convirtió en otra estrella de la noche. No hacían falta efectos de luces: ahí estaban las montañas, las estrellas y la Bola del Mundo. Con el coso lleno por encima de la mitad, salió enfundada en cuero, pero se despojó de la cazadora para lucir tatuajes y mangas de malla, que la devolvían a su imagen entre punky y siniestra que cultivó en los ochenta.

Su música, sin embargo, suena a siglo XXI, una suerte de rock preñado de ritmos electrónicos y beats digitales al servicio de unas letras más que inteligentes. Divina como siempre, Alaska disimuló su gripe, recorrió su último disco con Fangoria, Naturaleza muerta, y apenas hizo una concesión a su pasado remoto: Quiero ser santa.

La noche invitaba al respeto por la naturaleza. La propia Alaska celebró que el recinto se utilizara para cosas distintas a una corrida de toros, y Ecologistas en Acción, que colabora con el Canal en la protección de los ríos, trasmitía el mensaje del concierto: por sólo un euro, el puesto de esta asociación vendía una alcachofa de ducha que reduce el caudal de agua sin menoscabo de la estimulante presión.

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