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Reportaje:

Con las fuerzas especiales en Afganistán

Una reportera de EL PAÍS ha acompañado a los miembros de las fuerzas especiales de EE UU durante su misión en Afganistán

Ángeles Espinosa

Uniformes sin galones, coches sin matrícula, casas secretas, tal vez incluso licencia para matar. Fuera de sus bases militares en Bagram y Kandahar, Estados Unidos ha desplegado unidades de operaciones especiales en las principales ciudades de Afganistán. Su presencia desata la imaginación cinematográfica de los afganos. Pero, películas aparte, los soldados también están construyendo escuelas, clínicas y otras infraestructuras, una duplicidad que suscita las críticas de las organizaciones humanitarias. En un gesto inusual, R., un responsable de las fuerzas especiales, invitó a esta enviada a un desayuno con sus colegas de Asuntos Civiles.

La casa, situada a las afueras de una de las ciudades en las que operan, no tiene marca alguna. Las cortinas del primer piso están permanentemente echadas. Unas cadenas de carro de combate incrustadas en el asfalto obligan a reducir la velocidad a los coches que pasan por delante. Un par de soldados afganos, leales al cabecilla local, vigilan la puerta. En la azotea hay una ametralladora resguardada por una pila de sacos terreros. Nada extraordinario en un país en el que la protección armada es tan habitual como el paraguas cuando llueve. Aún así, todos los vecinos saben que allí residen 'los americanos'.

'Nuestro cometido es distinto que el de las ONG porque no somos neutrales'
'Llevamos proyectos humanitarios con relativa independencia de la cadena de mando'
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Tras el pertinente aviso, R. sale a recibirnos. Subimos al primer piso y entramos en una habitación sin ventanas a la calle. Enseguida llegan los huevos revueltos, el café americano y los donuts. 'No, no los hacemos nosotros, los compramos en una panadería de la ciudad, aunque sólo son frescos un par de días a la semana', comenta el anfitrión. Al poco se unen W. y J., los chilics, por las siglas en inglés de Célula de Enlace de Coordinación Humanitaria (CHLC, Asuntos Civiles). Aparcan sus M-16 en el suelo. La vajilla es tan espartana como la sala donde desayunamos: bandejas de acero inoxidable y los característicos vasos de estiropor. Pero el lujo son los pequeños tetrabriks de leche fría en un país en el que los lácteos no están al alcance de cualquiera.

R. es un veterano de la guerra de Vietnam, un reservista que en la vida civil trabaja como responsable de carga de una compañía aérea. Todo eso no me lo cuenta él, cuya consigna, como la del resto de los miembros de las fuerzas especiales, es la discreción. Son retazos captados al vuelo. 'Echo de menos a mis hijas', admite cuando le pregunto si no se le hace duro estar tan lejos de casa. R. se considera a sí mismo más un policía que un soldado. 'Queremos ganar; queremos que ganen los buenos', declara tras dejar claro que el fin último es acabar con Al Qaeda y los talibanes, pero no entra en detalles sobre su trabajo. El gobernador de Herat, Ismail Khan, les atribuye 'tareas de búsqueda de información'.

Más explícito se muestra su colega de Asuntos Civiles. 'Nuestro objetivo es reforzar la legitimidad del Gobierno central', afirma en aparente contradicción con la política oficial de no entrar en el proceso de construcción nacional. Su departamento solía encargarse de proyectos que vincularan el mundo militar con el civil. 'En situaciones de posguerra es habitual que haya ejércitos sobredimensionados con dinero y recursos de los que carece el resto de la población', explica.

W. reconoce, no obstante, que en Afganistán se ha ampliado el mandato. 'Por primera vez estamos llevando a cabo proyectos puramente humanitarios, gastando directamente el dinero y con relativa independencia de la cadena de mando de operaciones especiales'.

