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Borsig suspende pagos ocho meses después de comprar Babcock

El acuerdo de privatización compromete al mantenimiento de la actual plantilla cinco años

El fabricante alemán de bienes de equipo Babcock Borsig presentó ayer la suspensión de pagos tras la ruptura de las negociaciones para acordar un plan de rescate con los bancos acreedores, si bien la compañía se ha comprometido con el Estado federado de Renania del Norte-Westfalia a continuar intensivamente las conversaciones.

La firma germana tiene mayores dificultades financieras de lo que se había considerado hasta ahora. Su deuda, según fuentes del sector, puede ascender hasta los 840 millones de euros, cantidad no confirmada por la empresa. Desde el pasado miércoles, Babcock está negociando un plan de rescate con los bancos acreedores, los propietarios de la empresa y el gobierno federal de Renania del Norte-Westfalia. El canciller alemán, Gerhard Schroeder, aseguró que habrá ayudas financieras estatales para Babcock, aunque no especificó las cantidades.

Fuentes de la empresa consideran que la suspensión de pagos es meramente técnica y que se levantará en breve. La justifican en la necesidad de hacer algunos pagos inmediatos, como los salarios de junio.

Esta crisis ha levantado ya los primeros temores en la filial española (Babcock & Wilcox), comprada por los alemanes el pasado mes de octubre a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Desde la sociedad pública se aseguraba ayer que estaban plenamente informados del proceso y que les habían garantizado desde Alemania que no iba a tener consecuencias en la empresa vizcaína.

La primera consecuencia para Babcock & Wilcox es que dos contratos con la eléctrica Endesa para fabricar sendas centrales térmicas para Baleares y Canarias han sido suspendidos por el miedo a que la crisis financiera vaya a más y Babcock Borsig no pueda cumplir sus compromisos. Los acuerdos en el sector de bienes de equipo son a dos tres años y normalmente conllevan la financiación. Este acuerdo, ahora en el aire, se alcanzado por la matriz alemana y se trasladó su ejecución a la planta de Vizcaya. El valor del contrato era de 240 millones de euros.

La crisis de la multinacional germana supone una nueva adversidad en la azarosa historia reciente de Babcock & Wilcox (B & W). Mantener 673 trabajadores tuvo un alto coste para las arcas del Estado: 212.000 millones de pesetas. La cifra incluía las pérdidas de los últimos cinco años y las aportaciones directas a la privatización. 462 trabajadores fueron mandados a la jubilación anticipada. La operación de venta de la empresa pública se cerró entre la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) y la alemana Babcock Borsig el pasado octubre en Madrid, despues de que fracasaran otros intentos. Babcok Borsig adquirió por 7.487 millones de pesetas una nueva compañía sin deudas, con unos fondos propios de 25.706 millones y se comprometió a mantener la plantilla cinco años, realizar transferencias de tecnología e invertir 22.500 millones de pesetas en ese lustro.

La SEPI tenía dos premisas a la hora de privatizar: encontrar un socio tecnológico y con capacidad financiera. La actual suspensión de pagos ha puesto en entredicho esta situación. Los gestores en España aseguran que la firma se encuentra en perfectas condiciones y que la situación en Alemania es temporal, que se resolverá en breve porque existe un claro interés político de la autoridades locales y federales.

Para sobrevivir

Ignacio Ruiz-Jarabo, presidente de la SEPI, justificó en su día la opción de Babcok Borsig en la privatización de B & W en la carga económica de la que se libraban las arcas del Estado y en que la empresa vasca no podía sobrevivir de forma independiente. La firma alemana puso en marcha un ambicioso plan industrial que pasaba porque la empresa multiplicara por tres veces y media sus ventas en el próximo ejercicio y alcanzara sus primeros beneficios de 166,3 millones en tres años y de 665,5 en el quinto año. La SEPI aportaba 43.956 millones de pesetas condicionados a la falta de actividad inicial y a las inversiones.

La compañía española se puso como objetivos actuar en la Península Ibérica, Norte de Africa y Latinoamérica, y ofertar, entre otros productos, centrales eléctricas de ciclo combinado de pequeño y mediano tamaño, plantas de cogeneración y plantas de tratamiento de residuos. Con este fin Babcock Borsig trasladó desde una planta de Berlín a las instalaciones de Galindo (Trapagaran) sus equipos de gasificación de carbón. La nueva compañía previó facturar unos 42.000 millones de pesetas, frente a los 12.900 millones del año 2000.

En los últimos 20 años el grupo ha disminuido su personal en 4.800 personas en sucesivos planes de ajuste de plantilla. B & W se constituyó en 1918, pero la fuerte crisis que padeció a finales de los años 70 motivó que fuera rescatada por la Administración central, que en 1980 la integró en el grupo del Instituto Nacional de Industria (INI).

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