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THE WASHINGTON POST | REVISTA DE PRENSA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Asesinato en Afganistán

No está claro quién asesinó a Abdul Qadir, uno de los vicepresidentes del Gobierno afgano, pero el mensaje que encierra su asesinato es obvio. El orden en el Afganistán postalibán sigue siendo frágil y sufre amenazas de todas las fuerzas que pudieran estar detrás de ese crimen: tensiones étnicas, rivalidades entre las provincias y, en medio de todo, el comercio del opio. Estados Unidos y sus aliados tienen que reconocer que, sin hacer un esfuerzo mayor en su apoyo al Gobierno interino de Hamid Karzai, se desvanecerá la oportunidad de estabilizar Afganistán. El problema clave en muchas zonas de ese país es la falta de leyes, lo que hace imposible la recuperación económica. Kabul es casi la única excepción. Allí, una fuerza internacional de paz ha permitido que cooperantes y exiliados llegaran a la ciudad, abriéndose oficinas y haciendo que las calles tengan el bullicio de la actividad comercial. Pero el campo y algunas ciudades son diferentes. La gente adinerada permanece lejos, temiendo por su seguridad, o bien compra seguridad de los señores de la guerra, normalmente a alto precio. Las organizaciones de ayuda tienen que escoger entre quedarse fuera o aceptar que (...) les van a robar los grupos armados. Estados Unidos entrena a un nuevo Ejército afgano, pero es un proyecto a largo plazo: se va a preparar a 14.400 soldados en 18 meses. Por contra, se estima que hay 75.000 soldados y otros 100.000 guerrilleros a las órdenes de comandantes locales. A este ritmo se tardará años en conseguir que el Gobierno imponga su voluntad a los señores de la guerra.

Washington, 9 de julio

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