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Repercusiones del cambio de Gobierno

Francesc de Carreras

Dos elementos de la reciente crisis de Gobierno repercuten directamente en la política catalana: el cambio de ministerio de Josep Piqué y el ofrecimiento a Miquel Roca de la cartera de Asuntos Exteriores. Creo que ambos van en el mismo sentido y repercuten, en cascada, en las estrategias de CiU y el PSC ante las próximas elecciones.

¿Qué significado aparentan tener estos dos gestos de Aznar? Todos los comentaristas han coincidido en considerar que la salida de Piqué de Exteriores y su pase a Ciencia y Tecnología -en definitiva, su antiguo Ministerio de Industria- le permitirán estar en frecuente contacto con la sociedad catalana por dos razones: primera, porque sus viajes internacionales se verán enormemente reducidos; segunda, porque el nuevo cargo le pone en directo contacto con la clase empresarial de nuestro país. Todo ello lleva a pensar que el cambio de ministerio obedece a que Piqué es quien mayores posibilidades tiene de ser el próximo candidato del PP a la presidencia de la Generalitat.

Por otra parte, el ofrecimiento a Roca de entrar en el Gobierno es una hábil jugada que continúa una estrategia que empezó en 1996, precisamente con la sorprendente entrada de Piqué en el primer Gobierno de Aznar. Recuérdese que entonces Piqué era un hombre del entorno de Convergència. Había sido un alto cargo en Industria de la Generalitat, despues pasó al sector privado intentando solucionar los desastres financieros de Javier de la Rosa -a los cuales no era ajena la Administración catalana-, se situó en el meollo de la más dinámica burguesía catalana al ser presidente del Círculo de Economía y, pocos meses antes de ser ministro, ocupó por segunda vez el último lugar de la lista de CiU -que, como se sabe, siempre es un puesto de honor para notables- en las elecciones municipales de Vilanova i la Geltrú, de donde es natural. Al principio, incluso se sospechó que Piqué estaba en el Gobierno en representación de Pujol. El tiempo se ha encargado de desmentirlo. Tras Piqué, entraron en la órbita del PP otros brillantes jóvenes de su generación: Birulés, Nadal, Marimon y Moragas, entre los más conocidos. Se estaba formando en Madrid un PP de catalanes que no habían pasado previamente por el PP de Cataluña.

Un paso más en esta línea fue el ofrecimiento público de Aznar para que cuatro miembros de Convergència entraran en el Gobierno. Esto sucedió a principios de este año, hace tan sólo seis meses. Pujol rechazó la oferta de manera tajante, pero muchos de sus fieles partidarios dentro del campo empresarial opinaron que se había equivocado. De nuevo Pujol se encontraba ante la contradicción que Niceto Alcalá Zamora le espetó a Cambó hace 80 años: 'Su señoría', le dijo don Niceto al líder de la Lliga en pleno Parlamento español, 'no puede pretender ser el Bismarck de España y el Bolívar de Cataluña'. Mientras, un cierto pesimismo -justificado o no- va cundiendo entre las filas de los empresarios catalanes al tener la sensación de que Cataluña se repliega por las contradicciones de CiU. Pujol no ha logrado ser, por su indecisión, ni Bolívar ni Bismarck.

Este visible callejón sin salida en el que se encuentra CiU es el que Aznar quiere poner de relieve con sus envenenadas maniobras. Esta vez ha dado un paso más: no le ha hecho ningún ofrecimiento a Pujol, sino a Roca, y esto, si recordamos lo que sucedió hace 10 años, es una fuerte bofetada al todavía presidente de la Generalitat. Sabe Aznar que Roca, frente a Pujol, representa un segmento distinto de la sociedad catalana y del mismo electorado convergente, un segmento que, por lo menos en parte, puede ser afín a Piqué. Aznar sabe perfectamente que Roca no está dispuesto a entrar en el Gobierno. Está en otras labores. Su maniobra ha tratado, simplemente, de hacer un gesto, una invitación, a un sector social de Cataluña y del voto convergente -personificado en Roca- para que confíe en el PP. Aznar sabe que si Pujol no quiere entrar en el Gobierno de Madrid, otros creen que el momento ha llegado: ante la globalización, la construcción europea y el haber completado la España autonómica, hay que implicarse en la dirección de España. Otra cosa es perder el tiempo en perjuicio propio.

Simplificando un poco, el PP tiene dos opciones en Cataluña. Una primera es jugar la carta de la identidad española y buscar un votante socialmente heterogéneo, situado preferentemente en las zonas industriales, compitiendo en ellas con el PSC. La otra es buscar un votante conservador y moderadamente catalanista, situado preferentemente en la mesocracia tradicional de las ciudades catalanas de tamaño grande y mediano, compitiendo para ello con CiU. Para la primera opción, el líder natural es Alberto Fernández, que está haciendo una magnífica y difícil labor de colaboración-oposición al Gobierno de la Generalitat. Para la segunda opción, el líder natural es Josep Piqué, en tantas cosas parecido a Artur Mas.

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Si el PP logra penetrar en las zonas electorales del PSC -en el cinturón industrial de Barcelona, como ejemplo más claro -, puede causarle un daño irreversible. Y ello no es imposible: ha sucedido en Madrid. La sociedades cambian y la conurbación de Barcelona es social y culturalmente muy distinta a la de la época de la transición. No en vano ha transcurrido toda una generación. Por su parte, si la opción Piqué resta votos a CiU y le hace perder las elecciones, el efecto en el partido de Pujol puede ser devastador. Un partido sin cargos públicos languidece muy rápidamente: CiU puede convertirse en un débil partido municipalista, una especie de ERC pero en retroceso.

La política catalana vivirá unos próximos meses de indudables transformaciones. Nadie puede estar tranquilo. Me temo que las actuales encuestas de opinión experimentarán cambios en direcciones que en el día de hoy no se pueden prever. Cualquier maniobra en falso puede ser fatal. Sólo se equivocarán aquellos que, buscando el voto ajeno, olvidan cuidar el propio, el que le ha sido fiel hasta ahora. Las elecciones se ganan con algún voto añadido. Pero se pierden, casi siempre, cuando no te votan los tuyos, los de siempre.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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