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ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
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Agenda, ruido y futuro

MAÑANA COMIENZA EL DEBATE ANUAL de política general ('sobre el estado de la nación', según su hiperbólico sobrenombre), inventado por los socialistas en 1983 con el fin de brindar al presidente del Gobierno -entonces Felipe González- una privilegiada tribuna para enfrentarse dialécticamente con los líderes de los grupos parlamentarios y para dirigirse indirectamente a los ciudadanos a través de las cámaras de televisión. Las considerables ventajas del anfitrión -en este caso, Aznar- nacen del propio formato del Pleno: mientras los portavoces de la oposición intervienen en el Congreso por turno y con el tiempo tasado, el presidente del Gobierno -exento de controles horarios-tiene barra libre, fija la agenda en su intervención inicial, contesta a sus interlocutores de uno en uno o en tropel, acusa recibo de las preguntas o les da la callada por respuesta, toma la palabra cuando le viene en gana y cierra tanto el debate en su conjunto como las discusiones bilaterales de forma tal que impide a sus contrincantes rebatir las imputaciones falsas, aclarar los malentendidos o repreguntar las cuestiones dejadas en silencio.

El cambio de Gobierno servirá al presidente Aznar para intentar la neutralización de las críticas contra su gestión pasada mediante el anuncio de futuros proyectos para el resto de la legislatura

Aznar ha unido a los beneficios anteriormente disfrutados por Felipe González un ventajismo extra: la agresividad barriobajera que suele exhibir en los debates televisados un sector del grupo popular más homologable por su comportamiento con la barra brava de Boca Juniors que con un colectivo parlamentario. La estrategia puesta en marcha desde los escaños del PP para hostigar al portavoz socialista con un desafinado concierto de ruidosos murmullos, interrupciones groseras e insultos personales golpeó de lleno hace cuatro años la mandíbula de cristal de Borrell hasta hacerle perder los nervios; también Zapatero ha sido blanco de esa incivil peña de jayanes amparada por la complicidad de la presidenta Rudi. Televisión Española se cuida muy mucho de evitar que la audiencia (disminuida esta vez por la astuta decisión gubernamental de celebrar el debate en plenas vacaciones veraniegas para ocultar sus vergüenzas) conozca esas prácticas gamberras contrarias a la cortesía parlamentaria, perceptibles únicamente a través de los eventuales efectos desmoralizadores sobre el orador acosado y vejado.

La comunicación enviada al Congreso por el Gobierno el pasado día 8 detalla la amplísima agenda preparada para el debate: desde la Ley de Partidos hasta el balance de la presidencia europea, pasando por la rebaja del impuesto sobre la renta, la financiación autonómica, la violencia doméstica, la ruptura del diálogo con los sindicatos y las reformas educativas. Los socialistas temen que la lucha contra el terrorismo o el inconstitucional ultimátum sobre transferencias dirigido al Gobierno por la mayoría nacionalista en el Parlamento de Vitoria puedan ser utilizados deslealmente por Aznar como pretexto para no debatir 'los problemas de la gente' y rehuir la crítica de actuaciones tan desfavorables para la imagen centrista y reformista del PP como la política educativa, la reforma del sistema de protección de desempleo y la arrogante respuesta a la huelga del 20-J. Pero nadie puede poner puertas al campo: hay buenas razones para que la opinión pública preste una atención prioritaria -aunque no exclusiva- al peligroso deterioro de la convivencia en el País Vasco.

El ventajista formato del debate, el furioso ruido de los jabalíes del grupo popular, la convocatoria veraniega del Pleno y el sesgado manejo de la agenda no serán mañana las únicas armas en manos de Aznar: el inesperado cambio de Gobierno obligará a Zapatero a modificar el tenor de su discurso y permitirá al presidente del Gobierno trasladar las coordenadas del debate desde el pasado hasta el futuro, esto es, desde la rendición de cuentas por la gestión ya realizada al anuncio de la puesta en marcha de proyectos para lo que resta de legislatura. La renovación del Gabinete ha sido ideada por Aznar para intentar mañana el logro de dos objetivos: descargar sobre los seis ministros cesados el coste de su semestris horríbilis y neutralizar las críticas de la oposición mediante el despliegue de promesas resplandecientes a realizar durante el próximo bienio.

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