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Reportaje:EXCURSIONES | DE MOJÁCAR A LA CALA DEL SOMBRERICO

Playas de película

Las calas vírgenes de Mojácar, autorizadas para nudistas, guardan recuerdos de rodajes de filmes

Encaramado en la cima de un montículo de Sierra Cabrera, pintado de blanco y surcado por múltiples callejuelas estrechas, Mojácar se presenta como uno de los pueblos más bellos de Almería. Sin traicionar la herencia de su pasado árabe, Mojácar ha sabido asumir la bendición del turismo que salvó al pueblo del olvidó cuando, una vez acabada la guerra civil española, las circunstancias se impusieron a las raíces y la emigración forzosa despobló de modo alarmante la villa.

Cualquiera en aquellos años se habría dejado empujar por el pesimismo. Pero el pueblo logró remontar el vuelo. Eso ocurría en los años sesenta del pasado siglo. Fue entonces cuando unas acertadas medidas de promoción y el encanto propio del lugar convirtieron a Mojácar en centro de peregrinaje para extranjeros deseosos de zonas nuevas y tranquilas, intelectuales, artistas, bohemios... Hoy el pueblo da fe de aquel empuje entusiasta que lo sacó del letargo y, mientras por sus laberínticas calles pasean ciudadanos de los más diversos países, las urbanizaciones que surgieron a pie de playa (a unos dos kilómetros del casco urbano, pendiente abajo) no paran de crecer.

Mojácar es un buen lugar para iniciar una ruta que permita descubrir algunos de los tesoros del levante almeriense. Desde la fuente -lugar de encuentro tradicional para los mojaqueros- hasta la iglesia de Santa María, construida a finales del siglo XVI o la plaza Nueva, con su mirador, de la que parten decenas de pequeñas calles, cualquier rincón promete una sorpresa.

Después de recorrer a pie el pueblo en el que la leyenda cuenta que una mojaquera dio a luz al que, tras emigrar de pequeño junto a su madre a Estados Unidos, sería conocido como Walt Disney, se puede coger el coche y bajar hasta la línea de la costa. Apenas dos kilómetros y la postal se transforma del tipismo y el encanto encalado al bullicio práctico y moderno de una línea costera enfocada al turista que aprecia los baños de sol y agua salada.

En verano Mojácar está en constante efervescencia. Pero, para los que gusten de placeres más tranquilos, la ruta continúa hasta calas casi escondidas en las que saborear hermosos paisajes sin tener que integrarse entre tropas de veraneantes.

Una vez en la línea de costa hay que tomar la carretera en dirección hacia Carboneras. Pasado el complejo turístico de Pueblo Indalo -lleva el nombre del símbolo por antonomasia de Mojácar, que antaño las mujeres del pueblo pintaban en las puertas de las casas para salvaguardar a sus familias de los malos designios- aparece la playa de Macenas. Es el anuncio de un prodigio poco frecuente: la pervivencia de playas vírgenes a escasa distancia de un núcleo turístico en toda regla.

En Macenas se alza orgulloso el pequeño castillo del mismo nombre. Se trata de una edificación militar que fue construida en el siglo XVIII para vigilar las costas. Desde el castillo, tomado un sendero de tierra que serpentea a lo largo de la montaña, se accede a distintas calas vírgenes en las que está permitido prescindir del traje de baño.

Antes de acceder a alguna de esas calas resulta interesante hacer una parada ante la torre de El Pirulico. Plantada sobre un cerro entre los siglos XIII y XIV, la torre hace tiempo que dejó de servir a su fin defensivo como lugar de avistamiento de posible invasiones marítimas para transformarse en un privilegiado mirador natural desde el que disfrutar la estampa imponente del Mediterráneo.

El sendero sigue hasta que, tras algunas curvas, se abre la explanada de las primeras calas. Una de las más interesantes es la conocida como la cala del Sombrerico, a la que se llega siguiendo el indicador del Manacá, uno de los chiringuitos de playa más escondidos y apreciados de la zona.

La playa del Sombrerico debe su nombre a la forma de una pequeña islita que bien podría tomarse también por un submarino que se quedó petrificado cuando estaba a punto de sumergirse cerca de la orilla.

Si el visitante se deja llevar por historias de otros tiempos, no tan lejanos, podrá jugar a sentirse el protagonista de una novela de aventuras, como hizo Orson Welles cuando recaló en el lugar para rodar algunas de las escenas de La isla del Tesoro. Del rodaje de aquella película aún da fe una torreta de troncos que hoy permanece totalmente integrada dentro del chiringuito Manacá.

Clima y acantilados

- Dónde: Para llegar desde Almería hasta Mojácar se puede tomar la autovía del Mediterráneo en sentido Murcia y seguir los indicadores que señalan la dirección hacia el municipio. Las calas vírgenes como la del Sombrerico están siguiendo la carretera desde Mojácar hacia el pueblo de Carboneras y tomando después un sendero de tierra al que se accede desde la playa de Macenas. - Cuándo: El verano es la mejor época para visitar la zona si se pretende disfrutar de las playas y el sol aunque la visita se puede adelantar a mayo para tener la opción de no coincidir con una legión de turistas. En junio se puede disfrutar de las vistosas fiestas de moros y cristianos. La bondad del clima, junto a la llamativa estampa del pueblo y la belleza de los acantilados que preceden a la aparición de las calas más escondidas, hacen que la primavera, e incluso el otoño, sean también buenas fechas para los que puedan prescindir del chapuzón. - Alrededores: Muy cerca de Mojácar, hacia el norte y siguiendo la costa, se encuentra el pueblo pesquero de Garrucha. Si se opta por seguir en dirección sur aparece Carboneras, un municipio que tiene parte de su término integrado dentro del parque de Cabo de Gata-Níjar. - Y qué más: En la Oficina de Turismo de Mojácar (950 51 50 25) o en el Patronato de Turismo de Almería (950 62 11 17) se puede recabar información sobre el municipio y sus playas.

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