La creciente implicación militar en la asistencia humanitaria ha sido una constante desde principios de los noventa. Somalia, Bosnia, Kosovo o Timor Oriental fueron intervenciones con un importante componente humanitario. Pero el alcance de esas acciones en Afganistán está suscitando muchas críticas. Las ONG han denunciado 'la confusión que crean entre los afganos los soldados armados de la coalición que participan en operaciones de asuntos civiles'. Para esas organizaciones, el hecho de que los militares se vistan y actúen de forma similar al personal humanitario 'puede minar la efectividad y la seguridad' de los cooperantes.

'También hacemos trabajo humanitario, pero nuestro cometido es distinto de las ONG porque nosotros no somos neutrales, estamos con los buenos, queremos que ganen, lo que no significa que vayamos a intervenir directamente'. W. se pregunta hasta qué punto el dinero tiene que ver con las críticas. 'El Ejército lleva gastados 250.000 dólares en esta zona. Si nosotros no hubiéramos actuado de forma directa, esos fondos se habrían canalizado a través de las ONG'.

No obstante, W. está buscando proyectos alternativos a la construcción de escuelas y clínicas, en los que se han centrado hasta ahora. 'Ya hay numerosas organizaciones que se ocupan de ello', concede. Alguien sugiere la posibilidad de ayudar a construir un puente a uno de los señores de la guerra y utilizar el incentivo para animar una cierta competencia en la dedicación a las obras públicas entre los diferentes cabecillas locales. 'Habrá que comentarlo con los de operaciones psicológicas', apunta R. Otra propuesta plantea proporcionar capacitación profesional a los milicianos que se comprometan a dejar las armas. Ambos proyectos quedan fuera del mandato de las agencias humanitarias por afectar al ámbito militar.

Lo que W. no admite es que se les acuse de utilizar su labor asistencial como tapadera de operaciones encubiertas. '¿Creen que soy un espía? ¿Qué informo a mis superiores? Sí, lo hago porque el Gobierno de Kabul les pregunta qué está pasando', explica antes de subrayar que en absoluto se ocupan de las vidas de los trabajadores de las ONG. 'Tampoco compartimos nuestros datos con ellos porque la mayor parte es del tipo fulano y mengano informan de que en la región x hay desplegados n tanques y z baterías antiaéreas. Nada que pueda serles útil', asegura. Sin embargo, es un hecho que la comunidad humanitaria les rehúye. 'Los chilics no son bienvenidos en nuestras fiestas', confirma una cooperante francesa.

Tanto R. como W. reconocen el peligro de trabajar en equipos pequeños, fuera del manto protector de sus bases. Son grupos de entre 8 y 20 personas, según las ciudades. Hay algunas, como Mazar-i-Sharif o Herat, donde su presencia es más apreciada que en otras. En Kandahar, la que fuera el centro neurálgico del régimen talibán, la aventura es más peligrosa. A Miguel, un cooperante español, lo confundieron con un norteamericano en el bazar. 'Díle a tu amigo que no vuelva por aquí porque le vamos a matar', le advirtieron a su traductor hace un par de meses. No era una bravuconada. Pocas semanas después, un soldado estadounidense resultaba herido de bala en el cuello.

Los miembros de las fuerzas especiales no están sujetos al toque de queda y ni siquiera necesitan una contraseña. 'Cuando llegamos a un puesto de control ven nuestros uniformes y nos dejan pasar', me cuenta W. cuando coincidimos dos días más tarde en un acto social. 'En la medida de lo posible intento evitarlo, no tengo ganas de que un chaval de 17 años cometa un error y luego diga 'yo no quería matar al americano'. Esa noche W. viste vaqueros y camisa oxford azul. Podría pasar por un miembro más de la tribu humanitaria, pero en cuanto termine la reunión se pondrá el traje de faena, que le espera en el coche junto al M-16.

Un <i>marine</i> estadounidense regresa de una misión en el sureste de Afganistán.
Un marine estadounidense regresa de una misión en el sureste de Afganistán.REUTERS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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