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Columna
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Palo y zanahoria

Tras el combate estadístico sin cuartel librado por los portavoces gubernamentales y los dirigentes sindicales para imponer a la opinión pública como verdades irrebatibles sus cifras y porcentajes de seguimiento del 20-J, unos y otros pugnan ahora por situarse en la mejor posición posible con vistas a reanudar las relaciones rotas por la jornada huelguística. La televisión pública y los medios de comunicación privados al servicio del poder fueron los inconvincentes altavoces empleados por el Ejecutivo para rebajar hasta extremos grotescos la repercusión del 20-J; como ocurría bajo el franquismo, el exceso de celo oficial u oficioso en la tarea de negar la evidencia quedó puesto en ridículo por los corresponsales de prensa extranjeros que dieron un testimonio veraz de los hechos. Los medios de comunicación dependientes del Gobierno tienen asignado igualmente un papel en la nueva etapa negociadora: mientras los ministros hablan de mano tendida y preparan un variado surtido de zanahorias para conducir a los sindicatos al terreno del entendimiento, el aparato de propaganda gubernamental exhibe el palo que se descargaría sobre las costillas de las centrales si no entrasen en razón.

A ese ámbito amenazante pertenece la estridente llamada de atención del diario El Mundo (entusiasta patrocinador del 14-D en la época socialista y acérrimo enemigo del 20-J bajo el mandato del PP) sobre la morosidad de UGT, deudora de un préstamo con vencimiento a 30 de junio de 2002 concedido por el Instituto de Crédito Oficial (ICO) en 1993 para hacer frente a la quiebra de la cooperativa PSV cuando el secretario general de la central era Nicolás Redondo (elevado en su día a los altares por el periódico que dirige Ramírez). El Mundo es utilizado ahora por el Gobierno (como antes por Mario Conde) para difundir vilezas y realizar trabajos sucios, al estilo de la falsa noticia de una supuesta entrevista de Felipe González con Mohamed VI; su editorial del pasado viernes acepta de manera resignada el aplazamiento de la cancelación de la deuda sindical concedido por la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, pero advierte severamente de que 'esta prórroga no debería ser una más de las ya concedidas mientras este enojoso asunto se pudre sin una solución final' y exhorta a UGT para 'que empiece al menos a pagar sus deudas a todos los contribuyentes' y no pretenda su 'condonación vergonzante'. El mensaje está claro: ya se puede ir preparando Cándido Méndez si no corresponde con la debida docilidad al gesto (sic) de acercamiento del Gobierno.

En paralelo con la amenaza del palo, la zanahoria de la mano tendida por el Ejecutivo a las centrales intenta restablecer el diálogo social interrumpido el 20-J. El programa máximo de los sindicatos es la derogación del decreto ley ya convalidado por el Congreso, una pretensión contraria a la lógica de la democracia representativa; el acercamiento de posiciones entre el Gobierno y las centrales permitiría, sin embargo, buscar espacios intermedios para un eventual entendimiento. Las protestas sociales en ningún caso pueden competir en términos de legitimidad con las decisiones adoptadas por las mayorías parlamentarias, ni tampoco forzar el trágala de los gobiernos libremente elegidos en las urnas. En cambio, una negociación sin vencedores ni vencidos permitiría restablecer el diálogo social entre el Ejecutivo y los sindicatos para tratar de alcanzar un acuerdo razonable: la tramitación como ley del decreto ley una vez pasado el verano sería el cauce para plasmarlo.

Los dirigentes sindicales han solicitado por carta al presidente del Gobierno una entrevista sin que hasta ahora -todavía es pronto- hayan recibido respuesta. El prolongado ayuno de visitas al Palacio de la Moncloa al que ha sido sometido Zapatero por su comportamiento díscolo hace temer que Cándido Méndez y José María Fidalgo puedan ser víctimas del mismo tratamiento. Aznar recurre con frecuencia -en sus relaciones con los dirigentes de la oposición- a la técnica de la retirada del afecto que los padres castradores suelen aplicar a sus hijos; a los secretarios generales de CC OO y UGT siempre les quedará, sin embargo, el consuelo de poder entrevistarse con Javier Arenas, el Doctor Jekill de los sindicatos cuando era ministro de Trabajo y aún no se había transfigurado en el Mister Hyde que ocupa hoy la secretaría general del PP.

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