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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Recorrido por el estilo parcial

Contrariamente a las connotaciones negativas que pueda tener hoy en determinados ámbitos la parcialidad, hubo en la literatura española de la primera mitad del siglo XX un estilo parcial compuesto por riqueza expresiva, cultura y capacidad intelectiva de sus autores, que vino dándose principalmente en la prosa periodística y ensayística, y de la que hay que rescatar nombres como los de Gómez de la Serna, Corpus Barga, Cansinos-Assens o González Ruano. De esta misma estirpe es una, o dos, de las vertientes literarias de Eugenio D'Ors (1881-1954), la ensayística y la periodística del Glosario, realidades tangibles de un tiempo en el que hacer de la escritura oficio suponía haber asimilado gran parte de la herencia cultural española y europea -y de sus respectivos presentes- y saber plasmar en la síntesis apretada de un artículo, o en el espacio más desahogado de un ensayo, visión y análisis del mundo propios. Esta secuencia de la escritura española, perdida u olvidada desde los cincuenta, ha querido recuperarse en la voz y las formas de autodeclarados discípulos, pero las más de las veces estos columnistas y ensayistas han recuperado una pequeña porción (la más costumbrista) de estos modos literarios, esto es, aquella porción que delata los orígenes y vocación internacional del periodismo romántico. Sólo puede escribirse en estilo parcial cuando no se es, culturalmente hablando, parcial en conocimientos y en lecturas, y algo de esto último parece ser se perdió hace medio siglo.

Coinciden ahora en su publicación cuatro títulos de D'Ors que representan dos de sus vertientes literarias: la ensayística (Lo barroco y Cincuenta años de pintura catalana) y la periodística (los volúmenes cuarto y quinto de su Último glosario, de sus glosas en Arriba durante 1949, 1950 y enero de 1951); a su vez, estos cuatro libros iluminan sobre dos momentos muy distintos de su escritura: los dos primeros, anteriores a la guerra civil (la primera edición de su texto sobre el barroco fue francesa, de 1935; el libro sobre pintores catalanes, nunca editado, fue proyecto de 1923); los volúmenes de las glosas, en la primera década de la dictadura franquista y en uno de los medios -todos lo fueron entonces- oficiales.

En Lo barroco, D'Ors acuñó

un par de definiciones, o de métodos, de abordar esta época -que según él no lo es- artística que han sobrevivido hasta hoy y que siguen citándose: por una parte, la idea de que lo barroco es la síntesis de 'varias intenciones contradictorias en un gesto', y que tal amalgama -y voluntad armónica posterior- procede de una 'nostalgia del Paraíso Perdido', es decir, del instante histórico en que cristaliza la conciencia colectiva del auge del conocimiento científico; por otra, D'Ors entiende lo barroco (o el barroco) como un eón, como una constante histórica, dentro de las expresiones artísticas, que va reapareciendo cíclicamente. La edición presente, más ajustada y fiel que otras que circularon, a la par que enriquecida con textos complementarios, permite entender el proceso de conformación teórica que sobre este asunto llevó a cabo D'Ors, desde muy temprano, y que seguiría repitiendo después.

Cincuenta años de pintura catalana es un ensayo fiel a su título. Escrito en buena parte en 1923, leemos en él apreciaciones enunciadas con voluntad de verdad absoluta como ésta: 'Antes de 1873 el arte catalán no existe'. Aquí y allá va dando muestras D'Ors de ese estilo parcial, próximo en ocasiones a la mayor fluidez de lo periodístico, pero que no pierde de vista los rudimentos del ensayo, sobre todo en lo que hace a la estructura unitaria y la defensa y demostración de su tesis. Quizá uno de los procedimientos que más destaque en esta época en que tanto se habla de recepción de la obra artística sea el que hace de los juicios plásticos de D'Ors no un discurso encerrado en su materia (la pintura), sino resultado de una actividad comparativa, principalmente con la literatura. D'Ors se pregunta por el auge de la pintura frente a arquitectura y escultura, y entiende -y parece no querer verlo en Gaudí- que ésto se debe a que los pintores 'se han ido limpiando de cualquier superstición de localismo' antes que otros artistas, y que el nacionalismo catalanista, 'hijo del fervor excursionista', y no viajero, ocupa la literatura, pero no con la misma incidencia la pintura. Una observación sobre la edición del libro: quizá a su aparición en la colección en que lo ha hecho se deba su composición híbrida -no se trata aquí de pluralidad bilingüe-, pues siendo como es un ensayo escrito en castellano, se anota y prologa en catalán, cosa que pudiera suponer alguna dificultad para los lectores no catalanohablantes.

El designio y la ensalada y El guante impar son los volúmenes cuarto y quinto del Último glosario, proyecto que inició la editorial Comares en 1998 y que se culmina ahora. Ambos volúmenes, editados con mucho cuidado y útiles índices onomásticos, toman sus títulos de respectivas glosas de D'Ors. Leer estas obras, ahora, artículo tras artículo, supone asistir al advenimiento más claro de ese estilo parcial al que antes me refería: D'Ors emplea con rigor las artes de la crítica (comparación y clasificación, valoración), habla tanto de literatura como del islam o del Estado de Israel, los museos de autómatas, la unión federal de Europa o el Fausto de Goethe. Al mismo tiempo va deslizando un somero mapa de sus últimas lecturas, todas ellas de autores insignes y que han pervivido, entonces novedades (Frazer, Eliade, Cioran, por ejemplo), arremete contra algunas poéticas de la cotidianidad o contra los poetas de la colección Adonais, señala -ya- versos de Cirlot, enuncia su 'teoría del público' (o su deseo de que exista) y que tanta actualidad tiene para nosotros, y va dejando caer apreciaciones de poética ('la verdadera lección literaria no consiste en acumular ornamentos, sino en quitarlos'), cita a Tierno Galván, Aranguren, Valverde, se lamenta de las traducciones y de la ausencia de buenas traducciones de Poe, etcétera. Y estamos refiriéndonos a un autor de casi setenta años, con decenas de obras y artículos a sus espaldas, pero que sigue leyendo y escribiendo como hace quien, en sus comienzos, pretende explicar el mundo. De hecho, su secreto, y su lamento, quizá se albergue en una de estas últimas glosas, en la que escribe: 'Todavía está por hacer la historia natural de las miradas'.

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