El mal germina en Lisboa
La historia arranca con un fogonazo: el brutal asesinato de una joven en un pinar cerca de Lisboa, en los años noventa. El acto, se irá revelando, es mucho más que un crimen; es la negra germinación de una maldad antigua, la atroz espiga que brota de una vieja semilla sembrada y regada con odio. Testigo de una parábola tenebrosa, al mismo tiempo que espectador de una intriga sensacional, el lector observa sobrecogido cómo esa simiente aventada por el más diabólico sembrador, Adolf Hitler, y expresada materialmente en lingotes de oro de las SS, fundidos de las joyas y dientes judíos, corrompe todo lo que toca, caracteres, voluntades, afectos. La misma tierra parece pudrirse al contacto con la porción de mal que, procedente de la Alemania nazi, se ha incrustado en el lejano paisaje portugués para proseguir su larvada tarea de destrucción durante años y años. Sólo el tesón y la fuerza moral de un puñado de personajes -empresa que toma la forma de una investigación policiaca- conseguirá desbrozar, aunque no de manera absoluta, el terreno ganado, pacientemente, por el mal.
SÓLO UNA MUERTE EN LISBOA
Robert Wilson Traducción de Gabriel Dols Gallardo RBA. Barcelona, 2002 446 páginas. 21 euros
Robert Wilson ha creado una novela estremecedora, una de esas obras cuyo palpitar redobla en la memoria del lector mucho tiempo después de dar la vuelta a la última página. De lectura compulsiva, imposible de abandonar, absorbente, Sólo una muerte en Lisboa es una de esas novelas excepcionales que aparecen de tanto en tanto en el panorama editorial, ajenas a las modas, intemporales. Una novela comparable, por su capacidad de apasionar a lectores de muy diversa condición, a Una princesa en Berlín, de Solmssen, o El mago, de Fowles. Novelas que dejan una honda impresión y se convierten, para muchos, en epítome de 'la novela' por excelencia.
Klaus Felsen, un oportunista inteligente y en cierta manera romántico que medra en el corrupto Berlín nazi, es el protagonista inicial de Sólo una muerte en Lisboa. Arrastrado por unas más que peligrosas amistades, Felsen es enrolado a la fuerza en las SS como el hombre idóneo para realizar una misión secreta en Portugal (conseguir minerales estratégicos), básica para el esfuerzo de guerra nazi. Cuando el lector se encuentra absolutamente subyugado por la personalidad y las aventuras de Felsen, tratando incluso de justificar los rasgos terribles de su carácter, se ve abducido a otra historia, la investigación policial de un crimen en el Portugal actual. Surge entonces otro protagonista alternativo que será, a fin de cuentas, el verdadero: el inolvidable inspector Zé Coelho, viudo, desencantado y honesto.
La pesquisa de Coelho, que destapa una asombrosa serie de venganzas, acabará confluyendo con la trayectoria de Felsen de una manera quizá algo rocambolesca pero absolutamente hipnótica. La trama que se va desgranando, cargada de violencia, sexo, avaricia y depravación, abarca una gran porción de historia y escenarios: muestra las conexiones bancarias suizas de los nazis, el terror de los campos de concentración, la desesperación de los huidos de la guerra europea embarrancados en el Portugal salazarista, la lucha secreta -a tiro limpio- entre agentes alemanes y aliados por los recursos del país, las torturas y la guerra sucia de la PIDE, la revolución de los claveles -hasta suena Grândola, vila morena-... El lector atraviesa décadas de historia arrastrado por el torbellino de la narración y presa de un vértigo gélido: la escritura de Robert Wilson adopta el tono preciso y frío del mejor policiaco, con incluso unas notas de aspereza y perversión, para explicar ese viaje de maldad, crimen y culpa. Un viaje que se fija en la memoria con la contundencia del metal: el acero bronco de las pistolas, el brillo maligno del oro, la fantasmagórica naturaleza del volframio y la brutalidad despiadada del hierro del martillo con el que se abre y se cierra, en un estallido de sangre y furia, la novela.
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